“Queridos hijos, todavía tengo muchos mensajes para darles, mientras tanto, comiencen a vivir los mensajes que ya les he dado. Abran sus corazones y oren por la Iglesia. La Iglesia está muy necesitada de sus oraciones. ¡Vayan en la paz del Señor queridos hijos míos!”
Este mensaje breve, conciso, sobrio es doblemente extraordinario. Doble porque es el primero en absoluto en el que pide oración por la Iglesia y no ya –como últimamente lo hacía- por los pastores de la Iglesia, y luego porque viene de Vicka, cuando lo ordinario es que los mensajes los dé Marija (todos los 25 de cada mes) o Mirjana (los días 2) u ocasionalmente Ivan.
Que esta vez sea Vicka el instrumento no es algo indiferente. La razón es que, se puede decir con toda objetividad, Vicka es la vidente más entregada a los hombres y a Dios. Ella no ahorra energías ni cuidados para sí: está siempre disponible a los encuentros con todos los peregrinos y no hace caso de sus problemas de salud ni de otros impedimentos. Pasa horas tras horas con los diferentes grupos para transmitir el mensaje de la Santísima Virgen, precisamente esos mismos mensajes que la Madre de Dios ahora nos reclama debemos vivir antes de poder decirnos más. Vicka no deja de recibir pedidos y en los encuentros y también luego, de rezar con todos y por todos, una y otra vez. Esto que escribo lo ha podido comprobar cualquiera que haya ido a Medjugorje. Personalmente, lo veo desde fines de los 80, y hace dos semanas lo viví nuevamente, porque estuve desde las seis de la mañana con un grupo de habla alemana hasta las once con los italianos, y ella siempre sonriendo, prodigándose con energía renovada, y repitiendo una y otra vez lo mismo. Si aquí . me decía a mí mismo- no hay algo de sobrenatural es imposible explicarlo.
Entregada a Dios también y fundamentalmente porque aunque no lo dice (¡cómo podría decirlo!) es, desde hace décadas, un alma víctima que constantemente acepta recibir enfermedades, dolores, seguramente también espirituales además de físicos, para ofrecerlos a Dios para el cumplimiento del plan de salvación que Dios mismo ha puesto en manos de María.
Por estos motivos que hacen de este mensaje único, nuestra Madre nos está alertando para que lo consideremos seria y especialmente. Nos advierte de la necesidad de oración que tiene la Iglesia, como nunca la tuvo en todos estos 33 años. Y no es que antes no haya tenido necesidad de oración porque divisiones profundas las hay al menos desde el final del Concilio Vaticano II. Diferencias profundas que van desde lo litúrgico al énfasis en lo pastoral pasando por la visión del mundo y la lectura e interpretación de la Palabra, la moral sexual, etc. Por tanto, ahora más que nunca se necesita rezar por la Iglesia.
Nuestra Madre Santísima nos advierte pero, al mismo tiempo, nos dice que no podemos quedarnos de brazos cruzados esperando fatídicamente los acontecimientos sino que esos brazos deben ser alzados al cielo. Debemos estar implorando a Dios para evitar mayores males y la luz se abra paso en medio de esta oscura confusión. Porque este mensaje, es justo notarlo, viene a un mes de terminado el primer de los dos sínodos sobre la familia.
Ella sólo nos dice: ¡Oren! Eso es lo que tenemos que hacer, ORAR.
P. Justo Antonio Lofeudo
Una propuesta: dedicar diariamente el primer Rosario a la Iglesia, nuestra Iglesia, la única Iglesia de Cristo, y en las intenciones de la Santa Misa.