Se habla mucho del libro ‘Estamos de vuelta’ porque es donde Tamara Falcó explica por primera vez, a fondo, las razones de su conversión. Pero hay mucho más.
Se habla mucho de Estamos de vuelta (LibrosLibres) porque es donde Tamara Falcó Preysler explica por primera vez, a fondo, las razones de su conversión. Pero hay mucho más: encontramos, recogidos por Jesús García, otros ocho testimonios de personas que acudieron a la localidad bosnia de Medjugorje, donde desde 1981 dicen los videntes que se aparece la Virgen María.
Regresaron transformados. Vueltos hacia Dios. Como otro famoso, Carlos Ballbé, jugador olímpico de hockey y ahora seminarista. O Rafael Lozano, Natalia Gómez de Enterría, Irene de Ramiro Martínez, Eliseo de Gea, Guillermo Ortea, Javier Catalán, Juan Angoso y Malales Canut. Nueve historias distintas y una coincidencia…
-Lo primero que te dicen todos al llegar a casa es: “Tienes que ir”…
-Por la incapacidad de expresar con palabras la vivencia que han tenido. Muchos han vivido una experiencia casi tangible de la existencia de Dios. Una experiencia espiritual, qué duda cabe, pero tan fuerte que afecta al plano físico de la persona.
-¿A usted le pasó?
-Recuerdo en mi primer viaje a Medjugorje. Apenas dormimos dos o tres horas diarias durante una semana. El cuerpo era incapaz de asimilar con rapidez lo que el alma estaba conociendo, y eso se nota.
-¿También le costaba encontrar las palabras?
-Si has tenido una experiencia de Dios, ¿qué color le pones? ¿A qué huele? ¿Quién lo dejó escrito antes que tú? Es imposible, no se puede describir usando el vocabulario de la inteligencia. Nuestra mente es muy limitada ante la inmensidad de Dios.
-¿Se ve, se siente…?
-Yo creo que tiene más de lo que se siente que de lo que se ve. Medjugorje es un lugar bendecido, más allá incluso del hecho de las apariciones. Me explico. Los testimonios de conversión son incontables. No hablo de leyendas de abuela, sino de experiencias fuertes que dan un giro brutal a la vida de personas adultas, con su vida más que hecha, y que una peregrinación de unos días desmonta como se desmonta una sombrilla playera.
-Y los videntes, ¿qué dicen?
-En una ocasión le pregunté a Mirjana, una de las videntes, qué es lo que ocurre en Medjugorje. Porque a mí me parece muy bien que ellos, los videntes, se conviertan -al fin y al cabo ellos sí que ven a la Virgen-, pero a ti y a mí, ¿qué? Yo me convertiría si la viese yo, pero los peregrinos no la vemos.
-¿Qué contestó?
-Mirjana me explicó esto mismo, que las apariciones son un hecho concreto para sus vidas, pero que en Medjugorje hay una gracia de Dios, una presencia muy fuerte de Él que va más allá de que ellos tengan o no apariciones. De hecho, si Dios existe y a ti o a mí nos toca el corazón, ¿qué mas nos da que estos hombres y mujeres vean a la Virgen María o no la vean?
-Para un periodista, sí que da…
-En esto tengo una anécdota que compartir. La primera vez que fui a Medjugorje, iba con un morbo tremendo por ver a alguno de los videntes y entrevistarle, por estar con ellos durante una aparición y, ya de paso, por ver algún milagro con mis propios ojos. Apenas un par de horas después de poner mis pies en Medjugorje, esto había pasado de una manera sorprendente a un segundo plano. No me importaba, me daba igual.
-¿Y eso?
-Yo quería formar parte de esa parte invisible de Medjugorje que ya empezaba a anidar en mí, que no es otra cosa que la gracia de Dios vivida como nunca la había conocido. Empecé a dejar de ser periodista para empezar a ser peregrino.
-¿Lo consiguió?
-Al finalizar mi viaje, siete días después, me volví a Madrid sin haber visto a ningún vidente, sin haber estado en ninguna aparición, y sin embargo, mi vida había cambiado de formato. Me habían transplantado de un tiesto viejo y agrietado, a uno nuevo y muchísimo más grande.
