Venir a Medjugorje es para muchos la oportunidad de ir en búsqueda de un milagro, una aparición o de un mensaje especial. Incluso los teólogos se cuestionan sobre la curiosidad religiosa y se preguntan si allí sucede realmente algo especial. Los teólogos, tal vez, incluso más que los demás, tienen una cierta lucha personal ya que llevan consigo un profundo conocimiento, una disciplina, una obediencia a la jerarquía y una vida personal con Dios, Quien incluso desde el silencio habla mucho. Muchos me han preguntado qué pienso sobre las apariciones de Medjugorje. Pero no creo que me corresponda a mí decidir si esas apariciones son reales y su procedencia. En realidad mi fe no es mayor ni menor por las apariciones. Estoy a la espera de la opinión del Santo Padre quien dará el veredicto final cuando llegue el momento. Aquí me gustaría dar la respuesta de cómo me siento al ser testigo de la presencia de Cristo en Medjugorje, así como en todas las Eucaristías de todo el mundo; realmente presente, tan fuerte, que sin decir ni una sola palabra, conmueve nuestra alma y pensamientos. Medjugorje me atrajo como lugar, a un país querido para mí, Bosnia y Herzegovina, como realidad que es completamente diferente a la rutina diaria en Zagreb, donde vivo. A veces, es necesario ir a algún otro sitio, para alejarse de nuestra vida diaria, para que nuestros pensamientos puedan calmarse un poco y nuestra alma pueda encontrar un poco de reposo.
Detalles sobre el ambiente
Ignorando el hecho que llegué a celebrar el Año Nuevo en Medjugorje en el último momento, y que el día fue muy entretenido desde que salí de mi pueblo, puedo estar muy contento de que el viaje desde Zagreb a Medjugorje pasando por Zadar fue muy cómodo y sin ningún problema. Estuve preguntando a la gente sobre la celebración del Año Nuevo en Medjugorje y a pesar de que me respondían que no había nada especial, salvo la Adoración Eucarística y la Santa Misa, pude comprobar que ese “nada especial” es lo que atrae a miles de peregrinos de todo el mundo y a fieles de los alrededores a venir a este oasis espiritual en Herzegovina. Los peregrinos eran en su mayoría italianos. Muchos de los fieles llegaron a la Iglesia con auténticos equipos de invierno, vestidos con ropa de esquí, chaquetas, abrigos, envueltos en mantas y bufandas. Al principio, no podía entender por qué iban vestidos así; no comprendía especialmente a los que venían con mantas. Las tardes no eran tan frías (en comparación con las temperaturas de Zagreb que son bajo cero). Los más rápidos entraron en la iglesia y la zona de alrededor de la iglesia estaba llena de gente con ropa de invierno. La Adoración Eucarística empezó a las 22 h y todos los que estaban en los alrededores de la iglesia pudieron seguirla en pantallas. Sin embargo, aquellos que no pudieron seguirlo en directo, estuvieron rezando en paz y silencio, con profunda humildad y dignidad, llenándose de la presencia viva de Jesucristo. (Teniendo en cuenta que más de tres horas las pasaron a la intemperie, ¡todo lo descrito de los equipos de invierno adquiere más sentido ahora!)
¿Acontecimiento exclusivo en Medjugorje o simplemente Jesús?
Cuando voy a adorar a Jesús en el Santísimo Sacramento, siempre me siento atraído por el anhelo del rostro de Dios, y ese fue también el caso aquella noche. Durante algo más de una hora, no vi ni oí nada espectacular ni especial, aunque era sólo un par de días antes de aquel mensaje de Nuestra Señora en el que llevaba al Niño Jesús en sus manos y hablaba diciendo que Él era nuestra paz y que deberíamos cumplir sus mandamientos. Sin embargo era el mismo contenido que conocemos ya del Evangelio, así que no había nada nuevo en aquellas palabras. Con todo, lo que era tan fuerte y poderoso esa tarde en Medjugorje era el silencio que venía y abrazaba a la iglesia bajo la luz de la luna. Sucedió mientras contemplábamos el Santísimo Sacramento. Las meditaciones eran simples, traducidas a muchos idiomas. Algunas eran de acción de gracias por el año pasado, otras eran peticiones por el Año Nuevo, por la conversión de los corazones y por el cumplimiento de los mandamientos de Dios. Bastaron pocas palabras para que las vidas de todos aquellos que adoraban a Jesús, rezaban y buscaban el rostro de Dios se reconocieran en ellas. Aquella tarde muchos recibieron el Sacramento del Perdón. Es una maravillosa sensación la de reconciliarse con Dios, terminar un año y empezar otro nuevo con ese espíritu de reconciliación. Sacerdotes de varios países estaban disponibles para creyentes de distintas edades. La Celebración del arrepentimiento, el deseo de cambio, ¡la celebración de una vida nueva! La Eucaristía comenzó a las 23.20 h. Era ordinaria, pero con la presencia de algunas partes de la celebración navideña, con lo que fue muy especial. Mientras nos rodeaban distintos fuegos artificiales, la atención de los fieles permanecía fija en el altar, no en el cielo. ¡El centro eran la Palabra y el Pan! El momento de la transfiguración tuvo lugar exactamente a medianoche y fue muy impresionante. Mientras que el resto del mundo vive ese momento como una explosión de fuegos artificiales, champán, besos y abrazos, nosotros los que participábamos en esa Santa Misa estábamos muy lejos de todo eso. Las calles de los alrededores lo celebraban de forma ruidosa y a pesar de ello la zona de en torno a la iglesia resultaba muy pacífica y todos estaban centrados en Cristo, nuestro principio y fin. Cada uno trajimos nuestras vidas, seres queridos, oraciones, anhelos y esperanzas sobre el altar. Cristo recibió este regalo de nuestros corazones y pasó una nueva página al 2013, con su presencia real. En Él tenemos la auténtica razón para la alegría. Él fue la Estrella principal aquella noche, una Estrella que nos aporta buenas nuevas.
