Mensaje de María Reina de la Paz en Medjugorje del 25 de enero de 2009
“¡Queridos hijos! También hoy os invito a la oración. Que la oración sea como la semilla que pondréis en mi corazón, y que yo entregaré a mi Hijo Jesús por vosotros, por la salvación de vuestras almas. Deseo, hijitos, que cada uno de vosotros se enamore de la vida eterna, que es vuestro futuro, y que todas las cosas terrenales os sean de ayuda para que os acerquéis a Dios Creador. Yo estoy tanto tiempo con vosotros porque estáis en el camino equivocado. Solamente con mi ayuda, hijitos, podréis abrir los ojos. Hay muchos que al vivir mis mensajes comprenden que están en el camino de la santidad hacia la eternidad. ¡Gracias por haber respondido a mi llamada!”
¡Mis queridos hermanos y hermanas!
Mientras mi corazón escucha este mensaje, está lloviendo. Está lloviendo desde hace días y la lluvia ya se hace fatigosa, porque el horizonte está cubierto con las nubes grises que, clavados al frío cielo, derraman incesantemente su carga invernal. Junto al rumor de la lluvia oigo la voz de la Madre y su nueva llamada a la oración. Como maestra extraordinaria, Ella nos guía a través de esta experiencia de la naturaleza. Cuando cese de llover y salga el sol de primavera, y la tierra se seque un poco, los agricultores, los campesinos y los jardineros saldrán a sus campos. Empezarán a limpiarlos y prepararlos para la siembra primaveral. Le pondrán todas las condiciones para que germine y traiga frutos.
¿Y qué sucede con nuestra oración? ¿Se derrama ella como esta lluvia invernal, sobre la tierra fría, saturada y cansada de la lluvia, no solo insoportable para el hombre, sino para esta tierra a la que inunda? Los ríos y sus cauces llenos reaccionan con las inundaciones.
¡No! Nuestra oración se derrama en el Corazón Purísimo de Nuestra Madre, intercesora de todas las gracias. Ella lleva nuestra oración con amor a Jesús. Una oración así, como una semilla sana, da sus frutos. El sembrador no disipa ni malgasta las semillas. Él lo hace con responsabilidad y con una gran esperanza de cosechar abundantemente. De esos frutos vivimos. Nuestra salvación y la salvación de nuestras almas es el fin último de nuestra vida terrenal. ¿Puede salvarse el hombre si no ora? ¿Puede dar frutos la tierra si no se cultiva, si no esta sembrada? La experiencia nos dice que eso es imposible.
Estar enamorado de la vida eterna no es vanidad, no es un sueño falso, algo imposible, irreal. El sembrador, mientras siembra, ya en su corazón ve espigas, espigas maduras, que son frutos de su sudor y de la tierra que ennoblece y a la que entrega la semilla con amor. Así mismo el creyente que junta las manos en la oración, al que el amor invita para que derrame con fe su alabanza, su amor y su petición al Señor, no pierde el tiempo. No se engaña a sí mismo como un drogadicto en búsqueda de una vivencia falsa, sino que con la mayor esperanza y paz, goza de la cercanía y belleza divina y anhela que esa gracia nunca cese. Se parece a Pedro en el Tabor mientras oraba con Jesús, cuando espontáneamente brotó la alegría de su corazón pidiendo que se quedaran para siempre en esa cercanía divina: ¡Que bien se esta aquí, mudémonos a vivir aquí…!
Así mismo, el orador, viviendo la comunión con Dios, quiere habitar en su cercanía. Todas las cosas mundanas están al servicio de nuestro fin eterno. Todo está hecho para nosotros, y nosotros para el Señor. Tenemos que velar siempre para que no nos engañe el resplandor de las cosas de este mundo, de sus programas, de sus fines y valores. No podemos detenernos ante la criatura y no ver al Creador. Todo lo contrario, todo tiene que servir para que lleguemos al Señor y le sirvamos a Él. Él es nuestro Dios y todo nuestro. Todo es mucho menor que Él y que su amor.
¡Cuantos hermanos y hermanas escogieron el camino equivocado! La Gospa, que nos ama, nos dice sin miedo que estamos en el camino equivocado cuando algo nos aparta de Su amor. Ella me ayuda maternalmente y a diario a abrir los ojos para que no escoja ese camino de engaño, de pecado, de ruina. Y Jesús habla sobre el camino ancho y cómodo frente al camino empinado y dificultoso que lleva a la meta final. ¡Qué importante es tener los ojos abiertos! Si un ciego le guía al otro los dos caerán al precipicio, dice Jesús. Nuestra Reina de la Paz ve y ama. Ella sabe y se ocupa de todos para llevarnos al camino correcto y único, y ese es el camino de la santidad, de la paz, el camino que lleva hacia Jesús.
