Gabriella Belotti ha tenido una vida difícil: su vida ha estado marcada por el dolor, marcada por la pérdida de personas queridas: pierde su madre siendo niña, después el padre, luego Roberto, el hombre de su vida, y su hijo, muerto antes de nacer. Después la desesperación, con tres intentos de suicidio. A pesar de todo, empezó a ver los signos que recibía de Roberto, y que la han llevado a Medjugorje, donde ha encontrado la paz y se ha reencontrado con Dios.
“Mi vida ha estado marcada por el dolor. Después de haber perdido a mis seres más queridos, mis padres, mi marido Roberto, y nuestro hijo, antes de nacer, pensaba que me volvería loca. Estaba presa de la desesperación, pero Roberto no me ha dejado nunca sola: he empezado a notar los signos que él me mandaba, y que me han llevado a la Virgen de Medjugorje, donde he encontrado la paz y he redescubierto a Dios”. Con estas palabras Maria Gabriella Belloti, de Gorlago (Italia), ilustra su historia, una historia de renacimiento que, después de tanto sufrimiento, ha explicado en su libro Tú estás aquí, que lleva presentando en diversos países y ciudades, cuyos beneficios serán destinados a fines caritativos.
Gabriella Belotti lo cuenta: “Era niña, tenía 5 años, y perdí a mi madre en un accidente por la calle: sacrificó su vida para salvarme. Eran las 8 de la noche del 4 de octubre de 1966, y mi madre y yo íbamos a encontrarnos con mi padre donde estaba trabajando en la construcción de una casa nueva, que sería nuestro hogar. La había imaginado con mucho amor para su familia. Llegamos en moto al lugar de la construcción. Ella bajó para saludar a mi padre, mientras yo estaba adormilada en la moto. Todo estaba tranquilo, hasta que, de forma inesperada, entró en la calle un coche, y mi madre vio que se acercaba a mí a gran velocidad. Solo tuvo tiempo de gritar “¡Dios mío, la niña!”, y al momento se abalanzó sobre mí, y me alzó por encima de ella. Mi padre presenció la escena: vio cómo mi madre me lanzaba por los aires mientras caía a un lado, atropellada por el loco conductor. La moto salió volando yendo a parar 80 metros más lejos de donde estábamos. Todo sucedió en pocos segundos, pero este momento fue el que cambió mi vida para siempre. Mi madre murió a los 41 años, solo dos días después de mi cumpleaños. El punto de la calle dónde estábamos era recto, y nosotros estábamos dentro del recinto. Me preguntaba por qué había sucedido esto. El conductor que nos había embestido cumplió 18 meses de cárcel, poco más de un año, y le retiraron el carnet de conducir. No le vimos nunca, ni tan solo se excusó por lo que hizo”.
Después de la pérdida de su madre, Gabriella fue al colegio. La señora Belotti prosigue: “Mi padre era fotógrafo, y en su tiempo libre tenía que dedicarse a construir la nueva casa, no podía ocuparse ni de mí ni de mis tres hermanas. Éramos dos niñas, y dos adolescentes. Mi hermana y yo, por tanto, íbamos al colegio. Sufrí mucho por la disgregación de mi familia, y por eso me sentía sola y triste. Pasados 9 años volví a casa y, junto a mi padre, viví años felices hasta que, después de un paro cardíaco, la noche del 3 de mayo de 1984, mi padre moría tomado de mi mano. Temía su pérdida desde mi infancia, y ahora había sucedido. Poco después, el matrimonio con mi primer marido, que no había convencido a mi padre, acabó ya que yo buscaba tener una familia, mientras que él pensaba sobre todo en el deporte, y en hacer su vida. Por eso, me dediqué profundamente a mi trabajo”.
Vino un período difícil, hasta que encontró el amor de su vida. Gabriela nos cuenta: “El 18 de junio, día del cumpleaños de mi padre, decido cambiar de coche. En el concesionario me encontré a Roberto, con el que compartí algunos chistes sobre el coche que había elegido, tomamos un café juntos y empezamos a vernos. Era el hombre perfecto: teníamos mucha pasión en común, y él también quería formar una familia después de la ruptura de un matrimonio precedente. Éramos muy felices y, después de diez años de habernos conocido, nos casamos. Decidimos adquirir una casa en Cerdeña, en Porto San Paolo. Vivimos un período tranquilo hasta que, el 1 de diciembre de 2008, Roberto pierde la vida en un accidente automovilístico. Estaba desesperada, pensaba que me volvería loca. Empecé a beber, e intenté suicidarme tres veces, frenada solo por la imagen de nuestra perrita Brici que, poco después, murió de enfermedad“.
Junto a todos estos sufrimientos, Gabriella empezó a notar ciertas coincidencias. La señora Belotti afirma: “Empecé a ver el coche de Roberto por doquier, a oír su nombre allá donde iba, a descubrir corazones de piedra y de cristal. Aprendí a descodificar estas señales, que se convirtieron en un lenguaje natural, y la única cosa que me mantenía viva. Son los signos los que, más tarde, me llevaron a Medjugorje”.
La llamada a ir a Medjugorje llegó en Cerdeña. Gabriella afirma: “En el aeropuerto me sentí atraída por un libro que hablaba de la Virgen de Medjugorje: estaba impreso en Turín, diciembre de 2008, es decir, la ciudad natal de Roberto, el mes y el año de su muerte. En Cerdeña me proponen un cambio de casa, y el agente de la inmobiliaria me lleva a ver una sobre una colina. En el jardín enfrente de la casa había dos corazones de piedra, un crucifijo y una Virgen, Reina de la Salvación, y al lado una estatuilla de San Antonio, protector de huérfanos y viudas, como yo. Este jardín fue construido donde, hace tiempo murieron dos personas en un incendio.
Al fin, la casualidad me llevó a un evento de Medjugorje. Crecía en mí el deseo de ir: me marché el día de Pascua del 2011, naciendo de nuevo“.
A Medjugorje ha reencontrado la paz. Gabriella añade: “Mientras estaba subiendo el monte Podbrodo vi un corazón en el suelo, un corazón de piedra. Sentí una voz que me decía “Es para ti”. Lo cogí y lo limpié: era perfecto y, por detrás, tenía la imagen de un cordero. Lo abracé y lloré, con gozo y dolor. Seguidamente me sentí ligera, impotente y me dormí. Cuando desperté me sentía diferente: comencé a recitar el rosario con aquel collar que había cogido solo porque todos los demás lo tenían. Por la noche, desde la habitación de mi hotel, vi una nube con la faz de un hombre, era el Padre. Mi vida cambió y sentí el amor de Dios, de quien, después de tanto dolor, me había alejado. También vi a mi hijo, el que tuve con Roberto, muerto antes de nacer, que necesitaba un gesto de amor, y por eso le di un nombre y una bendición, el bautismo espiritual y lo llamé Emanuel. Al fin, el amor había vencido al mal y al dolor, Dios estaba cerca: entendí que, como la primavera prepara el verano y el otoño el invierno, Dios nos prepara lugar en la vida eterna, la vida de la eterna felicidad. He contado mi testimonio en el libro ¡Tú estás aquí!, donde todo está documentado, para testimoniar la presencia de Dios en nuestra vida“.
Paolo Ghisleni
Traducción del italiano a cargo del equipo de www.virgendemedjugorje.org