El pasado martes día 5, Jim Caviezel presentó en Madrid su última película, y fui al pase con un montón de amigos. Era una ocasión única ver en persona al actor que puso rostro a nuestro Señor en la mejor película que se ha hecho sobre Él.
La verdad es que el tío tiene una planta de actor de Holywood que te caes, sin embargo, en la presentación se le notó nervioso. Explicó por qué había hecho la nueva peli, titulada La verdad de Soraya M., basada en la historia real de una mujer que muere lapidada en un pueblecito iraní, víctima de una confabulación perpetrada por su marido, que se quiere enrollar con otra y no sabe cómo quitarse de encima a su esposa. Y lo consigue. Vaya si lo consigue…
La cosa es que Borja Mec probó suerte con pedir una entrevista a Caviezel cuando aún le llamábamos Caviezel, para colarnos en una agenda que manejaba quince encuentros con la prensa, por día, durante los dos siguientes.
El miércoles, a eso de las diez, recibí la llamada. Todo estaba en marcha y nuestra cita era a quince minutos de la una del mediodía, suficiente para atar las tareas de la mañana y organizarme.
Cogí la cámara y un taxi y en un periquete estaba en el hotel de Caviezel escribiendo una dedicatoria para él en un ejemplar del libro que escribí sobre Medjugorje. De pronto, Lucía nos llamó. Era nuestro turno, y es curioso porque recuerdo que Borja y yo nos colocamos allí como si nos fuesen a entrevistar a nosotros. Me explico. Aquello no formaba parte de una entrevista, sino de una conversación que teniamos pendiente. Sencillamente, se nos había echo esperar el tal Caviezel…
Borja le hizo las preguntas de rigor sobre la peli. Respuestas de concurso, ni una sola sonrisa y nada de aire en unos siete minutos que fueron un muermo. Hasta que Borja tuvo las narices de ofrecerle un trabajo a Jim. Ese fue el momento en que dejamos de llamarle Caviezel. Jim lo rechazó, pero nos habló de otras dos personas a las que preguntar. En ese momento, Borja le pidió que explicase que fue para él el hecho de haber conocido Medjugorje, y Jim fue explícito. Está grabado, para los incrédulos: “Medjugorje… verás, la cosa funciona de la siguiente manera: Yo no habría hecho La Pasión de Cristo de no haber ido a Medjugorje. ¿Habéis visto mi interpretación de Cristo en La Pasión”. Ahá, la hemos visto. “Pues entonces habéis visto un fruto de Medjugorje. Yo no sé si lo que dicen que allí sucede es verdad, lo que yo sé es que allí conocí el Amor de Dios, experimenté la maternidad de María… Yo no oí ninguna voz física, pero sentí que Dios me prevenía de que algo iba a pasar y de que yo debía estar preparado”.
Jim sonrió ante nuestros comentarios, no le importó no tener ni idea de español cuando le regalé el libro, y nos brindó una divertida y emocionante representación a dos voces de una conversación que él tuvo con Juan Pablo El Grande, como le llama, imitando la voz del anterior Papa y poniendo la suya propia cuando tocaba.
Jim sonrió cuando le dijimos que la culpa de haberle ofrecido trabajo la tuvo él cuando, la noche anterior, nos contó una anécdota en la que él mismo, recién llegado a Hollywood y trabajando de camarero, le dijo a un afamado actor que quería ser actor como él. “No tengáis miedo. No tengáis miedo de hacer lo que hay en vuestro corazón”, dijo. Y nos remató con una indicación acerca de la responsabilidad que tenemos los que tenemos fe, y más aún, los que nos dedicamos al mundo de la Comunicación. Él mismo nos dijo que en Hollywood se hacen películas para ganar dinero, pero que a él no le sale. “Yo recibí un don de Dios y lo pongo a su servicio”.
Para acabar, Borja le preguntó que qué se siente cuando alguien le dice que, al rezar, es su rostro el que le pone al rostro de Cristo. “No es solo mi rostro. También es el tuyo, y el del otro, y el de todos, porque Cristo murió por todos nosotros”.
Jesús García. Autor del libro “Medjugorje”. (Ed. LibrosLibres)