“Queridos hijos, hoy os invito a una humilde, hijos míos, humilde devoción. Vuestros corazones deben ser rectos. Que vuestras cruces sean para vosotros, un medio en lucha contra el pecado de hoy. Que vuestra arma sea la paciencia y un amor sin límites, amor que sabe esperar y que os hará capaces de reconocer los signos de Dios, para que vuestra vida con amor humilde, muestre la verdad a todos aquellos que la buscan en las tiniebla de la mentira. Hijos míos, apóstoles míos, ayudadme a abrir los caminos que conducen a Mi Hijo. Una vez más os invito a la oración por vuestros pastores. Con ellos triunfaré. ¡Os lo agradezco!
La Virgen María por medio de la vidente Mirjana, ha pedido que el día dos de cada mes se ore “por quienes no experimentan el amor de Dios en sus corazones.” Este 2 de octubre tiene la peculiaridad de coincidir también con el Primer Sábado de Mes (día de Reparación al Inmaculado Corazón de María) y Fiesta de los Ángeles Custodios, según el calendario litúrgico. Estamos además al inicio del mes del santo Rosario y mes de las misiones.
En el mensaje de este 2 de mes, la Madre ha hecho una llamada a vivir en humildad la devoción y esta llamada está en conexión con el mensaje del 25 de septiembre pasado cuando mencionó: “Los exhorto a vivir aún más su vida de fe, porque aún son débiles y no son humildes.” Vemos pues, que en menos de 7 días ha subrayado 2 veces el ejercicio de la virtud de la humildad. En el primer mensaje hablaba de la humildad en general y en el segundo, sobre el espíritu de la devoción. Y sabemos que la devoción es siempre una actitud hacia Dios. Por consiguiente, la Madre espera que sus hijos aprendan a dirigirse a Dios humildemente, a través de todas las formas de piedad reconocidas por la Iglesia.
En el evangelio hay una parábola de Jesús que enlaza muy bien con esta nueva llamada de la Madre y que es conocida por todos los cristianos. En esa parábola dos hombres fueron al Templo de Jerusalén a orar y sólo uno salió justificado: el que se dirigió a Dios con humilde devoción (cf. Lc 18:9)
¿Qué puede significar dirigirse a Dios con humilde devoción?
Relacionarse con la Trinidad Santísima con humildad, no es otra cosa que despojarse de todas las máscaras; abrir el corazón y presentar la realidad interior: tal como Él la conoce. Dios espera que cada uno de sus hijos se le presente de esta manera. Es la única manera como la devoción puede ser humilde. Si el hombre no se acostumbra a relacionarse con Dios así, la religión puede ser parte de las máscaras. Una máscara más. Así ocurría con los fariseos del evangelio: ellos pensaban que estaban bien porque oraban frecuentemente, ayunaban dos veces por semana, daban el diezmo de todos sus bienes… Sin embargo, despreciaban al pobre. Y lo peor de todo, era que su religión era una comedia porque el corazón permanecía cerrado a Dios. Y cuando el corazón permanece cerrado a Dios permanece igualmente cerrado al hermano. Por lo tanto, un termómetro seguro de cuanto el creyente se abre a Dios son las obras de caridad que hace al prójimo que sufre: “cuanto dejaron de hacer con unos de estos más pequeños, también conmigo dejaron de hacerlo” Lc 25:45.
La Madre no quiere que sus hijos vayan trompeteando como los fariseos. No quiere que algún hijo suyo diga: “yo ayuno dos veces por semana a pan y agua”; “yo rezo cada día 3 partes del Rosario”; “yo voy a Medjugorje”; “yo medito cada mes los mensajes de la Virgen”. La Madre por el contrario, espera que todos sus hijos vivan sus mensajes con verdadero espíritu de humildad: hacia Dios, en primer lugar y humildad hacia el prójimo. Y para lograrlo hay que despojarse de todas las máscaras. Una manera excelente de despojarse de ellas es por medio de la confesión frecuente. Aunque la Madre no lo mencione en este mensaje, todo hijo de María Reina de la Paz, sabe que la Madre ha recomendado la confesión mensual y ha dicho: “no existe en la tierra una sólo persona que no tenga necesidad de confesarse, al menos, una vez al mes.” Y cuando se acude a la confesión, se debe hacer sin ocultar nada al sacerdote, y con el debido examen de conciencia y arrepentimiento profundo por haber ofendido a Dios. Además, se debe considerar el consejo de Don Bosco: “para crecer más en la humildad se debe acudir siempre al mismo sacerdote.”
