¡Queridos hijos! También hoy los invito a la oración, especialmente hoy cuando Satanás quiere la guerra y el odio. Yo los invito de nuevo, hijitos: oren y ayunen para que Dios les dé la paz. Testimonien la paz a cada corazón y sean portadores de paz en este mundo sin paz. Yo estoy con ustedes e intercedo ante Dios por cada uno de ustedes. Y no teman, porque quien ora no teme el mal y no tiene odio en su corazón. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado!
¡Queridos hijos! También hoy los invito a la oración, especialmente hoy cuando Satanás quiere la guerra y el odio
Sabemos que nuestra Madre habla para el tiempo que nos toca vivir y esta invitación a la oración va dirigida a los acontecimientos que estamos padeciendo hoy.
Como otras veces antes, menciona al enemigo –tal el significado del nombre Satanás- de Dios y del hombre, enemigo que alimenta el odio y suscita la guerra.
La lucha entre el bien y el mal no es en primer lugar la de los hombres porque el bien y el mal están más allá de cualquier alineamiento humano. Este combate es el del Cielo, es decir el de María -enviada en estos tiempos por Dios como Reina de la Paz- contra el Infierno, contra Satanás y todos los espíritus del mal.
Es la lucha entablada entre los que escogen la destrucción y el aniquilamiento, instigados por quien es homicida desde el principio y padre de la mentira (Jn 8,44), y los que escuchan y responden al llamado a la oración que hace quien es Madre de todos los hombres y todos los pueblos. Hoy, nosotros, estamos especialmente invitados a la oración.
Yo los invito de nuevo, hijitos: oren y ayunen para que Dios les dé la paz
Ya desde el inicio de estas apariciones de Medjugorje, varias veces nuestra Madre nos dijo que con la oración y el ayuno se evitaban las guerras o se detenían aquellas ya iniciadas. Hoy, ante la inminencia de los acontecimientos, nos lo vuelve a recordar. Y agrega: “para que Dios les dé la paz”. La paz es un bien, la paz es un don que sólo Dios puede dar. La paz viene de la Cruz de Cristo. Él es quien nos da la paz, la misma que María viene a traernos, pero no como la que da el mundo. Él es quien ilumina a los que habitan en tinieblas y sombras de muerte y quien guía nuestros pasos por el camino de la paz. Pero, esta gracia que Dios nos da requiere de nosotros oración y ayuno. Oración y ayuno del corazón. Porque inmediatamente después nos dice:
Testimonien la paz a cada corazón y sean portadores de paz en este mundo sin paz
Testimoniar la paz significa ser paz para el otro. Sólo en la oración recojo la paz que Dios me da y la mantengo en mi corazón. Esa oración es la del corazón purificado, la oración del corazón que perdona y que no guarda sentimientos negativos porque con la gracia de Dios los erradica.
Ser portador de paz es trabajar para la paz desde el ámbito en que cada uno se mueve. Y trabajar para la paz es una bienaventuranza:
“¡Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios!” (Mt 5,9).
Nuestra Madre nos llama a la bienaventuranza, a la dicha de vivir en la tierra un anticipo del Cielo. Felicidad que no termina en nosotros sino que se derrama a nuestro paso, llevando el bien de la paz allí donde no hay paz.
Yo estoy con ustedes e intercedo ante Dios por cada uno de ustedes
¡Cuánta seguridad transmiten estas palabras de nuestra Madre y Reina de la Paz!
Ella no nos abandona. Ella nos sostiene con su presencia orante. ¡Cómo esta Madre ha de abandonar a sus hijos en momentos de peligro, cuando el enemigo está al acecho? ¡Imposible! A aquellos que objetan la veracidad de las apariciones, por el largo tiempo de permanencia de la Madre de Dios entre nosotros dando mensajes, los acontecimientos que estamos viviendo y a los que podríamos ir al encuentro deberían servirles de respuesta. También dan la razón de porqué ha venido con este título: Reina de la Paz.
María Reina de la Paz incansablemente intercede por nosotros. Y ese “nosotros” no debemos entenderlo como un pronombre genérico sino que debemos traducirlo por el nombre concreto de cada uno. María intercede por cada hijo en particular y está cerca de cada uno. Es por eso que subraya: “intercedo ante Dios por cada uno de ustedes”.
Y no teman, porque quien ora no teme el mal y no tiene odio en su corazón
Cuando oramos y hacemos lo que nuestra Madre del Cielo nos pide, sentimos su protección. Cuando oramos como Ella nos pide, con el corazón, no podemos guardar odios ni rencores.
El Santo Padre, en perfecta sintonía con la Santísima Virgen, acaba de decir: “El odio, el fanatismo y el terrorismo profanan el nombre de Dios y desfiguran la imagen auténtica del hombre”. Esa imagen es la que María viene a restaurar para hacer de nosotros, por medio del camino que traza con sus mensajes, verdaderos hijos de Dios.
Para aquellos que, aún después de estos acontecimientos, puedan preguntarse porqué tanto tiempo de apariciones, roguemos para que el Señor les haga ver la luz y reconozcan que todo lo que pasa en Medjugorje, en el oasis de paz de Nuestra dulce Gospa, viene directo del Cielo. De lo contrario, ya habría desaparecido.
Oremos también para que otros conozcan en este día el Mensaje de Paz.