Ayer pasé un día maravilloso en compañía de unos amigos cristianos. Fuimos en una furgoneta a La Aguilera, ya que era el rito de iniciación a la vida consagrada de un par de chavalas a las que de forma totalmente desligada, habíamos conocido en los últimos tiempos. y ya ves tú, tuvieron su inicación al noviciado juntas el mimso día. ¡Qué regalo para nosotros!
Maribel conoció La Aguilera a la vuelta de una peregrinación en bus a Medjugorje. Era la última parada antes de llegar a Madrid y Dios se quedó su corazón allí dentro. Ya no pudo volver a la vida de antes. Se enamoró de Cristo, y contra eso, chavales, nada que hacer.
Rut, en cambio, nunca ha ido a Medjugorje. Ni le ha hecho falta ni le ha dado tiempo. Jesús la enamoró a los catorce años. Y si el primer amor suele ser especial, imagínate con Él. De nuevo nada que hacer. Me voy al convento y hasta luego.
Al acabar el rito, sencillo y entrañable al mismo tiempo, tuvimos un rato de charleta con algunas hermanas, y hablando con una de ellas de mi edad, coincidimos en que en el camino de la vida, han sido los fracasos lo que nos han llevado a la Vida.
En la mía, han sido muchos más los fracasos que los éxitos. Y bien sonoros. Y lo siguen siendo, la verdad.
Fracaso en la voluntad, fracaso en el amor, fracaso en la obediencia, en la entrega, y así en un montón de cosas en las que me gustaría no fracasar, y no puedo. Pero supongo que eso es lo que me mantiene mirando día sí día también a ese fracaso humano desgarrado y desangrado que acabó colgado de un madero. La aparente derrota de Cristo.
Siguiendo las matemáticas de Dios, han sido mis fracasos mis mejores éxitos, y mis éxtios, mis más peligrosos enemigos.
Estoy seguro que la vida de Rut y Maribel está llena de fracasos en los que solo Dios y ellas han entendido que ahí está el éxito de su vocación, de su vida, de su sí y de su llamada.
Dios os bendiga, enamoradas.
Jesús García. Autor del libro “Medjugorje” (Ed. Libros Libres)