Comentario del mensaje del 25 de Junio de 2008

“¡Queridos hijos! También hoy con gran alegría en mi corazón os invito a seguirme y a escuchar mis mensajes. Sed portadores alegres de paz y de amor en este mundo sin paz. Estoy con vosotros y os bendigo a todos con mi Hijo Jesús, el Rey de la Paz. ¡Gracias por haber respondido a mi llamada! “

En este mensaje desbordante de alegría, la Santísima Virgen expresa con palabras lo que para los videntes ha sido una experiencia inmensamente más rica: la de poder percibir la inefable dicha de la Madre que está con sus hijos a quienes tanto ama. Nuestra Madre Santísima está feliz porque puede estar con nosotros de este modo único. Para nosotros es la alegría con que festejamos 27 años de su presencia ininterrumpida, y festejándolos damos gracias al Señor que nos envía a su Madre. Todos debemos sentirnos felices de gozar de tanta gracia en este tiempo de misericordia divina.

La Reina de la Paz nos invita –con gran alegría en su corazón- a escuchar sus mensajes y a seguirla.

Escuchar el mensaje significa más que simplemente leerlo u oírlo, porque escuchar supone poner atención a lo que se lee u oye para luego conformar la vida a esa escucha.

A su pueblo Yahvé le da como primer mandato el de escuchar cuando, por medio de Moisés, le dice: “Escucha, Israel: el Señor es uno, uno solo es nuestro Dios”. Y luego agrega: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas. Los mandamientos que hoy te doy quedarán grabados en tu corazón…” (Dt 6:4-6). Le manda Dios prestar mucha atención y, para no olvidar su mandamiento, grabarlo en el corazón. Es decir que no le exige una simple rememoración sino que le manda “recordar”, o sea repasar lo acontecido que fue grabado en el corazón, para que cada mandamiento sea parte de la vida misma de cada miembro del pueblo de Dios.

Así como Yahvé manda a Israel a amarlo con todo su ser y a grabar los mandamientos en el corazón, así también ahora para verdaderamente satisfacer el llamado de la Madre de Dios hay que poner todo el corazón en lo que se escuche, haga y recuerde.

El corazón es lo más íntimo, secreto y sagrado de cada uno y de allí debe partir cada oración, cada sacrificio, cada ofrenda a Dios. Por eso, también el corazón debe ser purificado de toda mala intención, de todo mal pensamiento y de todo mal sentimiento renunciando al odio, al ánimo de venganza, al resentimiento, a la envidia, al egoísmo que hace del otro un objeto de pertenencia o que lo ignora y desprecia. Debe ser el corazón purificado con el perdón que se da y con el perdón que se pide a Dios por la ofensa cometida y a quienes hemos herido.

Debemos, como nos enseña la Santísima Virgen, purificarnos acudiendo asiduamente al sacramento penitencial y de reconciliación, es decir a la confesión sacramental porque allí nos reconciliamos con Dios recibiendo su perdón y al mismo tiempo las gracias, las fuerzas y la bendición para seguir en el camino de fe y de amor.

Nuestra Madre reclama nuestra atención a sus mensajes para que tomemos muy seriamente sus llamados y poder así seguirla. Por eso dice “los invito a seguirme y a escuchar mis mensajes”. En realidad el orden es el inverso, puesto que lo primero que debemos hacer es escucharla para después poder seguirla. Seguirla significa poner en práctica lo que nos pide y que hemos escuchado con atención y grabado en nuestros corazones, y luego ponerla a Ella como modelo y como guía que conduce a Cristo, que lleva a Dios.

No hay dudas, la Santísima Virgen nos está conduciendo por el camino que asciende a Dios, llevándonos a su Hijo, enseñándonos a ser Iglesia, viviendo devota y comprometidamente la fe, escuchando y meditando la Palabra, orando y adorando con el corazón, acercándonos a los sacramentos con unción y con la confianza que en ellos están los medios que el Señor dejó a su Iglesia para la salvación del mundo.

María Reina de la Paz nos guía, pero lo hace no a la distancia sino acompañándonos, estando siempre muy cerca. Fijémonos cómo en este mensaje una vez más nos dice: “estoy con ustedes”. Quiere decirnos estoy cerca de ustedes, no en el infinito celestial sino que desciendo a la tierra, a la vida de cada uno para estarles muy cerca. Lo hemos comprobado en todos estos años: si la Santísima Madre reitera sus pedidos es porque no se ha puesto delante de nosotros para que la sigan los que puedan, sino que va acompañando a cada uno, sobre todo al rezagado, y se detiene para que puedan avanzar los que se han quedado en el camino y los que acaban de llegar. Y lo hace así, repitiendo mensajes ya dados, porque Ella es Madre y como Madre ve todo y sabe que no cumplimos cabalmente sus pedidos y que no siempre nos empeñamos a fondo en vivir los mensajes.

El que verdaderamente escucha a la Madre de Dios y pone en práctica sus palabras edifica su vida sobre la roca, que es Cristo, y queda al abrigo de las tempestades y de los ataques a la vida que vienen del mundo (cf Mt 7:25).

El mensaje de hoy es también el de ser portadores de paz y de amor hacia el mundo descreído, triste, violento, oscuro. Para ser portadores de paz y de amor hay que primero escuchar para aprender a seguir a María, Reina de la Paz.

No nos dice ser meros transmisores sino portadores, esto es personas que viven aquello que llevan al mundo y lo dan con alegría.

Porque Ella nos exhorta a ser portadores alegres de la paz, aludiendo seguramente a la alegría de las bienaventuranzas, cuando el Señor declara dichosos, felices, verdaderamente alegres por ser bienaventurados, a aquellos que crean la paz en su alrededor porque serán llamados hijos de Dios (cf Mt 5:9).

Ser llamados hijos de Dios, en el sentido bíblico no es un simple apelativo sino que implica serlo verdaderamente. En un sentido espiritual pero profundo, se es hijo de Dios porque Dios se hizo hijo del hombre.

Si unimos a tal dignidad, la de ser hijos de Dios, lo que nos fue revelado en Jesucristo, que Dios es amor (cf 1Jn 4:8), como hijos del Amor participaremos del amor y de la paz que vienen de Dios y seremos sus portadores y propagadores, y los reflejaremos en el mundo que es ciego y oscuro porque no conoce a Dios, porque lo niega y huye de Él.

Este mundo niega a Dios y lo rechaza en cada acto, en cada opción, en cada manifestación y en cada decisión política.

Quien siembra divisiones, quien no tiende puentes de entendimiento, quien no actúa con grandeza, quien no es capaz de perdón y es animado por deseos de revancha, niega a Cristo, niega a Dios, niega la paz y el amor.

Los hijos de Dios son los que nacen de lo alto, del Espíritu, llevando consigo la impronta divina del amor y el sello de la paz de Cristo en el corazón.

Qué gran alegría y qué consuelo saber que el Señor y su Madre están tan cerca de nosotros, que Jesucristo, Rey de la Paz, y su Madre, Reina de la Paz, nos bendicen. Ella con su bendición maternal y real, Él con su bendición divina.

¡Muy feliz 27mo. aniversario a todos con nuestra Madre del Cielo!

P. Justo Antonio Lofeudo mss
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