Mensaje del 25 de noviembre de 2007
“¡Queridos hijos! Hoy, cuando celebran a Cristo Rey de todo lo creado, deseo que El sea el Rey de sus vidas. Solamente a través de la entrega, hijitos, pueden comprender el don del sacrificio de Jesús en la cruz por cada uno de ustedes. Hijitos, dediquen tiempo a Dios para que El los transforme y los llene con Su gracia, de tal manera que ustedes sean gracia para los demás. Yo soy para ustedes, hijitos, un don de gracia de amor que proviene de Dios para este mundo sin paz. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado!”
Mis queridos hermanos y hermanas,
Los invito a que nos sumerjamos profundamente en este mensaje, que a primera vista, parece simple y nos parece que ya lo hemos comprendido. Sin embargo, es muy exigente e integrador porque abarca la esencia del Evangelio y la existencia fundamental del individuo y de la Iglesia.
Principalmente, es necesario despertar la fe en Jesús, que es el Rey de todo lo creado. La todopoderosa Palabra de Dios creó todo y luego se hizo hombre. Toda la creación es redimida. (Col1 14 – 20)
Sí, como cristiano sé quién es mi creador. Sé quién es mi Redentor y a quién pertenezco. Entonces, Cristo, el Rey, con Su poder y Amor divino destruye todos los ídolos y los falsos amigos y redentores. Sé que sólo El es mi Dios y mi todo. Sé que mi corazón no descansará o encontrará la paz sino descansa en El. Es por esa razón, que mi vida servirá sólo a El y sólo para El mi alma vivirá. También es por eso que sólo tengo un anhelo – el de darme completamente a El y pertenecer a El. El ha demostrado Su amor mediante Su sacrificio y Su entrega completa; a través de su abandono para que yo tenga paz, por mi salvación y vida eterna.
Con todo mi ser, deseo entrar en el centro de ese Amor y deseo responder al máximo desafío de amor. ¿Cómo puedo hacer esto? Es mediante mi entrega. Nuestra Señora nos dice que sólo dándonos seremos capaces de comprender el regalo que Jesús nos dio a cada uno de nosotros con su sacrificio en la Cruz.
Sí debemos responder al Amor con amor. Y no hay mayor amor que éste: dar nuestra vida por nuestros amigos. Nuestro Señor simplemente nos dice: “Ustedes son mis amigos”. ¿Cómo responderemos entonces a esta gracia con nuestra vida y cómo la viviremos? La Reina de la Paz nos dice que es mediante nuestra entrega. Nuestra entrega es el comienzo de este camino de fe y de amor. Ella también nos dice qué es lo que debemos entregar; “Hijitos, entréguenle tiempo a Dios”.
Hoy debo comenzar con el primer paso: Debo encontrar tiempo para Dios. Tan frecuentemente escuchamos la muy usual y vacía excusa: “No tengo tiempo”. La familia está perseguida por los programas de televisión que hacen propaganda y ofrecen algo para cada uno de ellos. Luego de esta perseverante y exitosa manipulación, nos sentimos presos: debo seguir tal o cual programa o serie. Sin darnos cuenta, nos convertimos en esclavos, atados a la televisión, a los periódicos o a algo similar.
¿Cómo podemos liberarnos de ésta atadura? Dándole tiempo a Dios. Mi primer paso debe comenzar con una firme resolución – encontrar tiempo para la oración, encontrar tiempo para escuchar la Palabra de Dios y encontrar tiempo para estar a solas con El, en el silencio de mi corazón, en los Sacramentos, en mi cruz y en mis pruebas. Sin darle este tiempo al Señor, hoy y cada día, sin pasar tiempo con El, no puedo avanzar en la santidad. Así, mi fe se convertirá en un debate, una crítica o un cálculo angustioso de cuánto he servido o invertido en comparación con lo que he recibido o no he recibido. Ese no debe ser mi camino. Ese no debe ser el camino por el cual la madre me guía hoy con sus enseñanzas y su mensaje. Deseo contemplar a mi Rey y llegar a conocerlo. El camino más corto es mirarlo a El y escucharlo a El cuando me habla desde su trono, la Cruz.
Sí, finalmente debo entender que Dios es Aquel que puede transformar mi corazón y mi vida. Finalmente, debo comprender que El y sólo El, puede llenar mi corazón de gracia – con El mismo. Ese regalo de gracia va a abrir los ojos de mi corazón para que pueda ver y distinguir entre el amor y el egoísmo ciego: para que yo pueda conocer el bien y diferenciarlo de mi astucia. Finalmente, guiado por el Espíritu Santo, llego a descubrir que la Cruz es mi libertad, mi camino, mi vida, mi paz y mi fuerza.
