La oración con el corazón se traduce en una oración constante, porque se trata, al ser expresión de un verdadero amor que inflama el interior, de una necesidad de expresarse donádamente, es decir en una continua ofrenda y acción de gracias. Como es lenguaje interior y exterior que brota de la caridad, no es en búsqueda de sí mismo, ni en búsqueda de consuelos y complacencias, sino que se regocija el corazón en morir a sí mismo y vivir para Dios, siendo asemejado con Cristo, por la transformación que va realizando Espíritu Santo en el alma. El Paráclito comunica el amor infuso, que mueve las acciones de las facultades humanas, las palabras del entendimiento, el lenguaje de la voluntad, los afectos y sentimientos regidos por la Verdad gobernante en el corazón, que es la primacía del amor de Dios, y que se regala a la humanidad en las Tres Misiones Divinas (La Creación, la Redención y la Santificación).
Siendo la virtud infusa de la caridad su motor, en la medida que aumenta la vida de la gracia y de oración, el trabajo cotidiano y las obras de misericordia se asumen como una ofrenda desprendida para la gloria de Dios, aumentado paulatinamente la interioridad de la oración, concediéndole al alma mayor libertad y solidez en Dios.
“…Cuando ustedes estén cansados y enfermos y no saben cuál es el sentido de vuestra vida, tomad el rosario y orad, hasta que la oración llegue a ser para vosotros, un alegre encuentro con vuestro Salvador…” (Mensaje del 25 de Abril del 2001)
Esto hace que el corazón humano se haga más humilde, ya que le consta que todo ha sido don y nada obra propia en la que gloriarse. Todo es regalo y mérito de Cristo, en el que el impulso con el que se nos impregna el alma viene del cielo, y nos lleva a buscarle continuamente con las oraciones vocales, con la meditación de su Palabra y la contemplación de sus Misterios, en el fervor de la acción litúrgica y en el silencio cotidiano del recogimiento, donde buscamos estar a solas en los brazos de la Madre, en un Rosario pausado, resplandecientes ante el Sagrario, o en el claustro modesto y cotidiano de nuestro trabajo y los afanes domésticos, en el refrigerio de la pausa y el Tabor de los rezos, para ser transfigurados por la mirada del Maestro.
En cuanto el hombre busca con seriedad la verdad y el bien, esta conversación íntima consigo mismo tiende a convertirse en conversación con Dios, y poco a poco, en vez de buscarse en todas las cosas a sí mismo, en lugar de tender, consciente o inconscientemente, a constituirse en centro de todo lo demás, tiende a buscar a Dios en todo y reemplazar al egoísmo por el amor de Dios y por el amor de las almas en Dios. Y ésta es precisamente la vida interior; ninguno que discurra con sinceridad dejará de reconocer que así es. (G. LAGRANGE)
La oración debe ser un trato íntimo, amoroso y familiar con Dios, mediante la cual el Divino Espíritu va imprimiendo «sobrenaturalmente» en nosotros—las adorables perfecciones del Padre Celestial, procurando configurarnos con Jesucristo, esplendor de su gloria y nuestro ejemplar y modelo.
Por eso la oración del Corazón encuentra una cumbre singular, en medio de la jornada cotidiana, en el misterio de la Eucaristía, donde nos enfrentamos a la manifestación, por excelencia, de la Caridad de Dios, expresada en la entrega de su Hijo primogénito, que se constituye en ofrenda de amor y sustento de misericordia.
Dice el Padre Slavko: “María sabe que esto es algo que debemos aprender y quiere ayudarnos a hacerlo. Son dos cosas las que nos dice María -dar espacio a la oración y la oración personal- como condición indispensable para la oración con el corazón. Nadie puede rezar con el corazón si no se ha decidido por la oración y es entonces cuando de verdad empieza la oración con el corazón.
¿Cuántas veces hemos oído hablar de la oración con el corazón en Medjugorje y cómo se hace para rezar con el corazón? ¿Cómo se debe rezar para que de verdad sea una oración con el corazón?
Todos podemos rápidamente empezar a rezar con el corazón porque rezar con el corazón significa rezar con amor. Rezar con amor no quiere decir saber rezar bien y haber memorizado bien la mayor parte de las oraciones. Significa en cambio empezar a rezar cuando lo pide María y de la manera que lo hemos hecho al principio de sus apariciones.
Así pues, si alguien dice “no sé rezar, pero si tú me pides que lo haga lo empezaré a hacer” es entonces cuando empieza la oración con el corazón. En cambio si pensamos que rezaremos cuando sepamos hacerlo entonces no rezaremos nunca.”
Mensaje, 2 de octubre de 2011
“Queridos hijos: también hoy mi Corazón materno os invita a la oración, a vuestra relación personal con Dios Padre, a la alegría de la oración en Él. Dios Padre no está lejos de vosotros ni os es desconocido. Él se os ha manifestado por medio de mi Hijo y os ha dado la vida, que es mi Hijo. Por eso, hijos míos, no cedáis a las tentaciones que quieren separaros de Dios Padre. ¡Orad! No intentéis tener familias y sociedades sin Él. ¡Orad! Orad para que vuestros corazones sean inundados por la bondad que proviene sólo de mi Hijo, que es la verdadera bondad. Solamente los corazones llenos de bondad pueden comprender y aceptar a Dios Padre. Yo continuaré guiándoos. Os pido de manera especial que no juzguéis a vuestros pastores. Hijos míos, ¿acaso habéis olvidado que Dios Padre los ha llamado a ellos? ¡Orad! Gracias! ”
Fuente: www.centromedjugorje.org