“Queridos hijos, vosotros sois mi fuerza. Vosotros, apóstoles míos, que con vuestro amor, humildad y el silencio de la oración, hacéis que mi Hijo sea conocido. Vosotros vivís en mí. Vosotros me lleváis en vuestro corazón. Vosotros sabéis que tenéis una Madre que os ama y que ha venido a traer amor. Os miro en el Padre Celestial, miro vuestros pensamientos, vuestros dolores, vuestros sufrimientos y se los presento a mi Hijo. No tengáis miedo, no perdáis la esperanza, porque mi Hijo escucha a su Madre. Él ama desde que nació, y yo deseo que todos mis hijos conozcan este amor; que regresen a Él quienes, a causa del dolor e incomprensión, lo han abandonado, y que lo conozcan todos aquellos que jamás lo han conocido. Por eso vosotros estáis aquí, apóstoles míos, y yo como Madre, estoy con vosotros. Orad para que tengáis la firmeza de la fe, porque el amor y la misericordia provienen de una fe firme. Por medio del amor y de la misericordia, ayudaréis a todos aquellos que no son conscientes de que eligen las tinieblas en lugar de la luz. Orad por vuestros pastores, porque ellos son la fuerza de la Iglesia que mi Hijo os ha dejado. Por medio de mi Hijo ellos son los pastores de las almas. ¡Os doy las gracias!”
Como es que nosotros somos la fuerza de la Virgen? Porque Ella necesita colaboradores, instrumentos, apóstoles. Lo ha repetido muchas veces en sus mensajes. Sin nosotros, ni Ella, ni siquiera Dios, pueden hacer nada porque respetan nuestra libertad. Y aunque Dios lo puede todo y la Virgen es la Omnipotencia suplicante, quieren llamarnos a colaborar, cuentan con nuestro “si”; como decía San Agustín: “Dios que te creo sin ti, no te va salvar sin ti”. Somos la fuerza al ser apóstoles que viven con humildad sus mensajes, que oran y llevan su amor, que trasmiten a los demás el conocimiento de Jesús y su evangelio. Jesús nos dijo que permaneciéramos en su amor. Ahora La Gospa nos dice que vivamos en Ella y Ella en nuestros corazones (claro con Jesús).La Madre nos mira en el Padre celestial. Ella trabaja siempre como hija predilecta del Padre. Ella está en el Padre, nos ve desde el Padre y en El. De hecho lo que somos y tenemos viene del Padre y a El le pertenece. La Reina de La Paz, como su Hijo, no es indiferente a ninguno de nuestros sufrimientos y dolores. Es nuestra madre Dolorosa que le presenta a Jesús nuestras pruebas y problemas con la eficacia de su intercesión maternal y Jesús la escucha. Depositemos en Ella nuestra confianza. Es vida, dulzura y esperanza nuestra. Algunos dudan del amor de Jesús y en los momentos de dificultad le echan la culpa a Dios y se alejan de El. La Reina de La Paz quiere que todos los que se han alejado vuelvan a Dios y que crean en su amor, que lo conozcan y experimentan. También ora y nos pide oración por los que todavía no han experimentado el amor del Señor. Estamos ahora, aquí, con la Virgen y Ella está ahora, aquí con nosotros .Por eso: Ánimo siempre! Nada que temer. Perseverancia. Recordemos su mensaje más repetido: oración y fe firme, porque de ellas, provienen el amor y la misericordia. La confianza es el recipiente con el que recibimos el amor misericordioso y de acuerdo a su tamaño, así será la bendición. Debe ser grande nuestra fe, para que obtengamos misericordia en abundancia, no sólo para nosotros, sino también para los que no son conscientes y eligen la oscuridad y las tinieblas. Una vez más pide: “oren por los pastores”. Esta intención debe estar siempre en primer plano. Si hay buenos, santos y suficientes pastores, habrá crecimiento y vida en abundancia.
Padre Inocencio Llamas