“Queridos hijos, con amor materno y paciencia materna, de nuevo os invito a vivir según mi Hijo, a vivir Su paz y Su amor. Que como mis apóstoles aceptéis, con todo el corazón, la verdad de Dios, y que oréis al Espíritu Santo para que os guíe. Entonces podréis servir fielmente a mi Hijo y con vuestra vida, mostrar Su amor a los demás. Por medio del amor de mi Hijo y de mi amor, yo como Madre, me propongo llevar a mi abrazo maternal, a todos los hijos extraviados y mostrarles el camino de la fe. Hijos míos, ayudadme en mi lucha materna y orad conmigo para que los pecadores conozcan sus pecados y se arrepientan sinceramente. Orad también por quienes mi Hijo ha elegido y en Su Nombre ha consagrado. ¡ Os doy las gracias!”
Queridos hijos, con amor maternal y con maternal paciencia los invito nuevamente a vivir de acuerdo a mi Hijo
¿Cómo se vive de acuerdo a Jesús? En obediente unión con Dios y con corazón humilde y puro.
a difundir su paz y su amor
No se trata de solamente difundir el anuncio evangélico, el Kerigma. Es decir no basta con anunciar que Jesucristo murió y resucitó, que es Dios hecho hombre que vino a salvar al hombre y que no hay otro Salvador sino Él. Sí, es necesario hacerlo pero no es suficiente sino se lo vive en sí mismo. A la Buena Nueva se la propaga difundiendo, junto al mensaje de salvación, la paz y el amor de Cristo.
y así, como apóstoles míos
Queda claro, entonces, que el apóstol de la Santísima Virgen es quien viviendo de acuerdo al Señor, obediente a Dios, manso y humilde de corazón, lleva la paz y el amor al ambiente donde le toque vivir e ir.
puedan acoger con todo el corazón la verdad de Dios y orar para que el Espíritu Santo los guíe
Esta parte del mensaje es de una densidad enorme porque hoy más que nunca no sólo vivimos inmersos en la negra oscuridad del error, de la falsedad, del pecado sino que la sociedad a todo esto que es intrínsecamente malo lo toma por un bien. Por tanto, se vive de modo tal que en materia de moral y de fe nada hay que corregir y de nada hay que arrepentirse. Se vive sin Dios.
La advertencia de Dios es tremenda y no deja lugar a dudas cuando dice, por boca de su profeta Isaías: “Ay, de los que llaman al mal bien y al bien mal, que tienen las tinieblas por luz y la luz por tinieblas” (Is 6:20).
El apóstol verdadero es apóstol de la verdad y puede servir de guía para otros porque es, a su vez, guiado por el Espíritu Santo. Es el Espíritu Santo quien muestra la verdad e ilumina la Palabra siempre viva, que es la Verdad misma, para que la Palabra sea anunciada tal cual es y para que seamos por ella interpelados.
A la verdad de Dios se opone la mentira del Demonio. Nuestro Señor en el Evangelio lo llama Padre de la Mentira y también Príncipe de este mundo.
La mentira se enseñorea en el mundo disfrazándose de verdad y en ocasiones de caridad. Es el caso de lo que se llama eufemísticamente “muerte digna”. La Iglesia habla de defensa de la vida desde el momento de la concepción hasta el de su muerte natural. Por muerte natural se entiende que el hombre no acorte la vida de otro, matándolo, ni que prolongue su muerte en un ensañamiento terapéutico. Usando esa expresión, que tan bien suena, “muerte digna”, se cuela la eutanasia.
Bajo los nombres mentirosos de ley de salud reproductiva y de interrupción del embarazo se mata a un inocente y a eso se lo llama derecho.
Este tipo de mentiras criminales a fuerza de repetirse sofocan las conciencias y entran a formar parte de la categoría de bienes.
Mentira, otro ejemplo, es decir que todas las religiones son iguales. Mentira es sostener que, siendo Dios misericordioso, no puede haber castigo eterno y que finalmente todos se salvan.
Diabólico es culpar a Dios del mal del mundo. Es diabólico porque el Acusador no sólo nos acusa a nosotros sino a Dios mismo. Por eso, ante el mal que padecen los inocentes, unos -interpelando a Dios- se declaran ateos y otros ante el mismo mal se interpelan a sí mismos. Estos últimos son los que transitan caminos de santidad, los que se preguntan qué puedo hacer yo para aliviar el dolor y para combatir el mal.
En el gran libro de la mentira los falsos profetas junto a los falsos maestros ocupan todo un capítulo aparte.