¡Cuanto necesito tu ayuda, oh Reina de la Paz, para que se me abran los ojos, los ojos del corazón, con los que reconozco otra cara de la vida y de los valores de este mundo!
¡Cuan perseverante debo ser y vivir, día tras día, tus mensajes para que se me abran los ojos!
Que difícil y escandaloso es escuchar a la gente que te juzga, que no sigue el principio de Jesús: “Observad los frutos. Por los frutos reconoceréis el árbol, y discerniréis el bueno de l malo”. El hombre que no ora, que no ayuna, que no esta alerta y no lee la Palabra de Dios, ¿acaso ese hombre es capaz juzgarte a ti y a tus mensajes?
Nosotros somos llamados, y de manera especial en este mensaje, a vivir los mensajes de la Reina de la Paz. Durante todo este mes, con la profundidad del corazón y el amor, reflexionemos este mensaje. Estamos llamados a la oración que rebosa de nuestro corazón como una semilla viva en el corazón de la Virgen, y Ella la presenta a Jesús, y no para nuestra ruina, sino para nuestra salvación. Jesús incluyó a la Madre en la obra de la salvación y nos dijo: “He ahí a tu madre”. Necesitamos a la Madre. Sin ella, no podemos vencer a nuestro enemigo, al Dragón con siete cabezas y diez cuernos, como lo ve san Juan en Apocalipsis.
¿Por qué está Ella tanto tiempo con nosotros? Porque estamos en el camino equivocado. ¿Y cual es el camino equivocado? ¿Lo reconoces tú y disciernes, como miembro de nuestra familia de oración, el camino correcto del equivocado? Estamos en un mundo de valores falsos. Imagina a todos esos falsos maestros que, a través de los medios y sin vergüenza, te enseñan a ti e invitan a tus hijos a una vida amoral y prohibida. Mira a esos maestros y sus llamadas a la diversión en las que te quitan a ti y a tu familia lo humano y cristiano, la dignidad y la moral. Mira a los maestros que enseñan el camino a la vida en la que todo está permitido. Es el camino y la forma de vivir donde no existe ningún pecado ni conciencia. ¿Es posible que el hombre pueda construir a su futuro en la educación sin Dios y sus mandamientos, sin los principios de la fe?
Si, día y noche encontramos a las personas destruidas, desesperadas, humilladas y engañadas. ¿Cómo ayudarles? “Sólo con mi ayuda les abriréis los ojos”, dijo la Reina de la Paz. ¡Cuantos ciegos hay a nuestro alrededor!
Mi querida familia de oración, sed las manos extendidas para todos los que buscan la ayuda. Estar en oración y ayuno por todos los que se han caído y perdido. Sed apóstoles y testigos para aquellos que están bajo la influencia de falsos maestros. Sed esperanza para todos aquellos que ha sobrecogido el pecado de la adicción a la droga o al alcohol, los juegos de azar, la fornicación o el odio. Sed, al menos un poco, la luz para aquellos sobre los que ha caído la tiniebla de la maldición y el mal. Os pido cordialmente: haced más que hasta ahora por vuestros hermanos y hermanas, para que a nosotros y a nuestra familia de oración se pueda aplicar la palabra de la Madre: “Gracias por haber respondido a mi llamada.”
Este mes pediremos por las siguientes intenciones:
1. Por todos nosotros, para que se note y sienta que nuestra patria esta en los cielos, es decir, que cada uno de nosotros viva y trabaje para la eternidad. Para que vivamos y testimoniemos nuestra fe. Que todo lo mundano esté al servicio de lo eterno y celestial.
2. Por todos los peregrinos a los que confunden las declaraciones de los irresponsables sobre Medjugorje y sobre los mensajes, para que preserven en la búsqueda de la Madre y encuentren las gracias necesarias. Por todos los miembros de la nueva Comisión, para que los guíe el Espíritu Santo y descubran toda la verdad, y la testimonien responsablemente en la Iglesia.
3. Por los videntes y parroquianos de Medjugorje, para que no dejen de ser la parroquia escogida que tiene la tarea de ayudar e inspirar con su propia vida a todos los que vienen a Medjugorje. Por todos los sacerdotes, predicadores y confesores, para que el Señor les dé su luz, su paz, y el amor paterno hacia todos los pecadores y peregrinos.
Queridos hermanos y hermanas, a través del ayuno y la oración, abandonaos a la llamada de la Madre y que su palabra traiga frutos abundantes en todos. Por todos vosotros ora, para que perseveréis en la llamada y comprendáis que todos estamos en el camino de la santidad,
vuestro fiel fray Jozo,
Široki Brijeg a 29 de enero de 2009.