«¡Queridos hijos! La razón por la que estoy entre vosotros, mi misión, es ayudaros a que venza el Bien, aunque a vosotros ahora eso no os parece posible. Sé que muchas cosas no las comprendéis, como tampoco yo comprendía todo, todo lo que mi Hijo me enseñaba mientras crecía junto a mí, pero yo creí en Él y lo seguí. Eso mismo os pido a vosotros, que creáis en mí y que me sigáis. Pero, hijos míos, seguirme a mí significa amar a mi Hijo por encima de todo, amarlo en cada ser humano, sin distinción. Para que podáis hacerlo, os invito nuevamente a la renuncia, a la oración y al ayuno. Os invito a que la vida de vuestra alma sea la Eucaristía. Os invito a ser mis apóstoles de luz, que en el mundo difundiréis el amor y la misericordia. Hijos míos, vuestra vida es solo un abrir y cerrar de ojos hacia la vida eterna. Y cuando vosotros lleguéis ante mi Hijo, Él verá en vuestros corazones cuánto amor habéis tenido. Para que podáis difundir de la mejor manera el amor, yo le pido a mi Hijo que, a través del amor, os conceda la unión por medio de Él, la unidad entre vosotros, la unidad entre vosotros y vuestros pastores. Mi Hijo siempre se da de nuevo por medio de ellos y renueva vuestra alma. Eso no lo olvidéis. ¡Os doy las gracias!»
1. La Misión de María por medio de Medjugorje.
El día 2 de cada mes la Virgen tiene una cita con nosotros y nosotros con Ella para orar “por quienes no experimentan el amor de Dios en sus corazones”. Esta cita es invariable, mientras que la cita del día 25 tiene como fin: orar especialmente por la paz y la conversión de las almas. Ambos días, pues, son importantes. En el mensaje de este 2 de mes, la Madre hace referencia a algo muy importante: habla de Su Misión por medio de las apariciones de Medjugorje. Aunque otras veces lo ha subrayado, nuevamente nos lo recuerda. En estos momentos que hay guerras y amenazas de guerra en varios países, particularmente en Gaza e Israel, en Irak, Siria, etc. Y así como nosotros estamos preocupados por la paz, la Virgen también lo está; como también está preocupada por las guerras de la incredulidad que hay en el mundo y que son la fuente de las demás. Entonces, las apariciones de María son una ayuda del Cielo frente a los males del mundo de hoy. Son una ayuda del Cielo. Y cuanto la Madre espera realizar se resume en el Bien de la humanidad. Nuevamente habría que afirmar: que la Virgen no viene hacer turismo a la tierra, sino ayudarnos para que triunfe el Bien; porque en medio de tanto dolor y sufrimiento del mundo, la Madre nos dice cómo podemos ayudarla y cómo podemos ayudarnos a nosotros mismos.
También en el mensaje la Madre menciona algo significativo: “Aunque a ustedes ahora eso no les parece posible. Sé que muchas cosas no las comprenden, como tampoco yo comprendía todo, todo lo que mi Hijo me enseñaba mientras crecía junto a mí, pero yo creí en Él y lo seguí. Eso mismo les pido a ustedes, que crean en mí y que me sigan.” Esta expresión obedece a la incertidumbre de muchos, que, de cara a tanto mal que existe hoy en el mundo, piensan que no es posible el triunfo del Bien. Obsérvese que la Madre, por el contrario es optimista y espera que, del mismo modo, lo sean sus hijos: que se venza el derrotismo al que nos pueda conducir la razón o el control de los medios masivos de comunicación que por lo común hacen más énfasis en lo negativo que lo positivo.
Menciona también algo bello: “Sé que muchas cosas no las comprenden, como tampoco yo comprendía todo, todo lo que mi Hijo me enseñaba mientras crecía junto a mí, pero yo creí en Él y lo seguí.” Es una manera de decirnos, “aunque todo les parezca oscuro, sin salida, abandónense en Mí y crean”. Y enfatiza que Ella, aunque no comprendía “todo” lo que Su Hijo le enseñaba, creyó en Él. Adviértase, que en los últimos mensajes del 2 de cada mes, la Madre está haciendo referencia a Su vida en la tierra. Sabemos que al inicio de las apariciones la Virgen María relató su vida a los seis videntes −desde Su nacimiento hasta Su Asunción a los Cielos−, y de una manera particular, a Vicka le narró más detalles y le pidió que lo escribiera todo. De manera que Vicka llegó a escribir escribió tres cuadernos que contienen la vida de la Virgen y que a Su indicación serán publicados. ¡Quizá, nos encontramos cerca de ese día! Pero lo más importante del mensaje no es lo que no sabemos de la vida de la Virgen en la tierra, sino lo que ya sabemos: que Ella sin comprender todo lo que Jesús le enseñaba mientras crecía a Su lado, le creyó y le siguió. Y del mismo modo debemos proceder ahora nosotros con la Madre: creer y seguirla.