Entre los falsos profetas hay falsos teólogos y falsos videntes. Los primeros erigen conjeturas que elevan a la categoría de verdad. Si sus teorías son desmentidas por la realidad, entonces peor para la realidad. Nunca se desdicen, nunca admiten errores. Para ellos el Magisterio no es infalible, sólo ellos son infalibles. Al Magisterio lo atacan constantemente. Atacan al Papa porque la única autoridad es la de ellos. Si son biblistas tratan a la Palabra como quien diseca un cadáver. Parten del prejuicio de la no sobrenaturalidad y así los milagros y el mundo sobrenatural como el angélico no existen ni existieron sino que han sido invenciones posteriores, recursos o estilos literarios propios de la Biblia o bien elaboraciones teológicas que persiguen dar una enseñanza. Estos falsos teólogos son los que sostienen que hubo un Jesús histórico, de quien se conoce muy poco o nada, mientras que se predica y cree en un Cristo de la fe que surge posteriormente como decantado de las primeras comunidades cristianas. Una de las viles consecuencias de esta herejía es el poner en duda (o sea insidiosamente negar) el acontecimiento central de la fe que es la Resurrección. San Pablo lo pone muy claramente cuando dice: “Y si Cristo no resucitó vana es nuestra predicación, vana es también vuestra fe” (1 Cor 15:14). Y agrega: “Si sólo para esta vida tenemos puesta la esperanza en Cristo, ¡somos, de todos los hombres, los más dignos de compasión! ¡Pero no! Cristo resucitó de entre los muertos, primicia de los que murieron” (1 Cor 15:19-20).
Falso vidente es el que engaña o el que es engañado y cree que lo que recibe es de Dios cuando no lo es. Las advertencias sobre este tema nunca serán suficientes. Hay una gran profusión de estos personajes, algunos ya de vieja data y otros que se van incorporando. Decididamente, éste es un signo de los tiempos: el acrecentarse de falsos videntes con falsos mensajes, verdaderos agentes de confusión. sumado al otro signo, la apostasía general.
Entre ellos están, entonces, los que se hacen pasar por auténticos videntes que reciben mensajes, los que, a su vez, son plagiados o imitados de los auténticos, y están los que sí reciben mensajes pero no vienen de Dios. Por ese motivo, hoy más que nunca es importante el discernimiento de espíritus.
Muchas personas de buena fe juzgan equivocadamente porque piensan que si alguien tiene conocimiento de realidades que están ocultas a los demás y si anticipan cierto acontecimiento futuro, son por eso auténticos profetas. Para ilustrar este peligroso equívoco es necesario recurrir a la Palabra de Dios. Concretamente a Hechos de los Apóstoles, al capítulo 16 donde san Lucas relata el episodio de una esclava que seguía a Pablo y a sus compañeros gritando: “Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, que os anuncian un camino de salvación”. Si simplemente nos atuviéramos al anuncio diríamos que esa mujer estaba en la verdad. Por cierto que lo que decía era verdad, lo que se le había revelado hasta allí era verdad. Pero –nos informa san Lucas- estaba poseída de un espíritu de adivinación. El mal espíritu puede decir la verdad pero nunca puede ser espíritu de verdad y por tanto fuente de verdad. Si usa la verdad es para enmascarar un engaño mayor. ¿Qué hace san Pablo? La exorciza. Le dice al espíritu: “En nombre de Jesucristo, te mando que salgas de ella”, y el espíritu en el mismo instante salió. (Cf. Hch 18:16ss).
Faltando discernimiento se corre el peligro de caer en la trampa y dar por auténtico lo que es falso, dar por algo de Dios lo que es del Diablo. Esto es lo que hoy ocurre y no pocas veces. Es así como la medianidad, que es de origen diabólico, se toma por carisma. La medianidad consiste en penetrar la realidad y saber de acontecimientos distantes en la geografía o en el tiempo o de padecimientos de una persona. Así, sin más, es adivinación y la práctica de la adivinación es abominable a Dios, como claramente lo dice la Palabra en Deuteronomio, capítulo 18 versículos 9 y siguientes. Ciertamente que hay quienes se dicen adivinos y son meros embusteros, pero hay otros que tienen verdaderos poderes de adivinación y eso es demoníaco. Por supuesto que quien engaña y miente lo hace bajo la acción del Padre de la Mentira, pero el alcance del daño es más limitado.
El falso vidente de mayor cuidado es el que recibe sí mensajes que no vienen de Dios y a quien el Maligno le transmite además poder de seducción.
También se difunden las falsas enseñanzas de falsos maestros. Sus escritos suelen presentarse o como auto ayuda o como una suerte de guía espiritual. Dicen ser católicos, habiendo, por cierto, entre ellos y entre los falsos teólogos, sacerdotes y alguna que otra religiosa. Para colmar la confusión sus libros se venden en librerías católicas y sus opiniones aparecen en algunas revistas también llamadas católicas. Uno de ellos, muy renombrado y muy vendidos sus libros, suplanta directamente a Cristo por Freud.
Porque la oscuridad es tan grande, porque el humo de Satanás –como lo denunciaba el Papa Pablo VI a comienzos de los años setenta- penetró hasta en la misma Iglesia, es por ello que la Santísima Virgen viene y viene como Madre de cada uno de nosotros y Madre de la Iglesia. Viene para decirnos que permanezcamos unidos a Ella, que es estar unidos a Cristo, que esparzamos el perfume del Señor llevando su paz y su amor a todas partes. Que sigamos fieles a la verdad, que es la verdad de Cristo, que es la verdad del Magisterio de la Iglesia que tenemos compendiada en el Catecismo, y nos exhorta a que oremos al Espíritu Santo para que, en todo momento, tengamos la luz de la verdad en medio de las tinieblas del error y de la mentira.
