A unos doscientos metros de la parroquia de Medjugorje, en el camino que lleva hacia el cementerio, colocaron hace unos doce años una escultura de bronce de unos siete metros de alto que representa a Cristo levantándose de la tumba, del sepulcro, de una fosa con su molde.
La escultura es de bronce y fue un regalo de unos peregrinos eslovenos como agradecimiento a la Virgen por las gracias derramadas sobre ellos y sus familiares tras algunas peregrinaciones a Medjugorje.
Imponente por su tamaño y su presencia, la obra de arte fue colocada allí detrás porque, entre otras cosas, no había nada. Más tarde, en 2002, se colocaron de camino hacia el Cristo unos mosaicos que representaban los misterios luminosos de l rosario, establecidos por Juan Pablo II para completar esta devoción mariana. Un tiempito después, se colocaron en torno al Cristo las estaciones de l Via Crucis, para que aquellos peregrinos que no pueden subir al Krizevac a rezarlo, lo pudiesen hacer fuera de la siempre atiborrada parroquia.
Poco después, a finales de 2002, de la rodilla derecha del Cristo comenzó a manar agua. A una altura de unos dos metros del suelo, gota a gota y sin saber por qué, comenzó así lo que muchos han considerado un milagro. Se convirtió así el Cristo en un lugar de obligada visita para todos aquellos peregrinos que quisiesen ver el milagro, y muchos de ellos llevaban pañuelos con los que untar el líquido y llevar a casa para enjugar las heridas o el rostro de algún familiar enfermo.
Sobre este fenómeno he oído todo tipo de historietas más o menos originales, muchas de ellas tremendas. Sobre la naturaleza del líquido, por ejemplo, he oído tres versiones distintas. En las tres, un aplicadísimo equipo de científicos ha guardado en una probeta unas gotas de ese líquido y lo han analizado en sus laboratorios, de los mejores del mundo. Una versión me cuenta que es líquido sinovial. Otra que es líquido lacrimal. Otra que H2 O y punto. Yo, me quedo con la tercera, que queréis que os diga…
Otra controversia sobre este fenómeno era el de dónde salía el líquido, fuese lo que fuese. Entonces entran en juego los ingenieros y los meteorólogos, que como los aficionados al fútbol en este país, que cada uno lleva un seleccionador dentro, cada peregrino de Medjugorje lleva un ingeniero y un meteorólogo dentro para explicarte el fenómeno. En sus teorías entran en juego fenómenos como la condensación, la materia, la gravedad, la climatología, la evaporación, el calentamiento global y yo qué se que más. Algunas veces solo me ha faltado ver a Marty McFly con un condensador de fluzo junto al Cristo…
Lo cierto es que yo he hecho mis propias pruebas. Tanto en verano como en invierno, tanto si ha llovido como si no, el flujo de agua que salía de la rodilla ha sido constante siempre. No sé si es agua, o lágrimas, o líquido sinovial, pero le importaba un pito que hiciese calor o frío. Ni se evaporaba ni se congelaba lo más mínimo y el flujo siempre fue constante. Ignoro si se trataba de una manguera escondida por dentro o de qué, pero ni si quiera mi grifo del lavabo de mi casa es tan constante. Unos días sale más y otros menos… de verdad.
Y ahora os cuento una anécdota verídica. Yo no estaba pero el sacerdote que me la cuenta es como mi padre, así que…
Una tarde de octubre estaban allí un grupo de peregrinos españoles. Entre ellos, un chaval de quince años que llegó a Medjugorje arrastrado por sus padres, protestaba por todo y a nada ponía buena cara hasta que, allí debajo del Cristo, una anciana extranjera le pidió con gestos que le untase un pañuelo blanco impoluto en la rodilla del Cristo, pues ella no llegaba. El chico dice que miró el pañuelo, que lo untó y al mirarlo de nuevo vio que tenía, en la parte que había pasado por la rodilla, una gotita de un líquido rojo. El chico desdobló entonces el pañuelo y a cada desdoblez que hacía, la mancha roja era mayor, es decir, se había empapado de fuera hacia dentro más que de dentro hacia fuera.
Este cura amigo mío se encargó de dar a conocer el fenómeno a la parroquia, donde decidieron llevar ese pañuelo a Ivan, uno de los videntes que tiene apariciones de la Virgen María cada tarde de su vida desde hace treinta años. Ivan le preguntó a la Virgen María y dijo que la Virgen dijo que sí, que era sangre de su hijo.
Así me lo contó este sacerdote y os aseguro que no tiene motivo alguno para contar cosas de estas. Es más, le encantaría que no fuesen ciertas. Lo sé.
Luego hay mil anécdotas, como la de ese peregrino de Sevilla que en la víspera de su partida hacia España decide levantarse a las cuatro de la mañana para untar su pañuelo y resulta que esa noche está cayendo la del pulpo en Medjugorje. Cuando llega al Cristo y ve que aquello está empapado de agua, se pregunta: “¿Cuál es la gota milagrosa?”. Llegó el pobre calado hasta las orejas, con un pañuelo chorreando de agua de tormenta y sin saber cual de todas esas gotas, es la milagrosa…
En fin, cosas que pasan.
El tema es que sea lo que sea… se ha secado. Desde hace tres semanas no sale nada. Y sea cual fuere el origen de todo esto, lo cierto es que la escultura es maravillosa, y el Cristo Resucitado, un lugar excepcional al que apartarse un poco a rezar, a orar, a meditar y a descansar el corazón en esa imagen imponente de una muerte y una resurección. Es una ilustración maravillosa de nuestra propia resurección, una vez que muramos, y de la de los nuestros, los que ya han muerto. Eso sí que es un milagro.
Jesús García. Autor del libro “Medjugorje”. (Ed. LibrosLibres)