-¿Le costó hacer hablar a estos nueve peregrinos?
-En absoluto. El peregrino de Medjugorje no se calla ni debajo del agua. Por mi vida y mi trabajo, he conocido numerosísimas historias de conversión, en diferentes ámbitos y circunstancias. Algunas veces son muy reacios a contar lo que han vivido, otras solo lo cuentan cuando se les pregunta. El peregrino de Medjugorje es más audaz.
-¿En qué sentido?
-Es él el que va al encuentro del hombre para dar testimonio. Lógicamente primero con su gente más cercana, familiares y amigos, luego con los que están en una segunda línea, como compañeros de trabajo, y finalmente se lo cuenta hasta a las farolas de la calle.
-¿Por qué?
-Ha sido tan inmensamente grande el regalo que ha recibido, que si se lo queda, explota. Este hecho a mí me llamaba mucho la atención, y me lo explicó en una homilía el padre Carlos Sanfélix: “Igual que en Lourdes el Espíritu Santo se manifiesta con un potentísimo carisma de sanación, en Medjugorje el Espíritu Santo se hace presente con un potentísimo carisma de evangelización”.
-O sea, no todo se acaba allí…
-El peregrino que regresa de Medjugorje es un apóstol que anuncia lo que ha conocido, primero llevándolo con mayor o menor éxito a la práctica, y luego contándolo sin parar. Esto es lo que me ha llevado a pensar que Medjugorje es el arma secreta de Dios para la Nueva Evangelización.
-¿Es un mandato de la Virgen en Medjugorje?
-Sí, así es. La Virgen lo pide, que se dé testimonio. Lo pide sin parar. Que se ore, que se ayune, que se lea la Palabra, que se frecuenten los sacramentos y que se dé testimonio. Lo hace como una madre le dice a su hijo que procure descansar, que dedique unas horas de estudio, otras a los amigos, otras al deporte, porque son cosas necesarias para tu vida. Para dar este testimonio se recibe una gracia especial.
-Y es su principal instrumento de difusión…
-Sí, dado que Medjugorje no tiene reconocimiento oficial de ningún tipo. Tampoco tiene condenación, ojo con esto. La cosa es que, sin ningún tipo de apoyo institucional, Medjugorje es ya mundialmente conocido, la Virgen María preside millones de hogares normales de todo el mundo, millones de peregrinos la llevan a todas partes en su corazón, en su mente y en su testimonio. Ha sido un boca a boca mundial lo que ha difundido la experiencia de Medjugorje, junto con una constatación real de los peregrinos que allí han ido y han regresado “dados la vuelta”. Medjugorje no tiene fundador, ni normas, ni está vertebrado por una serie de instrumentos que no sean sencillamente los propios peregrinos.
-¿Es una aparición “de jóvenes”?
-El Festival de Jóvenes de Medjugorje es una experiencia muy especial, dentro de lo especial que es todo esto. Fue una inspiración de un fraile de la parroquia, el padre Slavko Barbaric, ya fallecido. En 1989 organizó unos días de encuentro dedicados especialmente para jóvenes en la parroquia, y lógicamente, solo asistieron unos treinta jóvenes de allí con un puñado de frailes. Cuatro años después, en 1992 y con la guerra de Bosnia ya empezada, eran unos doscientos. Hoy, 24 años después del primer festival, son miles los que planifican su verano en torno al Festival.
-¿Qué hacen allí?
-La mayor parte del día se lo pasan rezando. Ya sea el rosario, o la Misa, o la Adoración Eucarística, o la oración personal, o lo que sea, los jóvenes dedican entre cinco y siete horas diarias a orar, y no se aburren. Al revés, descubren un mundo nuevo que les pone en comunicación directa con Dios.
-Algunas conversiones del libro son de personas que ya eran practicantes…
-Es que estamos hablando de Nueva Evangelización. Es la que hace falta aquí, la que necesitamos nosotros, en España, en Occidente. Los testimonios de los que hablas al fin y al cabo son de gente, cristianos bautizados, que en alguna esquina de su vida se han dejado olvidadas una serie de cosas que, al no vivirlas, hacen de nuestra vida una absoluta incoherencia, un absurdo en el que vivimos sin sentido.