Orar al Espíritu Santo, valga también esto decirlo, no es simplemente hacerle una novena o buscar una oración más o menos larga sino poner el corazón al pedir su guía porque sin su guía el alma se pierde.
Entonces podrán fielmente servir a mi Hijo
Es recién a partir de la iluminación de la verdad que se podrá ser fiel a lo que el Señor quiere de nosotros. Porque quien, aún de muy buena fe, está en el error, quien permanece en la confusión, desatendiendo las advertencias del Magisterio, y no discierne los signos cayendo en el engaño, por ejemplo de falsos profetas, no está siguiendo al Señor y si difunde la mentira no lo está sirviendo sino que sirve, mal que le pese, al Enemigo.
La seducción de la mentira se ejerce sobre todo, como lo dice san Pablo en su segunda carta a los cristianos de Tesalónica, en quienes no aceptan el amor a la verdad. Son, en palabras de nuestra Santísima Madre, en este mismo mensaje, aquellos que no “acogen con todo el corazón la verdad de Dios”. Al no acogerla, con pasión, con todo el corazón, se quedan con la “verdad” del Diablo, que es el engaño que lleva a la perdición (Cf 2 Ts 5:16-17).
y, mostrar a los otros su amor con sus vidas
La soberbia, el empecinamiento orgulloso en el error, el rechazo a seguir la verdad, oscurece el corazón y lo mantiene frío, incapaz de amar.
Recapitulando: Este camino de seguimiento de Cristo bajo la guía segura de nuestra Madre –que se manifiesta en cada mensaje- es el del apostolado de los hijos de María. De esos apóstoles que veía brillar san Luis María Grignion de Monfort en los últimos tiempos. Es el apostolado de los hijos de la Mujer, “los que guardan los mandamientos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús” (Ap 12:17). El apóstol de la Virgen es aquel que combate con la oración y entre ellas principalmente el Rosario y que convence más que con la palabra con el ejemplo testimonial, por su amor de donación y por su generoso despojamiento.
Por el amor de mi Hijo y mi amor, como Madre, lucho para llevar todos mis hijos extraviados en mi abrazo maternal y para mostrarles el camino de la fe
Por el amor de los Sagrados Corazones, de Jesús y de María, la Virgen entabla batalla para rescatar a los hijos que están fuera del camino de fe. Y Ella lucha para arrebatarlos de las garras del Demonio y protegerlos encaminándolos hacia la fe en Cristo que salva.
Hijos míos, ayúdenme en mi lucha maternal y oren conmigo
Nos está diciendo: “Ustedes que quieren ser o que son ya mis apóstoles –ustedes que viven en la paz y el amor de Dios- únanse a mi lucha llevando esa paz y ese amor donde estén y adonde vayan. Que ese amor los impulse a unirse a mi oración para “que –por la oración y el testimonio de vida de ustedes- los pecadores puedan volverse conscientes de sus pecados y sinceramente se arrepientan”.
Quienes han desalojado a Dios de sus vidas por la indiferencia o por la rebeldía de una falsa autonomía pretenden vivir libres sin la verdad. Cuando la libertad no está ordenada a la verdad, cuando lo voluntad no es por ella gobernada entonces son las sensaciones, las emociones y los instintos los que gobiernan la voluntad. Cuando esto ocurre se peca sin saber que se ha pecado, porque se ha perdido la conciencia moral, pero ello no quita ni disminuye las consecuencias. Por eso, nunca pueden ser felices quienes siguen ese camino. Los que así viven, dándose sus propias reglas o ninguna, no saben porqué no tienen paz, no ven porqué sus vidas son caóticas y sin sentido, no alcanzan a comprender porqué el calor del amor no llega a ellos ni parte de ellos. Caminan por el ancho camino en declive que los lleva a la total perdición. Sin notarlo, sin darse cuenta. No conocen el gozo del corazón. No hay alegría en sus rostros ni sonrisa en sus labios porque no hay esperanza, ya que todo es efímero y corto, muy corto y el horizonte es la nada.
Por esos hijos que están adormecidos en letargo mortal, porque viven en pecado grave sin siquiera notarlo, porque están anestesiados e incapaces de discernir al tomar acríticamente lo que le presentan como bueno cuando no lo es, porque son estafados espiritualmente y van hacia la ruina espiritual, por todos ellos, nuestra Madre nos llama a unirnos a la lucha.
Nuestro acompañamiento a la obra de salvación de nuestra Madre es la oración de intercesión por ellos y nuestro ejemplo de vida para que, confrontándose, se den cuenta de dónde viene la verdadera paz y la alegría que a ellos les falta.
La consigna es orar, no dejar de orar. Y también, siempre, por los sacerdotes a quienes hoy los identifica como aquellos a quienes Cristo eligió y consagró.
P. Justo Antonio Lofeudo
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