El poder del amor de Dios que no cesa de fluir desde la Cruz no solamente va a transformarme y cambiarme, sino que me ayudará a completar el rol básico de la Iglesia – de ser un apóstol dispuesto para los demás y de dar un buen ejemplo a todos, concientemente y con amor.
Mis queridos hermanos y hermanas, debo admitir con sinceridad, que la declaración de Nuestra Señora en su mensaje, me sacudió profundamente cuando decía que Ella es un regalo de gracia y amor, que viene para nosotros de Dios, para este mundo sin paz. La más santa y humilde Madre no tiene miedo de decirnos la verdad acerca de su misión. Ella es un regalo de gracia, un regalo para nosotros. Ella nos hace bien a todos. Ella nos trae a Dios y a Su Gracia. Ella es el Arca de la alianza. Ella que es llena de gracia, nos da el regalo de su presencia y con Su ejemplo nos inspira y nos guía hacia todo lo que es bueno.
Ella es un regalo que no puede ser ganado (recibido por nuestros méritos). Ella y su amor son simplemente regalos para nosotros, pobres pecadores. Es por eso que su vida es como el arco iris de Noé proclamando que no habrá inundación. Ella es un signo de que la vida esta presente aquí en la tierra.
Sí, Ella es un signo de que el hombre ha recibido una bendición en esta tierra; que él tiene la gracia y la salvación. Ella es un signo que muestra que el hombre jamás será maldecido en la tierra otra vez porque existe el regalo de la gracia y de amor que viene de Dios. Ella no sólo nos ofrece y nos otorga a Dios sino que también nos guía hacia El. Dado que Ella es un regalo y un signo para todos, Ella nos pide que también nosotros seamos gracia para los demás.
Esta es la fuerza de un cristiano. El no es un signo pálido o una mera información acerca de Dios, él es un portador de la gracia para otros. Por ésta razón la misión de la Iglesia está cerca de nosotros – y es la de hacer que todos los hombres sean Sus discípulos.
Este mensaje es muy querido por mí y está muy cerca de mí. Más aún, es otra inspiración para que los cristianos actúen según el Evangelio y sean sus testigos. Dentro de este mensaje comenzamos el tiempo de Adviento. Este es un tiempo de preparación y espera de Nuestro Señor Jesús. Esforcémonos para dar todo de nosotros para ser una gracia para los demás y para ser una inspiración para todos los que buscan al Señor. La Navidad es más que una costumbre o una solemnidad tradicional con velas y decoración. La Navidad es la aceptación del Señor y de Su Madre. Este mensaje llama y golpea en nuestros corazones como lo hizo en las puertas de Belén que permanecen cerradas a eso cada día. Abrimos nuestros corazones mediante la oración, el ayuno, las buenas obras y la santidad de vida. Sin Jesús no existe la Navidad. Sin Su Madre no existe la Navidad ni tampoco Sus regalos. Abrámonos y llevemos a otros a abrirse a estos regalos.
Este mes oraremos por las siguientes intenciones:
1. Por todas nuestras familias cristianas a fin de que este Adviento puedan abrirse al Señor y a Su Madre mediante la oración y los Sacramentos. Por todas las familias que están en conflicto, que no oran y que no viven la alegría y la esperanza de la Navidad.
2. Por todos los Obispos y los Sacerdotes. Por todos los Misioneros y los que proclaman el Evangelio para preparar el camino hacia el Señor y mostrarlo con sus vidas.
3. Por los videntes y por nuestra Familia Orante diseminada como la semilla a lo largo de muchos países y tantas naciones – para que en este tiempo santo puedan dar frutos abundantes viviendo los mensajes de la Reina de la Paz.
Muy queridos hermanos y hermanas, a medida que escribo estos pensamientos y reflexiono sobre las palabras de gracia e inspiración de los mensajes, oro por cada uno de ustedes, sosteniéndolos en el gran corazón de la Inmaculada Virgen. Que la gracia y la paz de Dios los acompañen durante estos días. Oro por cada uno de ustedes y les mando mis saludos fraternales, encomendándome a sus oraciones.
Muy sinceramente suyo,
Fr. Jozo Zovko, OF