“Queridos hijos: estoy en medio de vosotros porque deseo ayudaros a superar las pruebas que este tiempo de purificación pone delante de vosotros. Hijos míos, una de ellas es el no perdonar y el no pedir perdón. Cada pecado ofende el amor y os aleja de Él; ¡el amor es Mi Hijo! Por eso, hijos míos, si deseáis caminar conmigo hacia la paz del amor de Dios, debéis aprender a perdonar y pedir perdón. ¡Os lo agradezco!”
Por lo general, los mensajes que la Madre nos da el dos de cada mes obedecen a nuestra conducta con el prójimo. En el mensaje del 25 de agosto pasado, nos pidió orar constantemente y buscar durante el día un lugar para la oración personal en recogimiento. Pero en el mensaje del dos de septiembre agrega una invitación concreta para hacernos reflexionar que no podemos orar con el corazón si se descuida la relación con el prójimo.
El mensaje de este dos de mes, cuando la Virgen nos pide que oremos «por quienes no experimentan el amor de Dios en sus corazones» comienza diciendo: «queridos hijos: estoy en medio de ustedes porque deseo ayudarlos a superar las pruebas que este tiempo de purificación pone delante de ustedes». Si el mensaje se hubiera quedado hasta allí, cada cual hubiera sacado sus propias conclusiones, de que esas pruebas eran las del orden afectivo, familiar, económico o de la salud. O bien, en el campo social: la aprobación antinatural, que algunas legislaciones han hecho recientemente, aprobando los matrimonios homosexuales con adopción de niños, la aprobación de los abortos, los divorcios exprés. O bien, en el campo ecológico: las inundaciones, huracanes… Pero la Madre va más allá, porque sabe que la raíz de los males reside en el corazón del hombre.
Dios envía a Su Madre en este tiempo de purificación para ayudarnos. La Virgen no es una “carga” para la Iglesia sino una ayuda, un medio extraordinario de Dios de intercesión frente a los tiempos que estamos viviendo. ¡Ella está para ayudarnos! En realidad, es una gracia que aún se esté apareciendo todos los días en Medjugorje. Que nos siga dando sus mensajes cada mes y que en cada aparición ore y bendiga a los peregrinos presentes. Pero todavía hay algo más importante: que la Madre espera que todos le abramos cada día las puertas del corazón de para en par, para que pueda conducirnos. En este mensaje nos recuerda que está entre nosotros para ayudarnos como Madre y desea ayudarnos a superar las pruebas.
Ahora bien, la Madre puntualiza una prueba particular. No ha dicho que sea la más urgente ni la única que le interese que superemos. Cada cual tendrá las suyas. Pero la Madre ve una prueba que toca a todos sus hijos, la prueba del perdón. ¿Por qué el perdón es una prueba? Porque detrás de él se esconde una herida. Veamos.
La Virgen dice en el mensaje: «Hijos míos, una de ellas es el no perdonar y el no pedir perdón» Cuando una persona no quiere perdonarse a sí misma, no quiere perdonar al prójimo, sin darse cuenta, se está sometiendo a una prueba. Pero se debe aclarar de inmediato, que esa prueba no viene de Dios sino de sí mismo. No obstante, toda prueba Dios la permite.
¿Por qué cuando una persona no perdona es una prueba? La respuesta es simple: Dios observa cuánto el alma ama. Obsérvese que el mismo mensaje dice: «Cada pecado ofende el amor y los aleja de él» Por lo tanto, cuanto más una persona le cuesta perdonar más probada será en el amor. Hay que orar, ayunar, confesarse cada mes, meditar los mensajes de la Virgen, asistir a Misa regularmente… pero sin caer en el fariseísmo, que es lo propio de aquellos que, según el evangelio: no viven lo que predican, dicen una cosa y hacen otra. El fariseísmo es hipocresía, comedia, falsedad, porque no se fundamentaba en al amor, sobre todo en el amor al prójimo.
Recuérdese, que Dios nos prueba en el amor porque es el amor es la asignatura final. Cuando cada cual se presente delante de Dios todos seremos examinados en el amor. Y por lo mismo, todas las prácticas de piedad deben ser encausadas hacía él. Por eso la Madre, que nos pide orar tanto, siempre dice que el mensaje más importante que Ella trae a la humanidad es la conversión. Está más cerca de Dios y de María, no quien más ora o quien más trabaja en la Iglesia, sino el que más amor tiene en su corazón. Y la expresión más radical del amor, se subraya, no es el afecto ni el sexo (como frecuentemente enseña el mundo) sino el perdón.
