“Queridos hijos, ¡orad! Rezad el Rosario cada día, esa corona de flores que me enlaza directamente, como Madre, con vuestros dolores, sufrimientos, deseos y esperanzas.
Apóstoles de mi amor, estoy con vosotros por la gracia y el amor de mi Hijo, y os pido oraciones. El mundo tiene mucha necesidad de vuestras oraciones para que las almas se conviertan. Abrid con total confianza vuestros corazones a mi Hijo, y Él escribirá en ellos un resumen de Su palabra: eso es el amor. Vivid un vínculo indisoluble con el Sagrado Corazón de Mi Hijo. Hijos míos, como Madre os digo que ya es hora de que os arrodilléis ante mi Hijo, que lo reconozcáis como vuestro Dios, el centro de vuestra vida. Ofrecedle dones, lo que Él más ama es el amor al prójimo, la misericordia y un corazón puro.
Apóstoles de mi amor, muchos de mis hijos aún no reconocen a mi Hijo como su Dios, aún no han conocido Su amor. Pero vosotros, con vuestra oración pronunciada desde un corazón puro y abierto, con los dones que ofrecéis a mi Hijo, haréis que se abran, incluso los corazones más endurecidos.
Apóstoles de mi amor, el poder de la oración, pronunciada desde el corazón -la poderosa oración llena de amor-, cambia el mundo. Por eso, hijos míos, orad, orad, orad. Yo estoy con vosotros. ¡Os doy las gracias!”