“¡Queridos hijos! También hoy los invito a ser amor allí donde haya odio, y alimento allí donde haya hambre. Hijitos, abran sus corazones y que sus manos estén extendidas y sean generosas, para que cada criatura, a través de ustedes, agradezca a Dios Creador. Oren, hijitos, y abrán su corazón al Amor de Dios; ustedes no pueden si no oran. Por eso, oren, oren, oren. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado!”
María en cuanto madre, no puede hacer otra cosa que llamar, hablar, amar y sufrir con nosotros y por nosotros. Viene a nosotros, con el fin de hablar a nuestro corazón con las palabras de su corazón de madre. Ella desea que sintamos y experimentemos la existencia de Dios a pesar del mal, el odio, las heridas, las dudas y los padecimientos que nosotros en cuanto hombres experimentamos en nuestra vida. La Madre viene a nosotros para decirnos que Dios tiene la última palabra. Nos dice que es conveniente creer, es beneficioso orar, amar, perdonar y ser honestos no obstante el sufrimiento momentáneo por haber elegido el bien, la honestidad, la justicia y la verdad. María sabe bien quienes somos y como somos. Conoce nuestras búsquedas y caídas. Ella tuvo un cuerpo, vivió en nuestra tierra, pero se revistió de una gracia con la cual también nos quiere revestir, llamándonos a la vía que Ella recorrió. Precisamente es Ella quien mejor nos puede enseñar puesto que en su corazón guardó, reflexionó, meditó todas las palabras de Jesús, todo lo que Jesús dijo y todos los acontecimientos que vivió junto a Jesús en la tierra. Todo en la fe y en la esperanza en Dios, esperando contra toda esperanza en los momentos más difíciles. San Bernardo compara a María con un canal inmenso, que de la fuente transporta el agua por doquier, a un canal “que recibiendo del corazón del Padre la plenitud de la fuente, la ofrece a nosotros…” Esa agua es pura y cristalina porque proviene del corazón mismo de Jesucristo, de su Hijo, de nuestro Salvador y hermano.
La Madre María nos invita a ser amor, a difundir el amor especialmente allí donde haya odio. El difunto Fr. Slavko Barbaric en su libro “En la Escuela del Amor”, revela un testimonio y una experiencia de la vidente Marija Pavlovic, la cual preguntó a la Virgen: “Madre, ¿tienes algo concreto que decirme?” la respuesta fue: “Te doy mi amor para que se lo des a los demás”. Como dice la vidente María, ése ha sido para ella el mensaje más hermoso, pero también el más difícil. Vivenciar el amor de la Madre que te ama, es lo más hermoso que puede acontecer a todo corazón humano. Esta experiencia de transmitir y de dar amor a otros es siempre difícil. Amar a los demás como María nos ama no es simple. Nos damos cuenta de la propia impotencia. El camino para derrotar cotidianamente nuestra impotencia es la oración, como nos enseña la Virgen María. Es la vía para experimentar las cosas más hermosas y realizar las más difíciles. El amor que la Madre María nos da y con el cual nos guía es una medicina contra todo cansancio, impaciencia y desesperación que nos afecten. Aquel que sabe que es amado no se siente amenazado por las cruces de la vida, por las enfermedades y ni siquiera por la muerte. En tal caso, el éxito no nos vuelve soberbios y el fracaso no nos conduce a la desesperación.
Escuchemos a la Madre María para aprender la sabiduría y la madurez que necesitamos en la vida. Sigamos las palabras de la Madre para aprender que es beneficioso transcurrir el propio tiempo con Dios, “perder” algo a fin de recibir mucho más de Dios. También hoy necesitamos tener valentía para creer en las palabras de la Madre. Solamente así podremos entrar en la mentalidad del Evangelio, que la Virgen María, a través de sus apariciones, hace revivir en los corazones que se abren y creen en el amor de Dios.
Fr. Ljubo Kurtovic
Medjugorje, 26.09.2004