Mensaje de María Reina de la Paz en Medjugorje el 25 de enero de 2010
“Queridos Hijos: que este tiempo sea para ustedes tiempo de oración personal, para que en sus corazones crezca la semilla de la fe, y pueda crecer en testimonio alegre para los demás. Yo estoy con ustedes y deseo exhortarlos a todos: crezcan y alégrense en el Señor que los ha creado. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado!”
Este llamado está dirigido de manera especial a nosotros, miembros de la fraternidad de oración “Visitación”; porque nosotros hemos prometido hacer todo lo que Ella nos diga. Necesitamos la oración personal para que la semilla de la fe crezca en nuestros corazones. Porque cada uno de nosotros se decide personalmente, por la fe y el amor, en la profundidad de su corazón.
Cada persona debe comenzar una escuela personal de oración con el corazón. ¡Cuántas veces hemos tenido una actitud equivocada hacia la oración! Usualmente pensamos que orar es enumerarle y decirle a Dios nuestras necesidades, nuestros votos o algo así. San Pablo en su carta a los Romanos escribe: “Porque no sabemos orar como debemos, pero el Espíritu Santo intercede por nosotros con gemidos inenarrables.”(8-26)
San Agustín nos enseña: “Dios apoya su oído sobre nuestro corazón.”
La oración nace en nuestro corazón. Desde aquí se deposita en el corazón de Dios. Sin este don, el hombre no puede orar. Una oración no es una oración, a menos que salga del corazón. Durante veintiocho años y siete meses hasta la actualidad, la Reina de la Paz nos ha estado enseñando como orar. Muchas personas con un corazón de piedra, con un corazón herido, han descubierto la oración en Medjugorje. Han reconocido la belleza de la oración, que es un don que siempre es escuchado amablemente, porque está en armonía con la voluntad de Dios. Por eso, es importante enfatizar una vez más, la necesidad de aprender, constantemente, como orar.
La oración no es un monólogo o un torrente de palabras u oraciones que simplemente se enumeran. Jesús compara dicha oración con la oración de los Gentiles (Mt. 6: 7). La oración debe ser nuestra permanencia con Dios. Esta significa estar en Su cercanía. Esto no resulta siempre simple y fácil. Por eso es que los discípulos dijeron a Su Maestro: “ Señor, enséñanos a orar” (Lucas 11: 1)
Finalmente, cada día, yo debo decidirme y tomarme un tiempo para la familia y la oración, así también como para la oración personal en el silencio de mi corazón, mi pequeño espacio, capilla o iglesia. Solamente el hombre de oración conoce a Dios. Solamente el hombre de oración conoce a las personas. Un hombre sin oración crea conflictos en su vida diaria y en su trabajo.
Finalmente, cada día, yo debo decidirme y tomarme un tiempo para la familia y la oración, así también como para la oración personal en el silencio de mi corazón, mi pequeño espacio, capilla o iglesia. Solamente el hombre de oración conoce a Dios. Solamente el hombre de oración conoce a las personas. Un hombre sin oración crea conflictos en su vida diaria y en su trabajo.
El famoso cardinal y teólogo, W. Kasper, dijo: “Ciertamente, la oración es un acto de fe, el cual nosotros ponemos de manifiesto orando. El hombre creyente se decide por la oración.”
Por ésta razón, comprendemos completamente a Nuestra Señora, quien nos llama a dar testimonio de nuestra fe, dado que esto es algo que surge espontáneamente al hombre que ora. La familia que renueva su oración y persevera en ella, está al mismo tiempo, creciendo en la fe que testimonia y en el amor que vive. El hombre que ora con el corazón es un hombre alegre. Él está bendecido y siempre tiene algo para dar. A él le agradan los demás, y él es agradable a todos y todos lo necesitan.
Por eso, volvamos a la oración con una enorme gratitud. No hay otro camino para nosotros, para la iglesia, para el mundo entero.
Este mes oraremos por las siguientes intenciones:
1. Por los obispos, los sacerdotes, los hermanos y las religiosas, para que ellos sean un signo de oración y de la fe vivida mediante la oración, para todos las demás personas. Para que haya más vocaciones espirituales y para la renovación espiritual de la iglesia.
2. Por nuestra comunidad orante, para que cumplamos con nuestros votos respondiendo con nuestras vidas al llamado de la Reina de la Paz. Para que aquellos que han abandonado el camino vuelvan, para que los que están adormecidos se despierten, y para que todos los que han respondido, perseveren. Para que nuestra Convención de este año sea fértil.
3. Por todos los que se han encomendado a nuestras oraciones. Especialmente por los enfermos y los que sufren, para que la Reina de la Paz pueda reconfortarlos, fortalecerlos y sanarlos. Para que el mundo entero pueda saber que la Reina de la Paz está entre nosotros, y para que todos nosotros aceptemos y vivamos sus mensajes.