“Queridos hijos, el Padre no os ha dejado a merced vuestra. Su amor es inmenso, amor que me conduce a vosotros para ayudaros a conocerlo, para que todos, por medio de mi Hijo, podáis llamarlo con todo el corazón, “Padre” y para que podáis ser un pueblo en la familia de Dios. Pero, hijos míos, no olvidéis que no estáis en este mundo sólo por vosotros mismos, y que yo no os llamo aquí sólo por vosotros. Aquellos que siguen a mi Hijo, piensan en el hermano en Cristo como en ellos mismos y no conocen el egoísmo. Por eso, yo deseo que vosotros seáis la luz de mi Hijo, que iluminéis el camino a todos aquellos que no han conocido al Padre ―a todos aquellos que deambulan en la tiniebla del pecado, de la desesperación, del dolor y de la soledad―, y que con vuestra vida les mostréis a ellos el amor de Dios. ¡Yo estoy con vosotros! Si abrís vuestros corazones os guiaré. Os invito de nuevo: ¡orad por vuestros pastores! ¡Os lo agradezco!”
1. Abrirse al Amor del Padre.
Medjugorje, indiscutiblemente, es un gran don para la Iglesia del S. XXI y para toda la humanidad. Y el gran don —conviene nuevamente advertirlo—, es que María aparece todos los días y habla para todos dos veces al mes. En el encuentro de este 2 de mes, cuando la Madre pide que se hagan oraciones especiales “por quienes no conocen el amor de Dios”, afirma: “El Padre no los ha dejado a merced de ustedes mismos.” Fíjese que es como si dijera “ustedes no están solos, nunca han estado solos”. Y de esta manera se percibe, una vez más, que lo que desea Ella es acercar el mayor número de almas a Dios. Es la razón del porqué aparece aún en Medjugorje.
Ahora bien, si la Virgen aparece y la humanidad no se acerca a Dios, la finalidad de las apariciones no se cumple. Y esto lo debemos tomar en cuenta quiénes nos esforzamos en responder a las llamadas de la Virgen. Por otro lado, hay que advertir, no es necesario viajar hasta Medjugorje para comprender que el fin de la presencia prolongada de la “Gospa” no es otra que la conversión de las almas a Dios; como consta cuando se analizan los mensajes.
El mensaje de este 2 de noviembre, entonces, viene a ser una especie de colofón de cuanto ha estado ocurriendo en Medjugorje desde 1981, toda vez que se evidencia la urgencia de la conversión de todos. Se observa, que no hay tiempo que perder porque la Madre dice con claridad: “el amor de Dios es inmenso, amor que me conduce a ustedes para ayudarlos a conocerlo, para que todos, por medio de mi Hijo, puedan llamarlo con todo el corazón, “Padre” y para que puedan ser un pueblo en la familia de Dios.”
Cuando iniciaron las apariciones de Medjugorje también había dicho la Madre: “He venido para decirles que Dios existe, que en Él está la plenitud de la vida.” Y mencionó: “Si estoy con ustedes es porque Dios me ha enviado, tomen en serio mis mensajes, Dios no juega con la humanidad.” María aparece entonces, porque Dios tiene un plan para ayudar a todos por medio suyo. Y de los mensajes que ha dado se vislumbra, que el gran marginado de los tiempos presentes por el hombre es el mismo Dios: “Las ciudades y pueblos están llenas de iglesias y templos pero la gente no acude a ellos.” Mencionó la “Gospa” al inicio. Medjugorje, entonces, es una llamada continua que señala el retorno a Dios. Y todo se comprende desde el amor.
En las primeras semanas de las apariciones la Virgen sostuvo: “todo hombre que ha llegado al uso de razón puede conocer a Dios”. Y todos hemos escuchado por la Revelación Bíblica que la forma de conocerlo, y permanecer en Él, es por medio del amor. La teología y los cursos de religión cumplen su cometido cuando acercan el corazón del hombre al amor, de lo contrario fracasan. Para entender Medjugorje también hay que amar. No investigar sobre los informes científicos de quienes han estudiado el comportamiento de los videntes durante el éxtasis. Tampoco hay que esperar el “signo visible” que la Madre ha prometido al término de las apariciones diarias o fundamentarse en los testimonios de las curaciones que se han verificado. ¡No! Sólo hay que amar, porque Dios es Amor y los signos de Dios se comprender desde el amor.
