Mara Santangelo ha sido una de las tenistas italianas más destacadas en las últimas décadas. En su carrera, que acabó precipitadamente en 2011 con tan sólo 30 años, ganó numerosos torneos de dobles y también alguno individual. De hecho, donde verdaderamente destacó fue en la modalidad de dobles donde en 2007 ganó Roland Garros, y fue semifinalista en Wimbledon y el Open de Australia. Pero además fue campeona con Italia de la Copa Federación, la versión femenina de la Copa Davis. Todos estos logros hicieron que fuera galardonada con la Orden al Mérito de la República Italiana.
Su vida sigue en buena parte vinculada al tenis y al mundo del deporte. Ahora dirige el equipo italiano de la FedCup, preside el comité de atletas de la Federación Italiana de Tenis y es representante de los deportistas en el Consejo nacional del Comité Olímpico Italiano.
Un vacío que se llenó en Medjugorje
Pero no siempre su historia ha estado centrada por el éxito. Durante su vida ha sufrido mucho y experimentó un vacío interior que se le hacía insoportable y que cambió por completo gracias a una inesperada peregrinación a Medjugorje. Su vida dio un giro, y encontró paz. Incluso supo en esta peregrinación que debía retirarse.
En una entrevista con el semanario Credere, Mara Santangelo habla de su vida de fe y cómo la luz acabó con las tinieblas de su vida pese al dinero que ganaba o el éxito que cosechaba. Su historia empieza de niña. Su madre era una devota de la Virgen María, al igual que su abuela. Y esto fue transmitido a aquella niña que no paraba de jugar con la raqueta y las pelotas de tenis en el hotel que sus padres regentaban en la montaña.
La muerte de su madre
Su gran referente a seguir era la tenista Martina Navratilova, y Mara prometió a su madre que se cumpliría su sueño de verla jugar en la hierba de Wimbledon. Esta fue la motivación que la llevó a practicar durante horas y horas cada día, sacrificando una niñez y adolescencia que sería muy distinta a la del resto de jóvenes de su entorno. Pero cuando se iba a poder cumplir su sueño ocurrió un suceso que marcaría su vida.
“Tenía sólo 16 años cuando perdí a mi madre a causa de un accidente, y sólo por una ‘incidencia de Dios’ no subí al mismo automóvil en el que ella murió”, recuerda Mara.
Este hecho provocó un dolor inmenso en ella que difícilmente lograba superar. Además había que sumar los problemas físicos que experimentaría en un pie y que los médicos le dijeron que le impedirían rendir a nivel profesional. Pero al final las victorias acabaron llegando.
Aquella peregrinación que cambió su vida
Sin embargo, Santangelo confiesa que el mayor y mejor triunfo de su carrera fue encontrarse con la Virgen, pues le cambió la vida.
La extenista confiesa que este encuentro se llevó a cabo en Medjugorje, que “junto al santuario de Lourdes representan el lugar en mi corazón”.
Recuerda perfectamente aquel momento que cambió su vida: “Era 2010 y sabía poco o nada de las videntes y las apariciones”, pero sin saber cómo veía algo diferente en ella. Además, en este ambiente conoció Paolo Brosio, un conocido presentador italiano con una vida muy turbulenta que tuvo una profunda conversión en Medjugorje, y al principio con “curiosidad” y algo de “escepticismo” enfiló este camino, también ayudada por la comunidad de Renovación en el Espíritu.
“A través de María me encontré a mí y a Dios”
“Se encendió una luz que me permitió entender que era hora de colgar la raqueta”, cuenta. El Señor le había mostrado este camino, que no era fácil para ella puesto que suponía retirarse con apenas 30 años. Pero está convencida de que era lo mejor.
En otra entrevista, Mara explicaba que acudió a aquella peregrinación a Medjugorje “era una manera de volver a conectar con mi madre; en cambio, a través de María, nuestra verdadera Madre, me encontré a mí misma y a Dios. Hasta ese momento, mi fe era muy tibia y cómoda, como le sucede a muchas personas. Sin embargo, en Medjugorje, el 2 de noviembre de 2010, el día de los fieles difuntos, renací. Antes de la aparición de Nuestra Señora a la vidente participé en una larga noche de oración y luego tuve fuertes signos de la presencia de Dios”.
Hay un antes y un después en su vida desde aquella peregrinación. La extenista italiana asegura que “en esa colina hubo un punto de inflexión. Antes no miraba al prójimo ni al amor. En las siguientes semanas cogí fuerzas y comencé a asistir a un grupo católico. Al principio fue difícil, también porque mis amigos no lo entendían. Al mismo tiempo dejé el tenis renunciando al dinero y a los éxitos que podría haber obtenido durante varios años más. Bajé del pedestal y de la gloria que me dio el deporte. Lo tenía todo pero no era feliz, y dejando todo encontré paz y alegría. Ahora vivo una vida cotidiana, una fe a la que ya no podría renunciar con la oración, la misa y los sacramentos, cosas que me dan felicidad”.
Varios años después de su conversión también puede ver la importancia de la semilla que sembró su familia. “Mi abuela es creyente, cuando era niña nos hacía ir a misa y nos contaba cómo se recitaba el Rosario durante la guerra. Como adolescente, sin embargo, me alejé de la fe: ¿cómo puede el Padre del Amor arrebatar a su madre a una chica como yo? Por mi parte, hubo un cierre total y sólo después comenzó la larga búsqueda de la serenidad que sólo Cristo, con su paz, puede dar”.
Fue precisamente la Virgen la que ablandó su corazón y se presentó a ella como su Madre, llenando así ese vacío que experimentaba. La preparó para el encuentro con Cristo. Por ello ahora considera que su pasaje favorito de la Escritura es sin duda “el mandamiento del amor mencionado en el Evangelio de San Juan. Para mí, el ‘amaros los unos a los otros como yo os he amado’, es una especie de brújula”.
Fuente: Cari Filii News.