La Confesión bien hecha es la mejor medicina contra las máscaras, contra la soberbia, la presunción, la autosuficiencia, la vanidad… en suma: contra el orgullo, piedra angular de todos los demás pecados. Y luego, con espíritu de humildad, reconocer las propias miserias y vivir en agradecimiento a Dios por haber experimentado Su misericordia.
Los orgullosos tienen dificultad para experimentar la misericordia de Dios: saben que son esclavos del pecado y no hacen nada para cambiar. Recuérdese que nunca el hombre es tan grande como cuando se arrodilla delante de su Creador.
Luego, en el mensaje la Virgen dice: “Sus corazones deben ser rectos”. Como diciendo “no imiten la conducta de los demás” o “de quienes no caminan en rectitud.” Todos estamos rodeados de gente que no sabe conducirse correctamente, que no es perfecta; aún en los monasterios pasa. Pero lo cierto es que nadie debe juzgar las actitudes de los demás, y cada cual debe velar por la rectitud de su propia conciencia. Y el mejor manual para enderezar el corazón es siempre el evangelio de Jesucristo. La Madre ha dicho que cada día, antes de las labores cotidianas, todos debemos leer y meditar la Palabra de Dios; antes que cualquier noticia, antes de ver el correo electrónico, los chats, las llamadas de los móviles. Primero la Palabra de Cristo, leer lo que Jesús me dice personalmente cada día. Así se endereza el corazón.
El corazón recto es aquel que no sigue los caprichos de la moda, del mundo materialista y hedonista, los caprichos de la sensualidad actual… Es el corazón que sabe dirigirse por el Espíritu Santo. Por eso la Madre en el mensaje del 25 de septiembre dijo: “Y que vuestra vida sea una oración continua.” Sin oración, tampoco se puede enderezar el corazón. La Virgen está preocupada por la salvación de sus hijos y por eso no da tregua. Una buena Madre jamás se cansa de aconsejar a sus hijos. Por eso María no está cansada de aconsejarnos.
Luego dice el mensaje: “Que sus cruces sean para ustedes un medio en la lucha contra el pecado de hoy.” El sentido de esta frase la invitación a colaborar con la conversión de los fieles por medio del apostolado de la Cruz, o sea, por medio de la aceptación y del ofrecimiento a Dios de todos los sufrimientos. Es una invitación a ayudar a los demás con el dolor de cada uno. A no ver en la cruz una derrota sino una oportunidad valiosa para la transformación de las almas. Es el rostro victorioso de la cruz que Jesús descubrió y siguió en el Getsemaní y en el Gólgota; que los santos también descubrieron.
Este 3 de octubre Mons. Angelo Amato a nombre del papa, beatificó en el norte de Italia a una ama de casa y madre de seis hijos. A los 15 años perdió su padre. A los tres meses de haberse casado perdió a su madre. Amó muchísimo a su marido y a cada uno de sus seis hijos, a quienes educó en la fe, la oración y la virtud. Pero obsérvese, que a la edad de 39 años murió su marido después de 4 meses de enfermedad y luego de haber perdido dos hijos. Quedó sola con 4 niños. La niña más pequeña tenía sólo tres meses cuando murió su padre. Entonces murieron otros 3 hijos quedando vivo sólo el mayor Poldino, quien entró a un Monasterio benedictino. Sin embargo, también él murió a la edad de 26 años. Esta mujer, quien se consagró a Dios en el Orden de Viudas consagradas llegó a decir: “ Si ha existido en la vida una persona feliz, esa soy yo”. No fue masoquista, compréndase, sino que descubrió el lado victorioso de la Cruz; le sacó provecho. Cuando quedó sola se dedicó a servir a las niñas pobres de la calle, visitaba las cárceles y procuraba, a la salida de las internas, brindarles una vida digna en la sociedad. Llegó a fundar dos congregaciones religiosas que hoy dan mucho fruto en el mundo. Tal era la fama de santidad en vida, que hasta Don Bosco y el Arzobispo de Milán, la visitaban para pedirle consejo. Murió a la edad de 52 años. La cruz para ella fue una lucha constante contra el pecado del mundo y así pudo dar extraordinario fruto.
