17/09/2011 – Sugerencias para el peregrino

Esta charla transcrita del Padre Svet dada en Medjugorje puede parecer larga, pero porfavor perseverad porque seréis recompensados. Quiero dar las gracias a Angela Callan por la transcripción y por escribir cada palabra a mano. ¡Amor en acción!

Hay bastantes cosas que quiero compartir con vosotros pero no sé por donde empezar. Somos peregrinos y en esta peregrinación, el viaje de la vida, todo va demasiado deprisa. Hay muchas sorpresas y muchos retos y siempre nos preguntamos cómo vamos en ella.

Siempre nos dirigimos a nosotros mismos para buscar las mejores preguntas, las mejores soluciones, el major camino para llegar a ellas. Para conseguir cosas y ser bueno, ser victorioso, ser sensato, ser útil. Respondemos a ser buenos seres humanos, ser buenos trabajadores, una buena madre o buen padre, un buen amigo, vecino, hermano o hermana. Siempre nos preguntamos, rezamos y pensamos “¿Cómo llegar a ser lo mejor que somos?” ¿Y acaso no cometemos errores terribles? Alguien dijo una vez: “Que Dios me ayude a proteger a mis amigos de mi mismo”, y esto es más importante que protegerme de los demás.

Somos como científicos…

Probablemente en un peregrinaje como este queremos contestar a algunas preguntas. Queremos investigar; básicamente somos científicos cada día. ¿Habías pensado alguna vez en ello? Los científicos tienen la ventaja de conocer las fórmulas de la física y las matemáticas para construir máquinas. Pero, ¿y la madre que intenta ser la mejor madre? Hace todo lo posible para ser la mejor. Cada día es una científica investigando su propia alma y la de su hijo y los misterios del mundo para ser la mejor. Y esto nos mantendrá curiosos cada día para darnos cuenta que los secretos y los misterios son parte de nuestra existencia diaria. Seremos los mejores, pero sólo cuando estemos en la imagen de Dios. En este mundo, nuestro error más básico es crear a Dios y los demás a nuestra propia imagen. Aquí es donde nos equivocamos: nos gustaría crear así a Dios y al mundo, incluyendo todo ser humano a nuestro alrededor. Aquí es donde nos equivocamos y nos arruinamos. Nos estamos convirtiendo en científicos del alma que investigan los misterios de la vida, para ser lo mejor que podamos ser, lo mejor para el bienestar de nuestros hermanos y para la gloria de Dios.

¿Y cuál es la mejor manera de hacer esto? Todos tenemos que invertir nuestras vidas para saberlo. Cuando Nuestra Señora habla a la humanidad del mensaje de Dios, del mensaje del Espíritu Santo, se dirige precisamente a esto: a nuestra parte humana que necesita ser lo mejor que podamos.

Peregrinación es oración…

Básicamente quiero reflexionar sobre cómo podemos mejorar nuestras relaciones humanas. Por supuesto, Dios forma parte de todo esto y querría ayudarnos a ser activos en las relaciones humanas. Hay un mensaje que viene de Dios y del Espíritu Santo (y al cual la Virgen está al servicio), que es la oración. Tan simple como eso. Ella nos llama a orar.

La razón por la estamos hoy aquí es para entender qué significa orar. Estamos todos llamados a rezar. He dicho antes que todos creamos a Dios y a los demás a nuestra imagen, así que también creamos nuestras oraciones y creencias. Decimos: “Soy bueno, de verdad. Creo en Dios”, y lo hacemos todo mal. Así que estando en peregrinación Nuestra Señora quiere enseñarnos a rezar, a entrar en el mundo de la oración.

Muchos hablarán contigo y gente de todos los rincones del mundo están en la misma posición: todos somo peregrinos. No vienes ni por mí ni por nadie aquí, no vienes para que los videntes hagan redonda tu peregrinación, sino que vienes a peregrinar. Otra palabra para peregrinación es oración. Orar o peregrinar es una manera de vivir, una manera de pensar, una manera de enfocar la vida. La oración es algo que necesitamos para existir y el camino hacia esta existencia, igual que la peregrinación. Peregrinar es decir a Dios: “Estoy preparado y me gustaría ser inquisitivo. Estoy preparado para cualquier sorpresa que puedas tener para mi hoy o quizás mañana”. Esta es la mentalidad que el Espíritu Santo quiere crear en nosotros. Si no estamos preparados para el Señor haremos lo que queramos. Pero si lo estamos podremos decir lo que San Pedro dijo: “Háblame Señor, te escucho”. Éstas son las palabras del Antiguo Testamento, las más importantes tanto del Antiguo como del Nuevo: “Señor, háblame. Estoy dispuesto a escuchar”.

