“Queridos hijos, el amor me trae a vosotros, el amor que también os deseo enseñar a vosotros: el amor verdadero. El amor que mi Hijo os ha mostrado, cuando murió en la cruz, desde el amor, por vosotros. El amor que siempre está dispuesto a perdonar y pedir perdón. ¿Cuán grande es el amor vuestro? Mi corazón materno está triste mientras está buscando el amor en vuestros corazones. No estáis dispuestos a someter, desde el amor, vuestra voluntad a la voluntad de Dios. No podéis ayudarme a que, aquellos que no han conocido el amor de Dios lo conozcan, porque vosotros no tenéis el verdadero amor. Consagradme vuestros corazones y yo os guiaré. Os enseñaré a perdonar, a amar al enemigo y a vivir según mi Hijo. No tengáis miedo por vosotros mismos. Mi Hijo no olvida, en las desgracias, a aquellos que aman. Yo estaré con vosotros. Oraré al Padre Celestial que os ilumine con la luz de la eterna verdad y del amor. Orad por vuestros pastores, para que, a través de vuestro ayuno y oración, puedan guiaros en el amor. ¡Os doy las gracias!”
Las almas que verdaderamente están abiertas a los mensajes de la Virgen, que toman en serio la conversión, cada vez que la Virgen habla las puede poner en crisis. No hubo un santo que no viviera en crisis, porque la realidad del cielo que ellos experimentaban, contrastaba con la realidad de la tierra, y les resultaba difícil armonizar estas dos realidades. Del mismo modo, quien se abre a María y vive en comunión con Ella, como se debe, vive en crisis, porque la Virgen habla y vive un lenguaje diferente a lo que actualmente se vive en la tierra. Obsérvese que dice en el mensaje de hoy: “Queridos hijos, el amor me trae a ustedes, el amor que también les deseo enseñar a ustedes-el amor verdadero.” Con estas palabras comienza la crisis, porque la Virgen habla de un amor verdadero, un amor diferente al de la tierra. Entonces, hay que preguntarse de inmediato, ¿Yo vivo el amor verdadero y el falso amor? ¿Dónde está mi corazón? ¿Qué busca mi corazón?
La Virgen en este mensaje te dice que viene a la tierra para enseñarte el verdadero amor, y este mensaje es para todos: para los padres de familia, porque le pueden enseñar a sus hijos el falso amor, también es para los sacerdotes, porque podemos enseñar el falso amor a los fieles, también el mensaje es para todo educador, porque como educador pueden enseñar, igualmente, el falso amor. Luego, hay que preguntarse, ¿qué experimentamos? ¿el amor verdadero o en el falso amor?
María nos dice —sin condenar otros amores— cuál es el verdadero amor: el amor verdadero es el de Jesús; específicamente, cuando murió en la cruz por todos. Y ese amor es el que debe permanecer en nuestros corazones: el amor que se inmola, el amor que se ofrece para que los demás tengan vida. La fuente de ese amor es la oblación, la entrega, el ofrecimiento por los demás. Ese es el verdadero amor, los demás amores del mundo no son como el de Jesús. Jesús tenía algo que lo hacía pensar primero en los demás, Jesús estaba dispuesto a inmolarse por los demás, Jesús estaba dispuesto a ofrecerse para que los demás tuvieran vida. Entonces, cuando uno está dispuesto a ofrecerse por los demás, a inmolarse por los demás, a perder su vida por los demás, es cuando tiene el verdadero amor. Por eso la Virgen dice: “Mi corazón materno está triste mientras está buscando el amor en sus corazones. No están dispuestos a someter, desde el amor, vuestra voluntad a la voluntad de Dios.
