“¡Queridos hijos! Los vientos del desasosiego, del egoísmo y del pecado están apoderándose de muchos corazones y los conducen a la desolación y a la perdición. Por eso, hijitos, os invito: regresad a Dios y a la oración, para que os sintáis bien en vuestros corazones y en la tierra en la que vivís. Os amo, hijitos, y por eso no me canso de llamaros a la conversión. Gracias por haber respondido a mi llamada”. (Con aprobación eclesiástica)
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