La palabra perdón o perdonar proviene de dos términos. Del sufijo latín «per» y del verbo «donare». La preposición «per» significa «por medio de» o «en presencia de» o «excesivamente»; y «donare» significa: regalo, entrega, donación, obsequio, dar… En otras palabras, el que perdona es aquel que sabe donarse, «obsequiarse» o entregarse abundantemente. De ahí que el perdón es la expresión más radical de amor. Y también de la oración. La Virgen ha puesto el dedo en la llaga. No quiere que sus hijos se queden en el pietismo o que hagan de Medjugorje sólo una devoción. Medjugorje es siempre un llamado serio a la conversión que pasa por medio del amor.
El mensaje de este dos dice: «Queridos hijos: estoy en medio de ustedes porque deseo ayudarlos a superar las pruebas que este tiempo de purificación pone delante de ustedes. Hijos míos, una de ellas es el no perdonar y el no pedir perdón. Cada pecado ofende el amor y los aleja de él; ¡el amor es Mi Hijo!» Para vivir este mensaje, el primer paso es la humildad. No la oración o el ayuno. Tampoco la opinión de cada cual. A veces el racionalismo es la mayor barrera para perdonar o pedir perdón. Cuando cada cual se presenta humilde ante Dios y el prójimo es fácil perdonar y pedir perdón. Una persona puede saber que debe perdonar, se lo pueden sugerir, la conciencia cristiana se lo puede advertir, pero para dar el paso, se necesita de la voluntad personal. Y sin humildad no se puede proceder. Por lo tanto, es por medio de la humildad que se debe hacer un inventario de los sentimientos heridos del corazón y descubrir que es lo que aún no se ha perdonado. Pueden ser actitudes personales, pueden circunstancias que hay que sanar… pero sobre todo: se deben examinar las actitudes del prójimo que han herido el corazón. Entre más orgullosa es una persona, más le costará perdonar. Y al igual, más se sentirá ofendida por las actitudes de los demás. Incluso por las actitudes de Dios o por las de María.
El Mensaje de este mes no es difícil de vivir se hay humildad. Será un imposible si predomina el orgullo. Pero también considérese que el orgullo es lo que puede hacer perder un alma. Si la Virgen nos invita a perdonar no es sólo porque quiere la paz de nuestros corazones sino porque está preocupada por la salvación de todos sus hijos.
Ahora, fíjese que el mensaje dice: Perdonar y pedir perdón. En algunos casos lo segundo es más difícil que lo primero. Porque cada cual puede perdonar en su corazón sin decirle a quien lo ha ofendido “Yo te perdono”. Pero nadie puede pedir perdón sin decírselo a quien ofendió. Y también en este segundo caso la decisión pasa primero por la humildad. Sin humildad es imposible pedirle perdón a alguien que se ha ofendido. A Dios es fácil decírselo porque sabemos que siempre nos perdona y porque no oímos de inmediato lo que nos responde. Pero otra cosa es el prójimo.
Al final del mensaje la Virgen dice: «Por eso, hijos míos, si desean caminar conmigo hacia la paz del amor de Dios, deben aprender a perdonar y pedir perdón. ¡Les agradezco!» Conviene detenernos por último en dos expresiones: «si desean caminar conmigo hacia la paz del amor de Dios» y «deben aprender»
La Virgen respeta nuestra libertad. Por eso dice: «si desean caminar conmigo hacia la paz del amor de Dios». No obstante, espera que cada uno de sus hijos responda a su invitación. Responder a la invitación de perdonar y pedir perdón es un gran bien para el alma. Es salud, es paz, es amor. Inclusive, hay casos de verdaderas curaciones físicas cuando el corazón se decide a perdonar o cuando pide perdón de corazón. La Virgen quiere sanar la humanidad, quiere sanar a sus hijos. Pero también está advirtiendo, que quien no está dispuesto hacerlo no puede caminar con Ella. Recuérdese cómo Jesús en el evangelio también dijo: «el que no recoge conmigo desparrama.»
No se puede seguir a María, no se puede hablar de sus mensajes con orgullo, con el corazón herido, sin la disposición de perdonar siempre y sin pedir perdón. Por eso el mensaje es condicional, dice: «si desean caminar conmigo.»
Lo segundo dice: «aprendan» porque Medjugorje es una escuela. No una devoción o nueva religiosidad. Se peregrina a Medjugorje para convertirse. En un aprendizaje dos cosas son importantes: quien educa y quien obedece. Pueden existir buenos maestros pero si no se les obedece las lecciones no sirvieron para nada.
La mejor Maestra de la humanidad está hablando cada mes ¿pero, que se puede decir lo mismo de los alumnos? Por eso la Madre dice: «Aprendan». O sea, no se queden en la doctrina. Es para decirnos que no podemos quedarnos solamente escuchando el mensaje sin una respuesta concreta, sin una debida aplicación en la vida de cada día.
¡Sea alabado Jesucristo!
P. Francisco A. Vérar