Con motivo del fallecimiento, el 10 de septiembre, del mariólogo René Laurentin, Andrea Zambrano ha entrevistado a Vittorio Messori en La Nuova Bussola Quotidiana sobre la personalidad de un hombre que consagró toda su vida a difundir la devoción a la Virgen María.
“Me agrada pensar que ahora María estará abrazando a quien durante cien años la defendió y la dio a conocer, la amó con sus estudios y por Ella sufrió el ostracismo académico de los teólogos à la page”, dice Messori.
Vittorio Messori mira, conmovido y divertido, la página francesa de Wikipedia, donde la voz René Laurentin está acompañada por la foto de un posado: “Somos él y yo en la entrega del premio de Cultura Católica en Bassano del Grappa. ¿Cómo la habrán conseguido los franceses?”
Pero aunque sea un posado, es una foto emblemática y dibuja perfectamente la relación entre ambos: sentado, hierático, el mayor mariólogo de todos los tiempos; detrás, de pie, y por tanto en posición un poco retrasada, pero más a la vista, el escritor católico italiano. Laurentin murió el domingo 10 de septiembre a la edad de 99 años, y Vittorio Messori, quien fue, además de su colaborador y confidente, “casi también su agente literario”, piensa que con el sacerdote parisino se va su tercer punto de referencia de la época contemporánea.
“He tenido la suerte de tener tres grandes maestros franceses: Jean Guitton, André Frossard y él. De no haberle conocido y frecuentado, tal vez habría escrito cosas decididamente menos interesantes”.
Murió durante el centenario de Fátima, él, que había emitido su primer llanto en el mes de octubre de aquel 1917: mientras concluían las apariciones de Fátima, Laurentin venía al mundo. Coincidencias de una vida que no podía ser más que mariana al cien por cien.
-Messori, ¿quién fue Renè Laurentin?
-Un hombre bueno y accesible, siempre disponible, y no era solo un mariólogo y el mayor experto en Lourdes: no olvidemos que el capítulo que cierra el documento conciliar Lumen Gentium fue prácticamente escrito por él cuando era consultor en el Vaticano II. Además escribió más de 100 libros, prácticamente uno por cada año de vida, y de él he aprendido muchísimo. Hay un libro que no he podido conseguir que se traduzca al italiano, en el que, como gran estudioso que era, explicaba al gran olvidado: el Espíritu Santo.
-También Laurentin fue un olvidado. La noticia de su muerte no fue seguida con gran profundidad.
-Y en Francia todavía menos. Toda la vida fue acosado en el ámbito académico. En Francia, los arrogantes teólogos franceses miraban por encima del hombre a alguien que se ocupaba de cosas que eran una pérdida de tiempo, como las apariciones marianas, que para ellos resultaban irrelevantes; y él sufría en silencio este ostracismo que lo presentaba como un visionario.
-Sin embargo, tuvo una carrera importante…
-Con cargos académicos marginales en Francia, su fortuna la hizo en Italia y sobre todo en Estados Unidos, donde obtuvo una prestigiosa cátedra. Pero no olvidemos que estaba inscrito en el colegio profesional de los periodistas franceses y cubrió como corresponsal de Le Figaro el Concilio Vaticano II, del que fue perito para el documento sobre la Iglesia.
-¿Más teólogo o más divulgador mariano?
-Diría que un hombre poliédrico. Había recibido muchos talentos y los hizo fructificar escribiendo siempre cosas sensatas.
-Un protagonista del Concilio, que sin embargo nunca fue considerado como un hombre conciliar…
-Porque se opuso a la deriva del Concilio imaginario, y por eso era mal mirado por sus colegas catedráticos. Se opuso a la locura postconciliar.
-¿Por qué locura?
-Porque en los primeros diez años después del Concilio, la mariología sufrió un eclipse. Él lo llamó, sabiamente, “el invierno mariano”, y esto le hacía sufrir mucho porque a pesar de que se oponía a cierto marianismo exagerado, era muy consciente del papel misterioso y decisivo que el Padre Eterno ha confiado a María de Nazaret. A menudo repetía que no hay catolicismo sin María.
-Pero Laurentin dio también un gran impulso al desarrollo de la mariología. Por ejemplo, con la llegada al pontificado de Juan Pablo II.
-Sí, es cierto. Sin embargo, el punto de inflexión, me repetía siempre, tuvo lugar con Pablo VI, quien con la exhortación Marialis Cultus dio aliento de nuevo a la mariología. Laurentin repetía que aquel documento fue el punto de inflexión no solo para volver a los estudios marianos, sino también a la devoción mariana. Y el invierno mariano, iniciado diez años antes con el final del Concilio, conoció no digo una primavera, pero seguramente una inversión en la cual el hielo, al menos, se licuó. Pero lo pagó caro, porque hicieron de todo para boicotear sus obras.
-¿Por qué un gran mariólogo como él nunca se ocupó de Fátima?
-Porque la consideraba difícil. Lourdes era una aparición lineal, la de Fátima tenía diversas partes y sobre todo una divulgación de los secretos con anticipación de muchos años. Por tanto decidió que no investigaría aquel hecho. Lo dijo con gran independencia cultural incluso al presidente de la conferencia episcopal portuguesa, enviado directamente por el patriarca portugués, que puso a su disposición todo lo que era posible para estudiar el fenómeno. Además, sobre Fátima se habían desencadenado demasiadas pasiones políticas que, a su juicio, habrían obstaculizado su trabajo. Así que dijo que no. Me lo contó después de un baño en el Sena.
-¿Un baño en el Sena?