Ahora bien, ¿si no vivimos el verdadero amor, que podemos hacer para encontrarlo? La Virgen dice: Conságrenme sus corazones. Y este el principio de todo. Lamentablemente, el corazón de muchos no está consagrado a María, porque si estuvieran consagrados vivirían el amor verdadero, el amor de Jesús, el amor que se inmola, que se hace vida para los demás. Entonces, la consagración a María nos lleva a vivir el verdadero amor. Y el contenido de la consagración a María no es fácil explicarlo, porque no es fácil vivirlo. La consagración es un acto de entrega incondicional a María, que puede hacerse por medio de un rito especial en cierta ocasión, después de una seria preparación. Pero también hay que considerar que la consagración a la Virgen se hace todos los días ¿Y en qué consiste? En pertenecer a María, en tomar a María como Madre y Reina del corazón, y de esta manera, podrá guiarnos. Si María no reina en el corazón puede guiar el corazón de sus hijos, no puede enseñar cual es el verdadero amor, cómo se vive el verdadero amor. Entonces, todo inicia con el reinado de María en nuestras almas. Cuando un corazón le pertenece a María Ella lo guía. Hay muchos corazones que la quieren, que la veneran, que la respetan, que la defienden, que hablan de Ella, pero, lamentablemente, en pocos corazones reina María, a razón de los intereses personales que siempre son egoístas: la propia voluntad es primero. Entonces, el tema de la consagración a María es importantísimo: sin consagración no hay entrega verdadera a María, y por consiguiente no puede mostrar el verdadero amor.
En muchos corazones se libra una gran batalla, un gran combate, una gran lucha: la de la voluntad personal con la voluntad de Dios. Por supuesto que esas dos voluntades son distintas, porque la voluntad de Dios es toda santa, es de puro amor, de paz, de alegría de esperanza… y de servicio al prójimo. Por otra parte, la voluntad de muchos inicia siempre con lo que a cada cual le conviene, y por allí no es la cosa. Por lo común, la gente piensa primero en sí mismo, luego en los demás. Es raro encontrar en la Iglesia gente que ore y espere que le suban el estipendio porque con ello quiere ayudar a los pobres. ¡No! Se piensa más bien que si el sueldo aumenta, vivirá mejor, comerá mejor, se vestirá mejor, tendrá una mejor casa… Y ese no es el verdadero amor. Por eso es importante consagrase de verdad a María: para que Ella eduque el corazón y le enseñe cual es el verdadero amor. La Virgen necesita almas que le ayuden y no que le den más trabajo. La Virgen está preocupada por “quienes no experimentan el amor de Dios” y piensa, que quienes viven el amor verdadero son quienes le puede ayudar. Entonces, la cosa es seria. El amor verdadero y la consagración a María no es una devoción, es un apostolado. Por eso la Virgen pide a todos que vivamos el amor verdadero, porque de esta manera quiere salvar las almas. Entonces, cuando se vive el amor verdadero nos hacemos un favor a nosotros mismos y le hacemos un favor a los demás. Lo contrario al egoísmo. El egoísmo destruye el corazón personal y destruye el corazón del prójimo. Entonces, hay que elegir entre el egoísmo y la generosidad que comienza al entregar el alma a María.
La Virgen en el mensaje ha dicho: “Les enseñaré a perdonar y a amar al enemigo y a vivir según mi Hijo.” Cuando María reina como debe en el corazón, Ella ha dicho: “yo lo guío” y esa guía materna consiste en saber perdonar. Este también es un elemento que ayuda a discernir si el corazón se ha entregado a María, porque hay gente que le cuesta mucho perdonar, van mucho a Misa, oran, ayunan, peregrinan a los santuarios… pero les cuesta perdonar. ¿Por qué? Sencillamente, porque María no reina en el corazón. Porque cuando María reina en el corazón Ella se encarga en conducir la voluntad hacia el perdón, hacia la reconciliación. María guía el sentimiento del rencor hacia la paz, el rencor no se estanca. Recuérdese, que entre más tiempo pasa una persona con rencor en el corazón más difícil le será perdonar y pedir perdón. Pero María con este mensaje nos ofrece un camino eficaz para perdonar: entregar el corazón a Ella, consagrarse a Ella para que Ella guíe el corazón y la voluntad propia. Quizá entregar el corazón a María para muchos sea más fácil que perdonar.