-¡Lo dice como quien habla de algo personal!
-Fue mi caso. Yo fui bautizado, y educado en la fe, en la doctrina católica, pero vivía como si Cristo hubiese sido solo un personaje histórico sin ningún impacto en mi vida. Cristo tenía tanta influencia en mi vida como por ejemplo Julio César o Cristóbal Colón. Es decir, yo no creía que estuviese vivo, que hubiese resucitado y que actuase en mi vida. No, eso no es ser cristiano.
-¿Qué lo es?
-Vivir de acuerdo a las enseñanzas de un vivo, no de un muerto. Imitar en la medida de nuestra capacidad, hasta límites mas allá de lo tangible, a Cristo vivo, que vive hoy conmigo, aquí. Esto, o te lo crees, o no te lo crees. Pero si dices que te lo crees, hazlo vida. Esos son los testimonios que yo veo tantas veces en Medjugorje.
-Cristianos que se hacen cristianos…
-En Medjugorje no se convierten budistas o musulmanes, que también los habrá. En Medjugorje se convierten cristianos bautizados de Misa de domingo, de colegio católico, de casa cristiana, desencantados con sus raíces porque nunca tuvieron un encuentro personal con Él, y que al volver de Medjugorje hacen lo que sea para poner la Misa en el centro de su día a día porque toman conciencia de que lo mas lógico para tener una vida cristiana es compartir con Cristo la comunión de cada día.
-¿Hablan personalmente con los videntes?
-De los entrevistados en el libro, creo que tan solo una de ellas ha hablado tú a tú con alguno de los videntes. Se llama Irene, es una chica española, ingeniero de telecomunicaciones, que dejó todo y se fue a vivir a Medjugorje. Te aseguro que su historia, posiblemente, sea la que más indicios de la existencia de Dios nos deja, y Dios se implicó en su vida no para que fuese monja, sino para que se casase. Es una de las mayores historias de amor que he conocido en mi vida.
-¿Los demás?
-Seguramente todos les han escuchado hablar más de una vez, pero no creo que hayan tenido una conversación a solas con ellos.
-¿Han visto fenómenos sobrenaturales?
-Sí, los han vivido, algunos más llamativos y otros menos, pero eso no ha sido lo importante. Lo importante es el cambio interior, la conversión. Allí hay gente que ve el baile del sol y le da igual, porque después de haber conocido a Dios, te importa bastante poco que el sol se mueva, baile o cambie de color.
-¿Puede citar algún caso de esas vivencias?
-Ahí tienes a Guillermo. Un padre de familia cuya vida era un caos y al salir de la parroquia “ve”, se recuerda a sí mismo de adolescente jugando con una tabla güija. De golpe y porrazo se da cuenta de que el caos en el que vive su vida y en el que tiene sumergida a su mujer e hijos es producto de un juego diabólico, y que sufre una seria posesión que nunca había mostrado su cara visible.
-¿Y lo que decíamos del sol?
-Natalia, abogada, separada y madre de dos hijos, vio moverse el sol durante minutos. Sin embargo lo que a ella le dejó sin habla fue experimentar el amor de Dios, hasta tal punto que dice que si Dios le da un poco más, hubiese colapsado su cuerpo, que se hubiese roto por algún lado, y le llegó a pedir que parase. Lloró tanto que llegó a hacer un charco en el suelo.
-¿Por qué lloraba?
-No lloraba de pena, ni de angustia, ni de emoción. Lloraba porque, como he dicho, la presencia de Dios afecta al cuerpo y éste se resiente por algún lado. Su llanto era lo que yo llamo llorar de Dios.
-¿Qué le dirían al unísono los nueve entrevistados a quien les preguntara por Medjugorje?
-Ya lo has dicho al principio: “Tienes que ir”. Ese podría ser el lema no oficial de Medjugorje. Hay otro que a mí me gusta mucho. Cuando a la gente le dices que tiene que ir, enseguida preguntan por qué. La respuesta es: “Pasan cosas”. En Medjugorje pasan cosas.
Fuente: www.intereconomia.com