María dice en el mensaje: “el amor de Dios es inmenso”. Y esta expresión carece de sentido si el hombre no se abre al amor. Nótese que la Virgen no lo afirma por Ella lo acaba de descubrir en el Cielo sino para que todo hombre se abra a Dios y experimente en profundidad Su amor. Las palabras de la Madre no son reflexiones filosóficas o meditaciones piadosas. Por el contrario, son espíritu y son vida. Están cargadas de amor y en el amor deben ser escuchadas. Si el hombre no se abre al amor no se puede abrir al don de María. Pero tampoco se puede abrir al Evangelio porque el Evangelio es amor y Dios es amor.
¡A Dios no se le puede experimentar con el cerebro sino con el corazón!
Cuando el hombre se abre al amor puede entender porqué la Madre aparece aún todos los días, por qué Jesús se encarnó, por qué murió en la cruz derramando Su Sangre por nuestros pecados. Todo se explica y se asimila desde el amor. Sin el amor no se entiende nada. Tampoco se entiende la Iglesia, que sólo se podría ver como una organización compuesta de seres humanos, y así se percibe sólo como un esqueleto sin carne, sin nervios, sin piel y sin Espíritu. Pero la Iglesia es un cuerpo, el cuerpo más perfecto, más santo y más completo porque Cristo es la cabeza y el Espíritu es Su alma.
2. Ser testigos del Amor de Dios.
La segunda parte del mensaje es la más significativa, porque lo anterior lo ha repetido muchas veces la Virgen. Dice: “hijos míos, no olviden que no están en este mundo sólo por ustedes mismos, y que yo no los llamo aquí sólo por ustedes.” Esta llamada es fundamental. Significa salir del ostracismo. Dejar de vivir la fe encerrado. Recuérdese que Jesús dijo: “Id al mundo entero y predicad el evangelio a toda la creación” Mc 16:20. Sin embargo, hay muchos que han hecho de Medjugorje una especie de Monte Tabor perpetuo: “Hagamos tres tiendas: una para mí, otra para mi familia, otra para mi grupo de oración…” Y es un error, una desviación del mensaje de la Virgen. Como hubiera sido un error para Jesús no haber descendido del Tabor y permanecer allí el resto de sus días. También hubiera sido un error muy grande que Apóstoles, después de Pentecostés, hubiesen acordado permanecer en el Cenáculo disfrutando del fuego del Espíritu Santo sin las implicaciones que comprometían su predicación. ¡Imposible! El Espíritu Santo no descendió para quedarse en ellos sino para que a través de ellos, pudiera llegar a los demás. Y del mismo modo, también la Virgen desciende hoy: no para que nos quedemos con Ella sino para que a través de nosotros pueda llegar a los demás. Por lo tanto, es un error hacer de Medjugorje una especie de burbuja, un oasis espiritual donde yo me puedo “recargar”, donde me puedo desconectar del mundo y ahí se acaba todo. ¡No! En Medjugorje comienza todo de nuevo. Medjugorje es un desafío, es una llamada. No es instalación, conformismo. Es revolución, pero de amor.
Las grandes ideologías fracasaron porque querían transformar el mundo con las armas, con la economía, con la razón. Y Jesús había enseñado que el mundo se transforma con el amor. Esa verdad es la que se proclama cada día en Medjugorje. Si un peregrino va a Medjugorje y no entiende esto no entendió nada. Perdió tiempo y dinero. Perdió una gran oportunidad de hacer algo concreto por los demás: amar en plenitud.
La Virgen en este mensaje llama a todos, específicamente, a dar testimonio de Jesús con la vida. Como igualmente lo hizo en el mensaje del mes de septiembre pasado: “Ustedes, los que viven en el amor de Dios y han experimentado sus dones, testimónienlos con sus palabras y su vida para que sean alegría y estimulo en la fe para los demás. Y este mes recalca: “yo deseo que ustedes sean la luz de mi Hijo, que ustedes iluminen el camino a todos aquellos que no han conocido al Padre ―a todos aquellos que deambulan en la tiniebla del pecado, de la desesperación, del dolor y de la soledad―, y que con su vida les muestren a ellos el amor de Dios.” Por lo tanto, no hay cabida para quedarse en el Cenáculo de Medjugorje y no pensar en la salvación de los demás. Hay que imitar la conducta de la Virgen que viene diariamente del cielo a la tierra para salvar el mayor número de almas posible. Y obsérvese además, que en el mensaje, la Madre no puntualiza que se deban hacer obras materiales o de predicación sino más bien, que se debe dar testimonio luminoso con el amor frente a quienes “no han conocido al Padre”. Y esto ¿qué puede significar?