No le pidas a Dios que te quite la cruz. Pídele más bien la fuerza para cargarla con amor y para que te sirvas de ella para luchar contra el pecado. Como hizo Ana María Adorni. Esa mujer le dijo cientos de veces al Señor: “Te ofrezco mi dolor por la salvación de las almas”, y pudo redimir a muchas mujeres encarceladas, maltratadas… salvó a muchas niñas de la calle y sus obras continúan dando fruto en la Iglesia de Cristo. ¡Cuestiónate como estás viviendo la dimensión de la cruz en tu vida diaria!
En el mensaje también la Virgen dice: “Que su arma sea la paciencia y un amor sin límites, amor que sabe esperar y que los hará capaces de reconocer los signos de Dios, para que su vida con amor humilde, muestre la verdad a todos aquellos que la buscan en la tiniebla de la mentira”. Este es el corazón del mensaje de este 2 de octubre. La Madre invita a sus hijos a que se revistan de paciencia y de amor sin límites… Seguramente frente a los defectos del prójimo y frente a las circunstancias dolorosas por la que cualquiera puede atravesar.
La paciencia y el amor sin límites son dos virtudes que van unidas. Sin amor no puede haber paciencia y sin paciencia no puede haber amor. Una lleva a la otra. No obstante —y es la llamada de la Madre—: se deben cultivar las dos juntas. La paciencia no es un sentimiento, es una respuesta ante alguna dificultad, conflicto, malestar, incomodidad… La raíz de la palabra “paciencia” es la misma que “padecer”, “aguantar”, “calma” “esperar” ,“tranquilidad”, “serenidad” ,“soportar”, de lo cual se deduce: que quien es paciente es aquel que sabe permanecer en tal o cual situación, sin desfallecer. La Madre dice: “Que su arma sea la paciencia”. Como quien dice: “esperen, confíen, no se alteren… en medio de las pruebas”. Y por otro lado dice: “que la otra arma sea el amor sin límites.”. Estos son los medios más eficaces frente a la cruz. Fue el ejemplo del Señor en el Getsemaní y en el Gólgota. La Madre quiere que cada hijo suyo saque provecho de su propio Getsemaní y de su propio Gólgota: con paciencia y amor sin límite. Sólo cuando se actúa de esta manera se descubre la tiniebla de la mentira de la conducta de los demás.
Las armas de la “paciencia y del amor sin límite” no son pasivas, no son fracaso. Por el contrario: es la única manera, según el mensaje, de desenmascarar al maligno y su influencia en la mente de los demás. El amor es la mejor arma que todos poseemos para triunfar en medio de las injusticias, incomprensiones, abusos, atropellos.
Hace poco celebrábamos la memoria de una santa que triunfó por su manera de amar: Santa Teresa de Liseux. Ella llegó a exclamar: “en el corazón de la Iglesia, mi madre, yo seré el amor.” Después de muchos años de crisis existencial, descubrió que su vocación era el amor. Pero la vocación al amor no es sólo la vocación de Teresa del Niño de Jesús, sino la de todo cristiano: en el corazón de la Iglesia todos estamos invitados a amar sin límite. Así se vencen los asaltos del maligno y se desarman las tinieblas. No hay que tener miedo al amor.
Al final del mensaje la Madre dice algo muy importante: “Hijos míos, apóstoles míos, ayúdenme a abrir los caminos que conducen a Mi Hijo.” Es una de las raras veces que la Virgen llama a sus hijos “apóstoles”. Sabemos que ese término en la Escritura está reservado a los Doce y a sus sucesores, los Obispos. Pero ahora la Madre lo utiliza en forma genérica (no literal) para referirse a quienes escuchan sus mensajes. Recuérdese que el término Apóstol, del griego bíblico “apostolós” significa “enviado”, y es lo que la Virgen María espera de cada uno de sus hijos: que todos sean “enviados” humildes para que puedan abrir los corazones de los demás a Jesús. Y la mejor manera de hacerlo es con el propio TESTIMONIO. La Madre decía en el mensaje del 25 de septiembre: “Hablen menos y trabajen más en su conversión personal.”
La última parte del mensaje es del todo significativa: “Una vez más, los invito a la oración por sus pastores. Con ellos triunfaré. ¡Les agradezco!”. La Virgen quiere que oremos por los pastores de la Iglesia. No dice: “oren por los Obispos” o “por los sacerdotes”, sino “por los pastores”… porque con esta expresión entra toda la jerarquía de la Iglesia y también los religiosos que en muchos lugares son pastores. Entonces, considérese esta petición para este mes del Rosario. Cada vez que rezamos el salterio mariano podemos incluir a los “pastores” de la Iglesia, lo mismo en la Adoración a Jesús Sacramentado, o bien, en las intenciones de la Eucaristía.