Dispuesto a escuchar…

En las peregrinaciones llegas a una actitud dispuesto a escuchar. Muchas cosas tienen que pasar para llegar a esta disposición y pasarán durante las peregrinaciones. Es la mejor y más profunda manera de convertirte en una persona de oración. En realidad, sin peregrinaciones no podremos convertirnos en personas que rezan. Nos tiran al molino y nos aplastan durante las peregrinaciones, junto con nuestras formas, para que éstas dejen paso a otras nuevas.

San Juan escribió en el Libro del Apocalipsis: “Mira que hago nuevas todas las cosas”, y justamente esto te está pasando a ti. De repente no lees sobre San Pedro, sino que eres San Pedro. Dejas de ser un mero observador, para convertirte en el verdadero centro y todo esto te está pasando. Te conviertes en alguien bíblico a quien le pasan cosas bíblicas. Dios te está llamando y te lleva hacia este largo viaje para que puedas encontrarte con Él.

Esta peregrinación está hecha a medida según tus necesidades. Sean cuales sean tus pensamientos durante la peregrinación, ésta responde a tu situación. Tu peregrinación es una experiencia única e íntima que solamente compartes con el Señor. No tiene nada que ver con Medjugoje, sino el hecho de que vengas aquí tiene que ver con el drama en tu vida. Medjugoje es sólo un reto, una chispa de Dios que enciende en ti este proceso.

No estamos investigando una montaña, sino que las montañas nos ayudan a examinar nuestras propias almas. No estudiamos la posición de la Iglesia en cuanto a Medjugorje, investigamos nuestra posición con el Señor. No estamos estudiando si los niños dijeron o no la verdad, porque todo está dicho y hecho y estás tú solo hablando con el Señor, cara a cara. No podemos evitar la realidad: durante la peregrinación existe este proceso íntimo entre el Señor y uno mismo. Cada uno sigue su senda. Yo lidio con mi estupidez y mis problemas y tú con los tuyos. Tendremos que responder por ellos al Señor y seremos glorificados o castigados, pero es algo íntimo que cada uno debe hacer.

Haciendo espacio en nuestras vidas…

Durante las peregrinaciones creamos espacio en nuestras vidas para Dios y esto es fundamental. De repente dejas a tu familia, hermanos y hermanas, tu trabajo, amigos, tu poder y tus comodidades. En el Nuevo Testamento Jesús hablaba de dejar a hermanos y hermanas por Él. Durante la peregrinación, esto es precisamente lo que tienes que hacer. Te das cuenta de esto mientras haces la maleta. No puedes coger el coche, no puedes meter tu cocina en la maleta, ni tus amigos ni tu trabajo. Tienes que dejar atrás los accesorios que apoyan todo el sistema de tu vida. Tienes que dejar tus comodidades y tu elemento para aprender a vivir sin ello, para aprender una nuevo modo de vivir.

Aprendes durante la peregrinación que puedes sobrevivir en la montaña y que eres capaz de escalarla. Eso es la oración y el proceso de rendición. Todos tenemos nuestro reino, y no tiene porqué ser muy grande- a veces es tan grande como nuestra cocina. Pero lo tenemos. De pronto lo poco que tenemos nos es arrebatado y ya no lo tenemos. Nos rendimos; esto es peregrinación y oración.

Peregrinando en oración…

La oración es algo que le pasa a tu cuerpo y alma durante la peregrinación. Es una experiencia en tu vida. Así es como le gusta a Dios que oremos. Normalmente oramos en el día a día con todo nuestro ser.

Decimos algunas oraciones, incluso pasamos una hora diaria orando, pero el resto del día vivimos en un mundo secular donde Dios tiene cada vez menos presencia. Vamos a misa los domingos, pero tenemos asuntos donde Dios no tiene cabida. Dios quiere cambiar esto durante las peregrinaciones y de pronto entra en cada rincón de tu vida. Así es como quiere enseñarnos a rezar peregrinando, a vivir en oración convirtiéndonos en peregrinos y a entrar en este alucinante viaje de peregrinación que es asunto de Dios.

