Queridos hijos, en este tiempo de gracia los invito a acercarse aún más a Dios a través de la oración personal. Aprovechen el tiempo de reposo y den a su alma y a sus ojos el reposo en Dios. Encuentren la paz en la naturaleza y descubrirán a Dios Creador, a Quien podrán agradecer por todas las criaturas; entonces encontrarán gozo en sus corazones. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado!
Queridos hijos, en este tiempo de gracia los invito a acercarse aún más a Dios a través de la oración personal
“En este tiempo de gracia”, así comienza este nuevo mensaje. Cabe entonces muy bien preguntarse: ¿Por qué tan a menudo nuestra Madre nos recuerda que éste es un tiempo de gracia? Seguramente la respuesta debe pasar por el hecho de que tendemos muy rápidamente a olvidar que éste es verdaderamente tiempo de gracia. Las tribulaciones particulares ante la enfermedad, la falta de trabajo y ante otras adversidades que se abaten sobre las sociedades y recaen en las personas, hacen a veces pensar más en que se viven desgracias y no que se está en tiempos en que Dios da abundantes gracias; y ahí está el error. Es el error de ver los efectos del mal sin ver la acción de Dios que viene a rescatar al hombre de la situación de la que es prisionero.
Este no es un tiempo de castigo sino de misericordia. Este es el tiempo en que Dios nos llama, y nos llama a acercarnos a Él.
Este es el tiempo en que gracias especiales son dadas para nuestra conversión, y la principal –sin dudas- es la misma presencia de María y sus frecuentes visitas, y estos llamados que mes a mes nos viene haciendo desde hace ya más de 20 años. Este es un tiempo que a pesar de la noche en ciernes es particularmente iluminado. Pero, no hay que olvidar –y esto es lo que nos recuerda la Santísima Virgen- es tiempo de elección, o sea, de respuesta al llamado. Es ahora, en este tiempo que nos es dado, que debemos escoger la luz para que, cuando acabe, las tinieblas no nos envuelvan.
Para poder entender estas apariciones, estas manifestaciones de la misericordia divina, es necesario recibir la luz que viene del Espíritu Santo.
Este es, entonces, tiempo para no perder, para hacer lo que nuestra Madre nos pide. Y hoy Ella dice: “los invito a acercarse aún más a Dios a través de la oración personal”. Es Dios quien quiere estar cerca nuestro, más aún quiere habitar en nosotros y Él mismo ha elegido acercarse o acercarnos por medio de María. Por eso, también nuestra Madre nos llama a la oración, al encuentro personal por medio de la disposición del corazón al diálogo con el Señor. Esa oración que abre el corazón sobre todo a la escucha de Dios. Esa oración personal que nos vuelve atentos a las mociones divinas, dóciles a sus inspiraciones.
María es la escogida para esta misión de acercamiento porque en Ella misma se da el encuentro entre Dios y el hombre en su Hijo Jesús, Verbo Encarnado en su seno. Que todo ello es así lo prueba el mismo mensaje del mes anterior, en que nos decía: “oren y busquen a Dios a través mío. Dios les da grandes gracias,… aprovechen este tiempo de gracia y acérquense a mi corazón”.
Acercarse a su Corazón Inmaculado, paso previo a la consagración, es el modo que la divina providencia ha dispuesto para que esas gracias se reciban en plenitud.
Aprovechen el tiempo de reposo y den a su alma y a sus ojos el reposo en Dios
En esto nos da una suerte de programa muy sencillo y es el del reposo del alma, el espíritu debe aquietarse y buscar la calma, predisponiendo el corazón a la contemplación que es búsqueda de Dios. Porque sólo en Dios está nuestra paz, sólo en Él nuestro corazón encuentra sosiego, el bullicio se acalla y las inquietudes se aquietan. Esta es una forma concreta de aprovechar el tiempo de gracia.
Y, además, agrega:
Encuentren la paz en la naturaleza y descubrirán a Dios Creador, a quien podrán agradecer por todas las criaturas; entonces encontrarán gozo en sus corazones
A veces basta bajar la mirada para elevarse a Dios. Quizás en la contemplación de una delicada florecita que apenas despunta del suelo o de una mínima gota de rocío que refleja todo un sol, veamos la belleza, la bondad, el amor de Dios que los ha creado y que nos creó a nosotros y a ese mismo momento de nuestra contemplación.
Recién cuando hayamos dejado atrás el aturdimiento de lo que nos propone el mundo, cuando la presión por la actividad o por la inactividad deje lugar al abandono confiado en Dios y dirijamos nuestra mirada a la naturaleza, que sigue armoniosamente sus ritmos, nuestro corazón se elevará en gratitud al Creador, nuestro Padre y se colmará de alegría por tanta maravilla.