La Virgen en el mensaje asegura que por medio de los “pastores” Ella triunfará. La expresión es misteriosa porque no sabemos a qué triunfo se refiere ni cuándo. No obstante, lo asegura. El Cardenal Ratzinguer (hoy Benedicto XVI) cuando comentó la tercera parte del “secreto” de Fátima escribió al respecto algo sobre ese triunfo:
“Quisiera al final volver aún sobre otra palabra clave del «secreto», que con razón se ha hecho famosa: «mi Corazón Inmaculado triunfará». ¿Qué quiere decir esto? Que el corazón abierto a Dios, purificado por la contemplación de Dios, es más fuerte que los fusiles y que cualquier tipo de arma. El fiat de María, la palabra de su corazón, ha cambiado la historia del mundo, porque ella ha introducido en el mundo al Salvador, porque gracias a este «sí» Dios pudo hacerse hombre en nuestro mundo y así permanece ahora y para siempre. El maligno tiene poder en este mundo, lo vemos y lo experimentamos continuamente; él tiene poder porque nuestra libertad se deja alejar continuamente de Dios. Pero desde que Dios mismo tiene un corazón humano y de ese modo ha dirigido la libertad del hombre hacia el bien, hacia Dios, la libertad hacia el mal ya no tiene la última palabra. Desde aquel momento cobran todo su valor las palabras de Jesús: «padeceréis tribulaciones en el mundo, pero tened confianza; yo he vencido al mundo» (Jn 16,33). El mensaje de Fátima nos invita a confiar en esta promesa.”
Oremos:
Oh Jesús, Te invitamos ahora a que nos ayudes a confiar en la Promesa de Tu Madre, la Reina de la Paz: “al final Mi Corazón Inmaculado triunfará”. Hoy nos ha dicho que ese triunfo vendrá por medio de los pastores. Por eso pongo delante de Ti a todos los pastores de la Iglesia Católica: a los Obispos, a los sacerdotes, a mi Párroco, a todos los diáconos de la Iglesia, y en general, a todos los ministros de tu Palabra; y cuantos me transmiten la fe.
¡Gracias por la llamada que Tu Madre me hace hoy para colaborar contigo en la salvación de las alamas por medio del Apostolado de la Cruz. ¡Gracias por el testimonio en la Iglesia de tantas almas consagradas! Pongo delante de Ti las necesidades de todos ellos, sobre todo las del orden espiritual: ¡que sean santos como Tú eres Santo!
Jesús, enséñame a ser humilde como Tu corazón ardientemente lo desea. Concédeme el don de dirigirme siempre a Ti con devoción humilde. ¡Que mi vida religiosa no sea una máscara más! Tú me conoces, sabes en realidad quien soy y lo que soy. Pongo delante de Ti todos mis defectos de carácter, mi impaciencia, mi falta de amor… en suma: mi orgullo, mi presunción y mi autosuficiencia.
Señor: enséñame, por medio de la oración, el ayuno y la meditación diaria de Tu Palabra a ser un apóstol que trabaja afanosamente por la conversión de las almas; sobre todo con mi manera de comportarme.
Te doy gracias Jesús, por todos los beneficios que he recibido a lo largo de mi vida: por mi hogar, mi familia, mis hijos, mis padres… por cuantos viven conmigo. Hoy Te los consagro una vez más.
En este mes dedicado al santo Rosario quiero pedirte cada día por todos los pastores de Tu Iglesia y por mi propia conversión: hazme descubrir cada día mis miserias, mis egoísmos, mis apegos, mis esclavitudes que impiden que sea un real apóstol en el mundo.
Jesús: ven hoy a mi corazón. Te recibo un vez más como mi único Señor y Salvador.
También recibo a hoy Tu Madre en mi corazón como mi principal Maestra de vida espiritual.
María gracias por Tu invitación Materna a la paz y la conversión de las almas: ayúdame a decir “sí” a Jesús y a los proyectos de Dios en mi vida.
Ven Espíritu Santo, ven por María y endereza todo lo que en mí esta torcido. Haz que vea siempre la luz y camine como hijo de la Luz.
Espíritu Santo: Te necesito. Necesito Tu Luz; Tu unción; Tu fuego de amor y de paciencia. Enciende mi corazón; ven por María y quédate en mi corazón.
P. Francisco A. Vérar