“Queridos hijos: También hoy os invito a la oración. Que vuestra oración se haga tan fuerte como piedra viva, hasta que con vuestras vidas os convirtáis en testigos. Testimoniad la belleza de vuestra fe. Yo estoy con vosotros e intercedo ante mi Hijo por cada uno de vosotros. ¡Gracias por haber respondido a mi llamada!”
La Santísima Virgen María al inicio del nuevo año, vuelve a hacer la invitación a la oración. No aclara en el mensaje el método, la forma o la expresión que se debe seguir, sino sólo se remite a hacer la llamada. De manera que el compás queda abierto para que cada quien, en medio de su libertad, elija el método, la forma y la mejor expresión para comunicarse con Dios. Se observa así, que una de las características de las exhortaciones de la Virgen en Medjugorje, precisamente, es el respeto por la libertad del ser humano, y se destaca, que, si la Madre respeta la libertad personal, es porque con su pedagogía materna, también enseña a educar a sus hijos. Nótese que María habla siempre con suma amabilidad, cortesía y en tono positivo exhortativo, aunque sabe que la respuesta de sus hijos no será como lo espera. Y de esta manera enseña a educar: con paciencia y amabilidad. Entonces, la Virgen en Medjugorje se nos revela como una buena educadora en acción en cuanto a la forma y en cuanto al contenido de la educación, porque este comienza para María, siempre con la oración. Ejemplo digno de imitar en todo educador, porque cuando el hombre aprende a orar encuentra su plenitud en la tierra. María lo sabe. Considérese que la herencia más bella que Ella misma recibió de sus padres terrenos, Santos Joaquín y Ana, fue que le enseñaron a orar; y lo mismo se podría afirmar de Jesús. El Catecismo de la Iglesia Católica enseña: «El Hijo de Dios hecho hombre también aprendió a orar conforme a su corazón de hombre. El aprende de su madre las fórmulas de oración; de ella, que conservaba todas las “maravillas ” del Todopoderoso y las meditaba en su corazón (cf. Lc 1, 49; 2, 19; 2, 51). Lo aprende en las palabras y en los ritmos de la oración de su pueblo, en la sinagoga de Nazaret y en el Templo. Pero su oración brota de una fuente secreta distinta, como lo deja presentir a la edad de los doce años: “Yo debía estar en las cosas de mi Padre” (Lc 2, 49). » CIC 2599. Entonces, Jesús tuvo tres fuentes indispensables para aprender a orar: la de sus padres terrenos, la de los ritmos de la liturgia judía de la época y la «secreta» según su dignidad de Hijo de Dios. Y en esto se debe reflejar el cristiano, toda vez que también nosotros poseemos tres fuentes: la familia católica de donde provenimos, la Iglesia o nuestra comunidad parroquial o educativa, y la fuente «secreta» de nuestra dignidad bautismal por donde Dios, por medio de su infinito amor nos conduce a través del Espíritu Santo. Además, las apariciones de Medjugorje, podrían ser una cuarta fuente para aprender a orar, porque la Madre de Dios cada mes en persona, enseña algo sobre este particular. Por lo tanto, no hay excusa para aprender a orar, y se recuerda que ninguna Iglesia o denominación cristiana, posee el legado espiritual sobre la oración cristiana como lo tiene la Iglesia católica. Basta recordar la pléyade de testigos insignes de la oración. De esta manera se afirma que los recursos existen, sólo falta la decisión de los fieles.
La segunda parte del mensaje dice algo muy significativo: «Que vuestra oración se haga tan fuerte como piedra viva, hasta que con sus vidas se conviertan en testigos.» ¿Qué puede significar esta expresión? Esencialmente se podría pensar en tres cosas: 1º. Que en la medida que se practica la oración ella misma se hace baluarte frente a toda adversidad (pruebas, tentaciones o fragilidades que conllevan al pecado, etc.). 2. Que la oración cuando se hace bien se transforma en el fundamento necesario para construir todo el organismo espiritual que luego traerá sus frutos. 3. Que la misma oración, cuando se desarrolla en la perseverancia y con el corazón, supera las grandes dificultades de las distracciones, la falta de fe, las sequedades o arideces y la misma acedia espiritual. Nótese por lo demás, que lo más importante del mensaje es que María quiere, que, por medio de la oración, cada discípulo de Cristo lleve la belleza de su testimonio al mundo: «Testimonien la belleza de su fe».
Se destaca que, precisamente, dentro del Año de la Fe que la Iglesia celebra, la Madre de la Iglesia hace esta exhortación, sin duda porque María siempre se ajusta a lo que el Magisterio pide. Y en ese ejemplo nos debemos inspirar todos los miembros del Cuerpo Místico de Cristo. Obsérvese que la llamada que hace la Virgen, es la misma que el Espíritu Santo nos hizo por medio del Papa para vivir este Año, y de esta manera, se percibe como Dios nos guía por fuentes distintas hacia un mismo objetivo.
En la última parte del mensaje la Virgen dice: «Yo estoy con ustedes e intercedo ante mi Hijo por cada uno de ustedes.» Con estas palabras la Virgen reafirma su participación en el proyecto del testimonio del cristiano. Esta parte del mensaje también es importante, toda vez que la Madre confirma que siempre está al lado de cada uno de sus hijos —aunque no todos experimentan su presencia y quizá por ello lo menciona—. Entonces, es una manera de llamar la atención, para que los discípulos de Cristo aprendan a confiar en Su persona, y que se coloquen sin temor bajo su regazo materno. Por consiguiente, hay que abrirle el corazón y acogerla como Reina y Madre de la propia existencia, porque Dios quiere que por medio de las apariciones de Medjugorje comience en la Iglesia una nueva era mariana, una especial Hora de María que ayudará a preparar la venida mejor de Jesucristo al mundo, como lo profetizó Montfort: «Por medio de la Santísima Virgen vino Jesucristo al mundo y por medio de Ella debe también reinar en el mundo.»
P. Francisco Ángel Verar