-Sí. Un día fui a verle al convento donde vivía y donde ejercía su labor de cura de almas de las monjas. Se ausentó un momento, volvió en traje de baño y se zambulló en el Sena. Me dijo que era su único deporte, lo hacía para mantenerse en forma y cruzaba el río parisino de orilla a orilla. Increíble.
-¿Cuál fue su mayor aportación a la mariología?
-Seguramente Lourdes, de la que lo conocía todo, y de la cual descubrió incluso documentos inéditos, así como la conversión de Ratisbonne. La conversión por medio de María fue su gran especialidad. De hecho, por haber demostrado cómo sucedió de verdad la conversión del ilustre judío Ratisbonne fue atacado duramente.
-¿La mariología como estudio… y como fe?
-Demostró, con documentos en la mano, que la devoción mariana tiene fundamento, que no es una especie de variante inaceptable de la auténtica devoción cristiana. Dio plena carta de ciudadanía a la devoción mariana, también la popular, mostrando que tenía bases muy sólidas.
-A propósito de variantes inaceptables. Hoy parece que hablar de María sea un obstáculo en el diálogo con los protestantes…
-¡Porque nos hemos obsesionado con esta historia de los protestantes! Les tomamos demasiado en serio.
-¿A quién se refiere por “nos”?
-Me refiero a buena parte de los católicos. Pero los protestantes son una pequeña parte de la cristiandad, por lo demás destinada a la extinción. Ahí está, por el contrario, el ejemplo de los ortodoxos, que nos superan en devoción mariana. Y luego, y sobre esto también estaba de acuerdo Laurentin, así como es ilusorio e impracticable dialogar con el islam, la única posibilidad de contacto es sobre María, a la cual se le dedica una sura entera. Los judíos son condenados por los islámicos porque ponen en duda la virginidad de María, y el mismo Jesús, que muchas veces no es ni tan siquiera nombrado, sino llamado con el apelativo “Hijo de María”. Por último, María esa la única mujer citada en el Corán. ¡Algo querrá eso decir!
-El mundo luterano no ama a María, sin embargo los católicos lo buscamos.
-Sufrimos una fascinación sin motivo. Sin embargo, el único protestantismo que tiene vitalidad es el carismático “enloquecido”, llamado evangélico, pero éste es el único protestantismo con el cual nuestros sacerdotes no quieren dialogar. Hoy ya no hay luteranos ni calvinistas, pero pretendemos dialogar con ellos. ¡Si pudiese yo explicárselo al Papa Francisco…!
-Volvamos a Laurentin…
-Comprendió un factor fundamental del desarrollo del cristianismo?
-¿Cuál?
-Después del Vaticano II, el único auténtico movimiento de masas y popular ha sido Medjugorje.
-Las visitas apostólicas de Juan Pablo II fueron sin embargo algo formidable…
-Pero no llevaron ni una sola persona más a la iglesia. Fueron importantes bajo otros puntos de vista, pero no es que las iglesias de este o aquel país se llenasen después de las visitas. Sus extraordinarias catequesis mundiales no significaron un despertar inmediato del catolicismo, al menos en la práctica. Por el contrario, Medjugorje…
-Sin embargo usted nunca ha sido un entusiasta de lo que sucede en el Podbrdo [monte de las apariciones en Medjugorje].
-Siempre he sido prudente porque la Iglesia no se ha manifestado aún, pero Medjugorje es el único movimiento católico totalmente voluntario, al que la gente acude por la única razón de que María se aparece. Es una dinámica que también se vio en Lourdes. En Francia, mientras la Iglesia colapsaba, cuando se clausuró el Vaticano II, Lourdes tenía dos millones de peregrinos al año, hoy hay más de cinco. Medjugorje y Lourdes son la prueba de que María sostiene a la Iglesia, junto a santos particularmente carismáticos como el Padre Pío.
-¿Esto lo pensaba también Laurentin?
-Sin duda. Dijo que el invierno mariano lo había disuelto el pueblo, por el hecho de que se multiplican las apariciones, tanto que él ya no daba abasto para responder a los obispos que lo asediaban. Eso sí, en los últimos años había demasiadas…
-Sin embargo, era un entusiasta de Medjugorje…
-Sí. Y sobre su veracidad, al final me ponía el ejemplo de Caravaggio, que es el santuario más visitado de Lombardía. Ahora nadie sabría dónde ir a encontrar los documentos de los hechos milagrosos, pero ¿qué sería la fe de la Lombardía si no hubiese existido Caravaggio? Es, pues, probable que María acuda a las apariciones, aunque al principio no las hubiera.
-¿Perdón…?
-Es decir, que algunas apariciones no fueron tales, pero lo fueran después.
-¿Qué María acudiese sería una llamada?
-Exacto, y lo decía también en los últimos tiempos respecto a Medjugorje. Tal vez María no estaba al principio, pero ahora –decía- “estoy segurísimo de que está. María no puede engañar a sus hijos, que se desuellan las rodillas sobre el Krizevac [colina de la Cruz, junto al monte Podbrdo, en Medjugorje], y ahora seguramente está”.
-Es fascinante como hipótesis, pero habría que “teologizarla”…
-¡Por favor! Si seguimos a los teólogos acabaremos como el general de los jesuitas, que mete en danza a las grabadoras. Prefiero la concreción del pragmatismo católico. La gente va a estos lugares y se confiesa, vuelve o se acerca a la vida de fe. No me preocuparía de investigar demasiado, los efectos son buenos, y si el árbol da buenos frutos…
(Publicado en italiano en La Nuova Bussola Quotidiana, traducción al español por Carmelo López-Arias para el portal de noticias marianas CariFilii.es)
Fuente: www.religionenlibertad.com