¿Cuál es el milagro de Medjugorje?
Miles de peregrinos que han venido hasta aquí sin una invitación especial para celebrar el Año Nuevo de este modo, que no han presenciado ningún espectáculo, cientos de esos que se confesaron aquella noche, algunos incluso tras muchos años sin haberse confesado – ¿No es ese el verdadero milagro? Hace poco leí un testimonio de un matrimonio que llegó a Medjugorje con sus hijos enfermos y que vinieron a pedir un milagro de curación. No experimentaron nada por parte de Nuestra Señora, no sucedió nada ni siquiera tras subir al Monte de las Apariciones ni al Monte de la Cruz. Cuando el padre se quejó al sacerdote diciéndole que habían estado rezando para que sucediese un milagro, éste únicamente le contestó: “¡Confiésate!”. El padre se quedó muy sorprendido. Él buscaba una señal para su hijo y el sacerdote lo mandaba a confesar… Sin embargo, la vida de esa familia cambió tras aquella confesión. El padre no se confesaba desde hacía años, portaba muchas heridas en su alma y vivía incluso con pecados mortales. Tan sólo después de la confesión se produjo un milagro. Sus niños se encontraban mejor, y para el padre era tan sólo la señal externa del encuentro milagroso que había vivido con Cristo en el Sacramento de la Reconciliación. ¡Ese fue su auténtico milagro! Nunca olvidemos que Cristo está junto a nosotros en el Sacramento de la Reconciliación como el que abre nuestro corazón y nos sana con Su Misericordia y llena nuestros corazones con el Amor de Su Cruz. Durante el viaje a Medjugorje escuché el testimonio de un matrimonio joven que se conoció camino de Medjugorje. Aunque los dos vivían en Italia relativamente cerca el uno del otro, no habían llegado a conocerse nunca en dicho país. Coincidieron camino de Medjugorje donde viajaban con dos grupos diferentes. Su encuentro tuvo lugar en el Ferry, durante la celebración de la Santa Misa. Se conocieron y se casaron tras un par de años de relación. Los encuentros con Dios en los sacramentos y la gente que acaba conociéndose son los mensajes más fuertes de Medjugorje. Muchos se preguntarán por qué esos cambios y acontecimientos tan especiales no nos suceden en nuestras parroquias. Y la razón es muy simple. Cuando dejamos nuestras parroquias y vamos de peregrinación a algún lugar, ya sea Medjugorje o cualquier otro, inmediatamente se origina un cambio en nosotros, nuestro humor cambia, nos centramos en ese destino y salimos de nuestra rutina ordinaria. Ya con ello simplemente estamos creando unos requisitos previos para vivir una experiencia espiritual. Es un impacto psicológico el que abre las puertas a algo nuevo.
¿Y dónde está Nuestra Señora?
María es la Madre que nos lleva hasta Su Hijo. Él está completamente presente en la Santa Eucaristía. Incluso cuando ella nos acompaña a la celebración de la Santa Misa, nos entrega en los brazos de su hijo, porque Él es Su centro y el nuestro. No creo que el deseo de Nuestra Señora sea que la contemplemos; Ella está completamente entregada a su Hijo. Las revelaciones particulares no obligan hasta el momento en que el Santo Padre se pronuncie al respecto. No obstante, lo que nos obliga a los creyentes y religiosos es sabido desde hace siglos y está reflejado en las Escrituras y en la Enseñanza de la Iglesia. Personalmente considero que uno de los mayores retos, tanto en términos religiosos como teológicos para mí, es el milagro de la Misericordia de Dios y el corazón abierto de María cuando le dijo a Dios: “Yo soy la servidora del Señor, hágase en mí tal como has dicho” (Lucas 1,38). Una y otra vez Sus Palabras me trasladan a las Bodas de Caná de Galilea: “Hagan lo que Él les diga” (Juan 2,5). Podemos estudiar esas dos frases aplicadas a toda nuestra vida, ya que sobre ellas seremos examinados y aprobaremos o suspenderemos nuestro examen de fe. ¡Serán esas las dos frases que llevaré conmigo este Año Nuevo!
Autora: Tanja Popec
Fuente: www.centromedjugorje.org