A ojos de San Pedro no fue prudente que Jesús fuera a Jerualem. Permitió que lo aplastaran y esto es parte de la peregrinación. Fundamentalmente, peregrinar es algo estúpido, no es prudente ni sensato. No esperes que los demás le den el visto bueno, que lo ratifiquen, que te elogien por ello o que te entiendan. Todo lo contrario; serás juzgado, condenado por tu familia y amigos y por muchos otros que pensabas que te animarían. Peregrinar es un osado viaje pero todo es parte de la escuela de la oración.

Cuando se aplastan corazones…

Voy a compartir algo con vosotros. Soy el rector de la Aldea de la Madre y hay 83 personas trabajando allí. Hoy hay 350 para comer. Te metes en una situación de relaciones humanas cuando alguien está a cargo de una parte del trabajo y se lo toma muy en serio. Estoy compartiendo mis frustraciones con vosotros.

La persona que está a cargo ve de repente que alguien hace algo mal, lo hace mal y punto. El error que la gente comete es que con su justicia y su rectitud cargan contra el otro y aplastan su corazón. Si alguien le reprende por la tensión en el lugar de trabajo contestará: “¿No sabes que tengo razón?”. Se pasean por allí con venganza y queriendo hacer justicia. Son capaces de pisotear a sus compañeros y crear tensión en el trabajo creando situaciones poco deseables.

Esto sucede porque no estamos dispuestos a sufrir, sino que estamos dispuestos a condenar, juzgar y a ser rectos. La mayoría del daño que causamos a los demás y a nosotros mismos es por querer ser rectos. Por eso Cristo fue abatido en la cruz. No dijo nada al que le crucificó. Permitió que esa persona aprendiera, a su ritmo, ya que en ese momento no sabía lo que hacía. Permitió que aprendiera, que madurara y que se entendiera por sus propios méritos.

Así es como seremos hermanos y peregrinos: permitiendo que el de al lado sea estúpido, esté equivocado y aún y así permanezcamos callados una y otra vez. Estáte tranquilo y la situación se arreglará sola.

Reza al Espíritu Santo y te enseñará, pero sólo después de haber sufrido y rezado. De esta manera de conviertes en redentor junto con Jesucristo por tu familia, tus hijos y amistades y por tus vecinos, de modo que ya no somos jueces sino hermanos que traen bendiciones a otros, no condenas. Puede que esta persona esté equivocada, pero el daño que le viene encima es mayor del que comete. Causamos mayor sufrimiento con mayores consecuencias que el daño, pensando que era necesario resolverlo.

Ocuparse de las heridas…

En peregrinación aprendemos a caminar, a estar dispuestos a sufrir, a experimentar injusticias, a ser unos incomprendidos. Caminamos con nuestros defectos, nuestros errores y las injusticias hacia nosotros. Vendrá un día en que, después de haber sufrido, seremos capaces de dirigirnos a la situación, recubrir la herida y limpiarla hasta que se cure. Los que están a nuestro alrededor se darán cuenta de lo que hicieron mal y que no fueron ni rechazados ni aplastados; lo apreciarán y madurarán. Este es el terreno donde tenemos que examinar los misterios, secretos y sabiduría de la vida.

Los peregrinos oramos de este modo porque es de sentido común. No tenemos que esperar a que un niño haga algo tonto para avisarle con dulzura y el amor, y no con venganza y el veneno de nuestros propios temores y egoísmo. A medida que peregrinamos vamos con Dios y conocemos a gente porque estamos donde tenemos que estar. Pero también bendeciremos abundantemente a todos los que nos encontremos en la vida. Somos demasiado rápidos al juzgar a los demás, y con la misma mentalidad acusamos a Dios cuando vemos que nos hace una injusticia.

Cuando Cristo caminaba hacia la cruz para abrazarla, para levantarla sobre sus hombros, questionó a Dios por permitir que estuviera en tal situación. Si Cristo llegó a esta posición nosotros estaremos en una similar cuando Dios nos ponga delante de nuestra cruz. Y en nuestra justicia condenaremos a Dios por estar equivocado. Es la misma mentalidad que utilizamos en las relaciones con los que están a nuestro alrededor. Nuestras actitudes egoístas son aplastadas en el molino, en la oración, en peregrinación.

A menudo somos como un perro rabioso que ha experimentado palizas y piensa que todos quieren herirle. Así que antes de que le peguen muerde. Necesitamos que nos aplasten durante la peregrinación para convertirnos en una persona nueva. Así quedaremos bendecidos, como Nuestra Señora, y no solo eso, sino que seremos medicina para las heridas de los demás. Dios será capaz de traerte donde espera que estés: en algún lugar tienes que ocuparte y curar una herida, aunque sólo sea estando presente. Tenemos que permitir durante la peregrinación un proceso parecido al que se sometió Cristo. Cuenta conmigo Señor.