También la Virgen ha dicho: “No teman por ustedes mismos.” Esta parte del mensaje también es importante, porque mucha gente —por falta de amor y otras circunstancias—, llevan permanente en sus corazones mucho miedo y si llevan miedo en el corazón, es normal, que también tengan miedo hacia sí mismos. El miedo puede ser tan nocivo que puede desarrollar una conducta, un estilo de vida, y a veces puede volverse obsesivo. Pero también puede permanecer oculto en el inconsciente y al momento de tomar decisiones, se puede manifestar en inseguridad, negación, intolerancia…. Y si el miedo está presente en la relación con Dios, no sabrá porque no se entrega a Él como debe, porque no logra dar más a su servicio. Y la respuesta puede ser porque en el inconsciente hay miedo, miedo de perder comodidad, instalación, de perder estima, de perder dinero, de perder prestigio… en el fondo es un miedo oculto, patológico. María como Madre sabe todo eso, y por eso dice: “No teman por ustedes mismos”. Entonces, este mensaje es importante. Es una invitación a la conversión, porque la conversión no es sólo cortar con el pecado, la conversión involucra también cortar con el miedo, saber confiar y abandonarse en Dios, permitirle a Dios tomar posesión del corazón.
También la Virgen dice: “Mi Hijo no olvida, en las desgracias, a aquellos que aman”. Esta última parte del mensaje también es importante. No quiere decir la Madre que Jesús olvida a aquellos que no aman. Lo que quiere decir es diferente: que Jesús intercede, de una manera especial, por aquellos que aman de manera especial, precisamente, porque aman: “El no olvida, en las desgracias, a aquellos que aman”. Entonces, si queremos que Jesús, en las desgracias, se acuerde de todos, hay que esforzarse en amar y vivir el verdadero amor, el amor suyo, el amor que perdona, el amor que se ofrece por los demás, el amor que no es egoísta. Recuérdese que lo que más está enfermando al mundo es el egoísmo y la Virgen lo sabe, por eso dice: amen como Jesús.
Por último, la Virgen dice: “Yo estaré con ustedes. Oraré al Padre Celestial que los ilumine con la luz de la eterna verdad y del amor.” Es frecuente escuchar en los mensajes de la Virgen que Ella estará con sus hijos, es una manera decir: “No los olvido”, “estoy con ustedes”, “no se sientan solos”, “no los abandono”. También es una forma de pedirnos a todos que le abramos el corazón, que la aceptemos como Madre, como Reina del corazón, porque en la medida que tomamos conciencia que María está con nosotros, así mismo le abriremos el corazón.
Oramos:
Jesús te doy gracias por la Virgen, Ella viene del Cielo a la tierra para enseñarme a amar. Tú sabes que tengo problemas para amar, tengo dificultades para ofrecerme por los demás, para perdonar como Jesús lo hizo. Por eso te pido, en esta oración, que me ayudes. Ven ahora mismo a mi corazón, que se ha endurecido por el pecado, que no sabe amar, que no sabe perdonar, que muchas veces ha guardado rencor. ¡Ven Jesús te necesito! Ven ahora mismo a mi corazón hecho pedazos por el miedo, la inseguridad, la falta de fe en Ti. Jesús yo en este momento Te abro las puertas de mi corazón que ha sido egoísta y Tú me has dicho que Tu reino no es para los egoístas. Cuando dijiste que Tu reino no era de este mundo, lo dijiste porque Tu reino es el del verdadero amor, del amor que se inmola, que se ofrece por los demás. Ahora mismo te pido Jesús que yo me sane de mi egoísmo, que tomes las heridas que el pecado ha dejado en mi corazón. Quiero renacer en esta Cuaresma que se aproxima, ¡ven Jesús que te necesito! Ven por María.
P. Francisco Ángel Verar