Mensaje de María Reina de la Paz en Medjugorje del 25 de Agosto del 2009
“¡Queridos hijos! Hoy los invito nuevamente a la conversión. Hijitos, ustedes no son suficientemente santos y no irradian santidad a los demás, por eso oren, oren, oren y trabajen en la conversión personal para que sean signos del amor de Dios para los demás. Yo estoy con ustedes y los guío hacia la eternidad, que cada corazón debe anhelar. ¡Gracias por haber respondido a mi llamada!”.
La llamada a la conversión, que es la condición previa para la santidad con la que está escrutado éste mensaje, nos es conocida desde antes. En el momento cuando los discípulos desean discutir con Jesús sobre quien es más grande en el Reino de Dios, Jesús les enseña que los más grandes son los conversos y que la conversión, es la condición para la convivencia con Jesús en el Reino de Dios. Durante 28 años, la Virgen nos llama a la conversión. Sólo en la oración podemos comprender y aceptar la llamada a la conversión. Porque, precisamente en la oración, en el encuentro con Cristo, quedamos escrutados con la necesidad del cambio de nuestro ser y de la unión con Cristo.
Convertirse significa volver a su alma, a su ser, a la imagen a la que me ha creado Dios, y esa es la imagen de la santidad.
Sed santos porque yo soy santo, dirá Jesús, y esta llamada suya debe ser una inspiración permanente para nosotros. Hoy la Iglesia celebra a Santa Mónica, que con su entregado amor maternal, ha obtenido por medio de la oración la conversión de su hijo al que veneramos como san Agustín.
Ha que orar para obtener la santidad. Ese es el reflejo de nuestra existencia espiritual con Cristo. Hay que escuchar y aceptar con responsabilidad este mensaje con el que la Madre nos invita a la conversión. Porque, mientras no nos convirtamos, no podremos ocuparnos de la conversión de los demás y ser el signo del amor de Dios en el mundo.
Por tanto, este mes, pediremos por las siguientes intenciones:
1. Por el don de la conversión personal.
2. Por el don de la apertura a Jesús y a los impulsos del Espíritu Santo.
3. Por el don de la oración, para que todos los miembros de nuestra familia orante sean, a día de hoy, el ejército de María, que con el Rosario en la mano obtendrá, por medio de la oración, la paz y la bendición al mundo entero.
Hermandad de la Visitación