“¡Queridos hijos! En este tiempo los invito a todos a orar po mis intenciones. Hijitos, oren especialmente por los que todavía no han conocido el amor d Dios y no buscan al Dios Salvador. Hijitos, sean ustedes mis manos extendidas y con su ejemplo acerquénlos a mi Corazón y al Corazón de mi Hijo. Dios les recompensará con toda clase de gracias y bendiciones. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado!”
María como Madre de la Iglesia y nuestra madre camina con nosotros, nos despierta y nos llama. En este tiempo de Adviento que se acerca, nos llama a orar por sus intenciones. La Madre sabe más que nosotros porque ha recorrido el camino por el cual nosotros aún no hemos comenzado a transitar. Vivió en esta tierra y llegó en gloria a la patria celestial que es también nuestro objetivo, y el lugar al que la Virgen desea que nosotros también lleguemos. No nos vamos a equivocar si ponemos nuestras oraciones, deseos e intenciones en su corazón y en sus manos porque Ella, mejor que nosotros, sabe lo que es necesario para nosotros, nuestras familias y el mundo en que vivimos. “Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti” – dice San Agustín. Somos responsables de nuestra vida y de la vida del prójimo. Dios nos llama a ser co-creadores de un mundo nuevo y mejor. Por eso María nos llama a orar y sentirnos responsables por todos los que aún no han conocido el amor de Dios y que no buscan al Dios Salvador. La libertad humana ha sido herida, pero permanece el anhelo en el corazón del hombre, el anhelo por Dios que nadie ni nada puede llenar excepto Dios mismo. María nos llama a la oración, y la oración consiste en que nos pongamos en contacto con el anhelo que se halla en nosotros, el anhelo por Dios.
Si el hombre no llena su corazón con el anhelo y el amor por Dios, éste buscará llenar sus vacíos con otras cosas, con ídolos. Somos testigos de cómo el hombre en su camino de vida puede elevarse siguiendo un ideal y caer siguiendo a un ídolo. Todo lo demás son ídolos. Únicamente Dios puede llenar el alma con la luz del sentido y dar fuerzas para la vida en Su camino. Dios por medio de María baja a nosotros deseando atraernos hacia El, no por la fuerza sino con amor. Y el amor, digámoslo, no puede estar en paz mientras no vea feliz a la criatura amada. El amor es esa fuerza que ha atraído a María hacia nosotros, sus hijos. El amor le da fuerzas a través de tantos años. El amor es la fuente de la que extrae la fuerza y con la que logra victorias en tantos corazones. En eso nosotros también podemos ayudarla, eso es lo que María desea.
A fin de ayudar a María, nosotros también debemos acercarnos a Ella, a su corazón. Nosotros mismos debemos cambiar, percibir ese cambio y pedirlo para otros. No existe otro modo ni camino. Sabemos que es imposible cambiar a los demás con nuestros consejos, advertencias, palabras sabias y críticas. Podemos cambiar a los demás solamente con amor, con el cambio y la conversión que verán en nosotros. Diría que la Virgen nos pide ser sus manos. Ella no tiene otras manos más que las nuestras. Desea que nuestras manos, pies, palabras y corazón lleguen a ser de Ella y de su Hijo Jesús.
El amor tiende a la similitud. Día tras día, nosotros llegaremos a ser lo que está ante nosotros, lo que hemos elegido como ideal de nuestra vida. De esa forma, nuestros pensamientos, sentimientos, palabras y corazón llegarán a ser similares a los pensamientos, sentimientos, palabras y corazón de Jesús y de María. Sólo entonces, podremos acercar a los demás a los corazones de Jesús y de María, es decir, ellos a través de nosotros a sus corazones.
Oremos también nosotros con la Beata Madre Teresa de Calcuta: “Jesús, ¿quieres mis manos para pasar este día ayudando a pobres y enfermos que lo necesitan? Señor, hoy te doy mis manos. Señor, ¿quieres mis pies para pasar este día visitando a aquellos que tienen necesidad de un amigo? Señor, hoy te doy mis pies. Señor, ¿quieres mi voz para pasar este día hablando con aquellos que necesitan palabras de amor? Señor, hoy te doy mi voz. Señor, ¿quieres mi corazón para pasar este día amando a cada hombre sólo porque es un hombre? Señor, hoy te doy mi corazón.”
Fr. Ljubo Kurtovic
Medjugorje, 26.11.2004