Sor Emmanuel, cronista de los acontecimientos de Medjugorje y fiel apóstol de la Virgen, honró con su visita la histórica ciudad de Cartagena. Nos obsequió con una conferencia en la iglesia parroquial de San Antonio María Claret, el domingo 17 del presente mes de septiembre, coincidiendo con la celebración de las Fiestas de Cartagineses y Romanos.
Con su laconismo y sobriedad habituales, embelesó a un auditorio sediento de la espiritualidad de Medjugorje. Nos expuso, tras una lúcida reflexión sobre la Eucaristía, uno de tantos frutos silenciosos de Medjugorje, desapercibidos en el mundo, pero de hondo calado en las almas. Un fruto que ejemplifica una vez más el poder del Santo Rosario.
El convento carmelitano “Carmen Alto”, de Quito (Ecuador), languidecía a causa de la avanzada edad de las monjas y una sequía de vocaciones tan pertinaz que hubo de cerrarse el noviciado. La madre María Elena del Corazón de Jesús, priora del convento, había oído hablar de las apariciones de Medjugorje, iniciadas hacía tres años. Cuando su amiga Sor Luicela, religiosa italiana de la comunidad de las Doroteas, le anunció que partía como peregrina a Medjugorje, concibió un atisbo de esperanza. Escribió una carta a la Virgen y se la confió a Sor Luicela para hacerla llegar a manos de alguno de los videntes, pues se había extendido la voz de que Nuestra Señora atendía personalmente estas rogativas con tal solicitud que, con harta frecuencia, otorgaba respuestas individuales a los peticionarios cuando estos oraban con corazón sincero.
Sor Luicela no logró contactar personalmente con ningún vidente, pero asistió a una aparición pública de la Virgen, que dio este mensaje: “Me ocuparé personalmente de todas las comunidades cuyos miembros oren juntos diariamente el Rosario completo (las tres partes) por las intenciones de mi Corazón Inmaculado, y yo elegiré sus vocaciones”.
A su regreso, sor Luicela transmitió el mensaje a la madre María Elena, que lo interpretó como respuesta a su petición. No acababa de entrever cuáles podrían ser esas intenciones del Corazón Inmaculado de María; pero finalmente se inclinó ante la evidencia: no podían ser otra cosa que las intenciones de Dios.
Propuso a las hermanas rezar juntas diariamente las tres partes del Rosario. Aceptaron con fervoroso entusiasmo y adaptaron el horario a esta nueva devoción.
Meses después apareció la primera vocación, sor María de los Ángeles, a la que se fueron sumando otras más. Llegaron a ser tan numerosas que la priora tuvo que fundar otro convento carmelitano, el de Santo Domingo, también en Ecuador. Como la cantidad de hermanas de este segundo convento rebasó las 21 (cupo máximo para un carmelo), se vieron obligadas a fundar un convento más, esta vez en Panamá. En estos nuevos carmelos se rezan comunitariamente las tres partes del Rosario: Misterios Gozosos, Dolorosos y Gloriosos.
Añadió sor Emmanuel:
«Durante mi reciente misión en Galilea, una monja del Carmelo de Jaifa me refirió esta historia y agregó: “¡Yo soy fruto de ese mensaje de la Virgen María y del rezo del Rosario, pues ingresé como novicia en el Carmelo de Santo Domingo!”».
Hace algún tiempo, la Madre María Elena visitó un monasterio de Clarisas. Después de haber escuchado su testimonio, estas decidieron adoptar, también ellas, las directrices de la Virgen para obtener vocaciones. Sobra decirlo: poco tiempo después acogían nuevas postulantes.
Ahora comprendemos mejor por qué la Gospa nos repite tan frecuentemente:
«Queridos hijos, os invito a vivir mis mensajes». Hoy día los desafíos de la Iglesia y del mundo son inmensos. No debemos menospreciar ninguna clave que nos lleve a la victoria. Que esta arma dada por María, Reina del Rosario, inspire un nuevo impulso para sus hijos, que están agobiados bajo el peso de graves problemas y se desaniman. María nunca nos decepcionará».
Finalizada la misa que siguió a su conferencia, Sor Emmanuel obsequió a cada uno de los presentes con unos pétalos bendecidos por la Gospa (“Señora”), que así es como los croatas denominan a la Virgen.
En medio de un torrente de saludos y de peticiones de firma de libros, logré robar unos minutos a esta embajadora de Medjugorje, suficientes para añadir tres testimonios a su rico anecdotario. Le conté el caso de una murciana que, hará unos seis años, decidió peregrinar a Medjugorje antes de ultimar su proyectado e inminente divorcio. La mañana de un 2 de agosto, minutos antes de la anunciada aparición de la Virgen en la Cruz Azul (la Virgen anuncia con cortés antelación cuándo y dónde se va a aparecer), la peregrina decidió comprar un rosario. La vendedora no le cobró dinero alguno. Tras recibir las gracias, la traspasó con la mirada y le dijo en claro idioma español, sin asomo de acento extranjero: «No dejes a tu marido».
La mujer se quedó de piedra. Cuando logró activar sus músculos, comenzó a ascender la ladera del monte flotando en un mar de interrogantes que desafiaban su capacidad de razonar.
Cuando aún no se había repuesto de su desconcertante experiencia con la vendedora de rosarios, recibió una sorpresa aún mayor por mediación de un sacerdote desconocido para ella. El clérigo la abordó en medio del gentío y le dijo en perfecto castellano una frase capaz de hacer tambalearse los más firmes pilares de nuestra pobre y miserable lógica humana:
«Haz caso a lo que acaba de decirte la Virgen».
Fuente: www.elblogdecynthia.com