Sacramentos…

En la Iglesia hay un área de crisis donde decidimos qué tiene que ser nuestra fe y en qué tenemos que creer, especialmente en el terreno moral. A veces la gente se da cuenta cuando está equivocada e intentan cambiarlo. Otros rechazan el cambio y dicen: “Si estoy equivocado Dios me perdonará”. Pero no se dan cuenta que también necesitan el perdón de los demás.

¿Cómo encontraremos la verdadera fe, la verdadera vida, la verdadera oración sin estar hecha a mi imagen sino a la de Dios? Lo estamos buscando. Este es el problema con la fe hoy en día, donde los cristianos siguen de pie o caen de bruces. En peregrinación nuestras formas son abatidas y las de Dios descubiertas en los sacramentos. Nuestros objetivos en peregrinación son los sacramentos y en ellos encontraremos a Dios. Todas tus respuestas a las preguntas sobre moral, dogma, relaciones humanas y oración están en los sacramentos. La solución a cada problema y a cada pregunta está en los sacramentos.

Nuestro objetivo durante la peregrinación es encontrar a Dios en los sacramentos. Veremos su rostro en ellos. Si estamos fuera de ellos seremos incapaces de encontrarnos con Él. Esto es muy importante, como la misa dominical. La eucaristía es el sacramento de nuestra fe. Todos los demás nos llevan a la eucaristía, que es la comunión con Dios y cada uno de nosotros. El cumplimiento de este sacramento será en el cielo, en comunión con Dios.

No estar allí…

La verdadera peregrinación empieza cuando volvemos a casa. No nos damos cuenta de la consecuencia de nuestra presencia física. El mundo nos ha hecho creer que el poder de la opinión es crucial y estamos muy equivocados.

Decimos: “No estaba bien, así que no fui a misa. No tenía ganas de ir”. El mayor acto en contra de Dios es no estar allí. Es el pecado de los pecados y la raíz de todos los demás. No estar presente es lo más lejos que podemos llegar al pecar. Si no estás allí es que no estás de ninguna manera, pero no nos damos cuenta de esto. Si no estás allí tienes que estar en algún otro lugar. Es más que ser un soldado que tiene que estar en su puesto y en ningún otro lugar. Si el soldado no está en su puesto cuando tiene que estar se considera traición. Es lo más lejos que se puede llegar en la guerra. Cuando no estoy en misa los domingos cada iglesia del mundo está vacía, rota, aniquilada porque yo no estoy. Pero no nos damos cuenta.

Lo mejor que puedes hacer es ir. Peregrinación es cuando voy. Cuando vas a la iglesia quizás estés abatido, tengas dudas, no te guste el cura, esto o aquello, pero estás presente. Los problemas de la Iglesia surgen cuando decides no estar allí, hacer cualquier otra cosa en cualquier otro lugar.

Mentalidad abortiva…

Esta actitud empieza con una mentalidad abortiva, que puede ser desafiante para vosotros. No estar en la iglesia los domingos es el toque del aborto, arrancados del cuerpo de Cristo y tirados en la basura del mundo. Cuando no estamos en su cuerpo somos arrojados a la basura que es cuando llega la mentalidad abortiva.

La Virgen quiere que estemos en el lugar y el tiempo adecuados gracias a la oración. Cuando estás allí el mundo puede contar contigo. De lo contrario, el mundo te llevará a cualquier lugar, decidiendo dónde tienes que ir. Te absorberán las cosas del mundo, sus actitudes, sus valores… Pero, ¿qué más dará? En peregrinación vamos en un viaje con Dios donde podemos decir “Cuenta conmigo Señor. Iré a donde tu me llames”. Cuando creamos una mentalidad de peregrinación y oración podremos estar allí cuando Dios nos llame.

Una oración que deberíamos decir a diario es: “Señor, protege a los que me rodean de mi mismo”. Tenemos que posponer nuestra reacción, y Dios nos dará una pista cuando querramos ahogar a alguien sin arrepentirnos. Y aquí es cuando más sufrimos, cuando tenemos que posponer esta reacción.

Padre Svetozar Kraljevic OFM, Medugorje.
Fuente: https://crownofstars.blogspot.com
Traducción del inglés a cargo del equipo de www.virgendemedjugorje.org