2. Para amar a Jesús: renuncia, oración y ayuno.
La segunda parte del mensaje nos recuerda como podemos ayudar a la Virgen en Su Proyecto que trae para el mundo y que se resume en: amar a Jesús, ponerlo en el centro de la vida, y amar al prójimo. Nuevamente nos recuerda que el mejor medio es lo que muchos no quieren hacer: renunciar, orar y ayunar. La renuncia que la Madre pide es un ejercicio continuo contra el pecado personal y el pecado del mundo. La Madre nos recuerda que estamos en un combate espiritual que sólo se puede vencer, cuando se aprende a renunciar a lo que gusta por amor. Podríamos decir, entonces, que hay dos formas de renuncias: las renuncias que llevan al Bien y las renuncias que inducen al mal. Si una persona fuma, bebe alcohol, vive en adulterio, vive con rencor en su corazón y renuncia a eso, triunfa el Bien. Pero si una persona renuncia a la Misa los domingos, renuncia rezar el rosario, renuncia a perdonar, renuncia a la fe, se daña a sí mismo y daña a los demás. Entonces, triunfa el mal. María no nos pide ese tipo de renuncias sino a las renuencias que conllevan al Bien, a la paz y al amor. Por eso no se trata de renunciar por renunciar, sino de hacer renuncias que conducen al Bien: renunciar al pecado, sobre todo. Un día dijo la Virgen: “existe un ayuno superior al ayuno a pan y agua de los miércoles y los viernes. Incluso, del ayuno total sin pan ni agua, que es el ayuno del pecado”. Una persona que haya vencido el pecado, que deje de vivir en pecado mortal, para siempre, puede ir al Cielo de inmediato a la hora de morir, pero una persona que ayuna a pan y agua dos veces a la semana, viviendo en pecado mortal, no podrá salvarse, de no abandonar el pecado. Entonces, la renuncia al pecado, a cuanto ofende a Dios, es más importante que ayunar; inclusive es más importante que la misma oración. Por eso en el mensaje de este mes, la Madre habla primero de la renuncia, luego de la oración y al final, del ayuno. El mayor mal del ser humano y del mundo, es siempre el pecado. Pero puede haber un mal mayor: no cambiar jamás el corazón, no dejar el pecado, cuando se vive como los fariseos del evangelio, que “cuelan el mosquito pero se tragan el camello”, decía Jesús. Eso significa: muchos pasan viendo el pecado de los demás y no hacen nada por cambiar los personales. Entonces, la renuncia es clave. Por eso San Ignacio de Loyola aconsejaba examina tres veces al día las acciones personales −el examen de conciencia−, para vencerse a sí mismo.
También la Madre nos ha enseñado a orar, Ella pide cada día un mínimo de tres horas de oración. Y esto no es nada para cuanto la gente pasa hoy en el ordenador, el móvil, la televisión, el deporte… Por lo que, para poder cumplir con esas tres horas de oración, primero hay que disciplinarse. Todo comienza con la disciplina a fin de no perder el tiempo en tonterías. Jesús nunca perdió el tiempo en bobadas, por el contrario: oraba, predicaba a las multitudes o privadamente a sus discípulos, o bien, se desplazaba de un lugar a otro para llevar la Palabra de Dios. También atendía a los enfermos y los pobres. Nosotros no somos Jesús y jamás viviremos como Él y tampoco Él espera que lo seamos. Sin embargo, el ejemplo es válido en cuanto nos enseña cómo Jesús aprovechaba su tiempo. Pero la gente de hoy no sigue ese ejemplo y se quejan que no tienen tiempo para orar. Pero la verdad es que el tiempo existe de sobra. Un día dijo la Virgen: “yo sé que todos ustedes pueden orar hasta cuatro oras diarias si se lo proponen, porque apenas es una sexta parte del día”. Entonces, la Virgen sabe de matemáticas y de disciplina y a Ella no la podemos engañar diciéndole: “Madre: Yo no tengo tiempo para orar”. La verdad es que el tiempo para orar existe: son 24 horas cada día, 7 días a la semana, 30 días al mes, 365 días al año. ¡Hay tiempo de sobra!