La Madre quiere que cada uno de sus hijos irradie amor en todo tiempo y lugar. Es un serio compromiso. Porque, en efecto, se trata de demostrar siempre amor. Lo que a diario, necesariamente, se traduce en un comportamiento amoroso, cortés, delicado, tierno, servicial, generoso, humilde, sencillo, honesto… que excluye indiferencia, altanería, encerramiento, tratos bruscos… En suma: se trata de permanecer con las puertas del corazón abiertas de par en par al hermano, particularmente, al que vive en la obstinación del pecado, frente al desesperado, adolorido y sólo. Jesús dijo: “Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte. Ni tampoco se enciende una lámpara y la ponen debajo del celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa. Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.” Mt 5: 13-16
Obsérvese, que en el mensaje la Virgen no condena a nadie por estar en las tinieblas, sólo espera que se le lleve un poco de luz. Y todos debemos aprender de María. No nos toca a nosotros condenar, juzgar, criticar… y menos aún, apartar de nuestro lado a quien permanecen en el error. A estos sólo hay que amar sin cansarse. Cuando el corazón deja de amar envejece y no existe tratamiento en la tierra ―fuera del amor divino― que pueda rejuvenecerlo. Las drogas, el alcohol, el baile, los besos, los abrazos, el dinero… no rejuvenecen el corazón. ¡Es una falsedad que proclama el mundo! Según las enseñanzas de Jesús es sólo el Espíritu Santo quien lo puede transformar. Por eso dijo Jesús: “El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida. Juan 6:6. También: “Dios es espíritu, y los que adoran, deben adorar en espíritu y verdad.”Jn 4:24. Entonces, sólo cuando se vive en el Espíritu se puede cumplir con la misión de ser luz para los demás por medio del amor. No basta orar, ayunar, confesarse, ir a Misa. ¡Hay que vivir en el Espíritu! Es por medio del Espíritu como se puede vivir en el amor y expulsar lo negativo del corazón. Hay muchos en el mundo que esperan por nosotros los cristianos y no podemos hacerlos esperar más. Lamentablemente, se pierde demasiado tiempo en hoteles, playas, comidas, deportes, bienestar material… cuando se puede aprovechar más el tiempo en la oración y trabajo de la conversión personal. Y no es que no se pueda descansar, recrearse… Lo que se quiere enfatizar es que las cosas del mundo no llenan el corazón del hombre. Sólo Jesús por medio de la oración, la penitencia y la conversión; como también el pensar más en los demás que en sí mismo. Así vivió Jesús: nunca pensó en Él, siempre en los demás. Este mundo está al revés por el egoísmo. Un buen punto para comenzar a cambiar, entonces, es abriéndole el corazón a María. En efecto Ella dice: “Si abren sus corazones los guiaré”. Porque Ella es la Madre del Amor Hermoso. Por lo tanto, bien se puede sacar tiempo y disposición para esto: para dejar entrar a María en el corazón. Entonces la puedes invocar, la puedes llamar, le puedes pedir que visite tu corazón como visitó el de santa Isabel su prima en Aim Karim. Luego, Ella como Madre te enseñará a amar y corregirá tu vida. Un día dijo la Virgen en Medjugorje: “Queridos hijos: Yo los quiero conducir a ustedes como niños quedan sus primeros pasos”.
Oremos: Señor hoy reconozco mi error. He vivido en mi egoísmo pensando primero en mí, en mis cosas y mis familiares. He vivido engañado. Hoy Tu Madre me ha hecho ver la luz y por eso Te doy gracias. He salido por fin de las tinieblas. No puede haber pecado donde no hay egoísmo. La raíz de todo mal es el egoísmo. Hoy has abierto mis ojos por medio de Tu Madre, que también es mía. ¡Gracias Jesús!
A partir de hoy me esforzaré para dedicar más tiempo y ternura a mi prójimo, especialmente a quien más te ofende. A todo aquel que necesita más de mi amor, de mi atención. Quiero a partir de hoy llevar luz a quien permanece en tinieblas, a tantos desesperados por el materialismo, el apego al dinero, a las relaciones afectivas, a las drogas, al alcohol… A quien vive en soledad. Jesús ayúdame a no juzgar ni condenar a nadie. ¡Quiero encender solamente luz!
Espíritu de Luz: ven a mi corazón hoy, ven y enciende una vez mi corazón de Tu amor, de paz y de Tu amor. ¡Te necesito para salir de mi encerramiento y amar a mi prójimo!
María, gracias una vez más por Tu auxilio en este momento de dificultad en el que me encuentro por no saber amar. Hoy Te recibo una vez más en mi corazón como Madre, Señora y Maestra de mi vida interior. ¡Gracias por tus mensajes, por tus oraciones, por tu afecto. Te proclamo hoy como la Dueña y Señora de Mi corazón para por medio Tuyo ser todo de Jesús y de Dios Padre. ¡Amén!
P. Francisco A. Verar