Otro tanto nos aconseja la Virgen sobre el ayuno. Ayunar es siempre una decisión por un Bien; superior al de la comida cuando se hace por amor. Se puede renunciar a la comida por depresión, ansiedad, anorexia, enfermedad, para cuidar la figura o la salud, por falta de dinero o de víveres. Pero otra razón por la que se puede renunciar a la comida, es cuando se piensa en la santidad: en renunciar a las pasiones desordenadas, a la ira, al rencor, a la lujuria, a la soberbia… y cuando se piensa en los demás, en la paz, en la conversión de las almas. Y por esto último, también Jesús y María ayunaron; y otro tanto hicieron los santos: es el ayuno que agrada a Dios; cuando está de por medio el sacrificio del amor.
Ayunar entonces, no es cuidar la figura, pasar hambre… es ante todo solidaridad con la Madre, es ponerse de parte del Bien, de Dios. Es otra manera de manifestarle nuestro amor. Y la Madre ha dicho que la mejor manera de hacerlo es comiendo pan y agua los miércoles y los viernes de cada mes, siempre y cuando no coincidan en solemnidades, cumpleaños, celebraciones especiales de familia… En esos casos se cambian los días.
3. Hacerse Eucaristía viviente.
La tercera parte del mensaje habla del apostolado de la luz, del amor, de la misericordia, en suma: que el alma sea Eucaristía, porque todo apostolado se nutre de Ella y tiende a Ella. Pero además, la Eucaristía es la representación de todo apostolado, más aún, es el apostolado viviente y permanente de Jesús entre nosotros. Sin la Eucaristía no se comprende nada. Entonces, la Eucaristía es la escuela permanente de la vida del cristiano. Por eso cuando vamos a Misa, debemos ir con el corazón abierto de par en par: como María recibía las palabras de Jesús, aún cuando no las comprendía. Las palabras que Jesús le dirigía a María y a San José en Nazaret, jamás cayeron en saco roto. Sus corazones fueron tierra fértil donde Dios se complació y fueron el ejemplo para todo creyente.
También demos adorar a Jesús Eucaristía. Toda oración que hagamos es importante, si se siguen las recomendaciones de la Iglesia, porque la meditación oriental, el yoga, por ejemplo, no son oraciones. Las oraciones cristianas son: el rosario, la Liturgia de las Horas, la Lectio Divina, la oración del corazón, las jaculatorias aprobadas por la Iglesia… pero siempre, el mejor lugar para orar es delante de Jesús sacramentado. Por eso no hay que descuidar esta expresión y forma de oración. La adoración eucarística frecuente, también es escuela de vida cristiana. Hay que pasar a la semana más horas delante de Jesús eucaristía que delante del televisor. Los padres de familia deben llevar a sus hijos desde pequeños a la adoración y enseñarles, que allí está Jesús vivo y quiere ser adorado por el Bien en nosotros.
4. Apostolado de la unidad.
En la última parte del mensaje, la Madre hace referencia al apostolado de la unidad: unión de nosotros con Jesús, entre nosotros, y la unión de nosotros con nuestros pastores. Tarea fundamental, porque, −da dolor decirlo pero es verdad−: hay mucha desunión en la Iglesia, inclusive entre aquellos que trabajan por el apostolado de Medjugorje o entre los apostolados marianos. También divisiones en las parroquias y comunidades: entre los fieles y sus pastores. Divisiones entre los cristianos: católicos con católicos y católicos con cristianos de otras denominaciones. Por lo que la Madre, como lo ha hecho otras veces, nos llama a la reflexión y a la unidad. Y para cooperar con este apostolado, en primer lugar, hay que ser humilde, toda vez que sin humildad no se puede trabajar por lo que nos une. Además, para trabajar por la unidad hay que reconocer los propios errores, pedir perdón y buscar la reconciliación. Si cada quien se mantiene en su posición jamás se logrará la unidad que quiere María. Da dolor presenciar como cada día más se desgarran las “vestiduras sin costuras de Jesús” por el orgullo del ser humano. Entonces, no basta orar, ir a Misa, confesarse, ayunar… también hay que luchar por aquello que a veces más cuesta: la unidad y el amor, ser uno es Cristo. Para esto el diálogo y la convivencia son importantes, pero sobre todo, decidirse por el amor, decidirse por el perdón y la humildad.
Al final la Madre dice: “Mi Hijo siempre se dona de nuevo por medio de ellos y renueva vuestra alma. Eso no lo olviden”. Es decir, “mi Hijo es siempre el mejor ejemplo para ustedes, ayer se entregó por ustedes y hoy se sigue entregando por ustedes en la Eucaristía”. Como si dijera: “cada vez que asisten a Misa y ven lo que ocurre en el altar, renueven su compromiso de amor, como sus pastores. Vivan unidos a ellos, auque tengan sus defectos y diferencias con ellos: ámenlos y no se distancien de ellos”
P. Francisco A. Verar