La obediencia a la Iglesia es el ingrediente por excelencia de la auténtica devoción católica mariana.
El 21 de octubre de 2013, el arzobispo Carlo Viganò, Nuncio Apostólico en los Estados Unidos, envió una carta a monseñor Ronny Jenkins, Secretario de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos, con respecto a un vidente de Medjugorje y sus próximas conferencias en los Estados Unidos. Esta carta fue remitida a petición del arzobispo Gerhard Müller, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (el dicasterio vaticano que supervisa la evaluación de los informes sobre apariciones marianas).
La carta aborda las charlas programadas del vidente de Medjugorje, Ivan Dragivecic, para luego proceder a enunciar la política de que “los clérigos y los fieles no están autorizados a participar en reuniones, conferencias o celebraciones públicas en las que la credibilidad de tales ‘apariciones’ se dé por afirmada”. En apoyo a esta restricción, la carta del Nuncio cita en gran parte la declaración del 10 de abril de 1991 emitida en Zadar por la Conferencia Episcopal de la Ex-Yugoslavia (actual Bosnia): “En base a la investigación realizada hasta ahora, no es posible afirmar que haya habido apariciones o revelaciones sobrenaturales”.
Aunque esta restricción podría suscitar potencialmente elementos de sorpresa e incluso confusión por parte de algunos, en realidad no hay por qué angustiarse ni perder la paz. Examinemos esta restricción a la luz de la propia primacía de la Iglesia sobre el tratamiento de presuntas apariciones que aún están bajo investigación.
Comúnmente, dentro de la Tradición de la Iglesia hay tres clasificaciones posibles en relación con la evaluación eclesiástica de una supuesta aparición mariana: 1) constat de supernaturalitate, indica que la aparición en cuestión “consiste en un origen sobrenatural”; 2) non constat de supernaturalitate, determina que el carácter sobrenatural de las presuntas apariciones no puede ser establecido en el momento de la investigación, pero deja abierta la puerta para su posterior evaluación en curso (lo cual podría incluir la aprobación positiva); y 3) constat de non supernaturalitate, establece que las presuntas apariciones no son de origen sobrenatural y por tanto, los devotos no deben de ninguna manera participar o difundir la devoción a las supuestas apariciones.
Si bien la carta del Nuncio papal hace referencia a la declaración de 1991 de los obispos de Bosnia en relación a Medjugorje, hay otros elementos que figuran en ella que son útiles para una mejor comprensión de la misma.
En realidad, la frase completa tomada de la declaración de 1991 de los obispos de Bosnia dice: “En base a las investigaciones realizadas hasta ahora, no se puede afirmar que se trate de apariciones y revelaciones sobrenaturales”. Desde la perspectiva de la teología y la precedencia de la Iglesia, el “hasta ahora” es de vital importancia, ya que establece claramente que la declaración de los obispos bosnios sobre Medjugorje cae dentro de la segunda categoría de “non constat de supernaturalitate”, en lugar de “constat de non supernaturalitate”. En resumen, la declaración de Bosnia deja claro que Medjugorje no es una aparición “prohibida”, sino una presunta aparición cuyo curso de investigación merece seguir adelante.
Volviendo a la precedencia de la Iglesia, mientras una presunta aparición está bajo investigación, es normal que la devoción personal del clero o de los fieles, ya sea en lo individual o en reuniones públicas, sea permitida por la Iglesia, siempre y cuando no se dé un estatus parroquial o diocesano “oficial” a la conferencia o peregrinación, puesto que esto podría llevar a la conclusión errónea de que la presunta aparición ya fue aprobada oficialmente por la autoridad legítima de la Iglesia.
Aún más, el clero y los fieles son libres, a título personal, de aceptar como auténtica una presunta aparición, siempre y cuando exista la voluntad de someterse fiel y obedientemente al juicio final y definitivo de la Iglesia respecto a la autenticidad de dicha aparición. Esto, una vez más, por lo general incluye el permiso para peregrinar al presunto lugar [de la aparición], para reunirse privada o colectivamente para orar o para discutir sobre la presunta aparición, sin que esto implique el respaldo oficial de la Iglesia.
Además, la Declaración de 1991 de los obispos bosnios prosigue afirmando que debe proporcionarse el cuidado pastoral incluso a aquellos peregrinos motivados por la creencia en las apariciones y por tanto, el obispo local y los demás obispos de Bosnia de hecho deberán procurarles esa atención.
Sin embargo, las numerosas reuniones de fieles de distintas partes del mundo que acuden a Medjugorje, impulsados tanto por su creencia [en las apariciones] como por otros motivos, requieren el cuidado pastoral en primer lugar del obispo diocesano y también de otros obispos, de tal modo que en Medjugorje y en todo lo relacionado con ello se promueva una sana devoción a la Santísima Virgen María de acuerdo con la doctrina de la Iglesia.
Aquí vemos que la declaración de Bosnia busca proporcionar un adecuado cuidado pastoral a los peregrinos que visitan Medjugorje basados en la creencia de las apariciones, sin por ello desalentar, por no hablar de prohibir, las peregrinaciones privadas favorecidas por la creencia personal en la autenticidad de las presuntas apariciones.
Otra directriz de la Iglesia que concede el permiso para peregrinaciones “no oficiales” a Medjugorje aparece en la instrucción de la propia Congregación para la Doctrina de la Fe el 26 de mayo de 1998. El arzobispo Tarcisio Bertone, entonces secretario del cardenal Ratzinger en la Congregación para la Doctrina de la Fe, afirma en una carta del 26 de mayo de 1998 al obispo francés, Excmo. Gilbert Aubry:
“En cuanto a las peregrinaciones a Medjugorje, que son llevadas a cabo privadamente, esta Congregación señala que están permitidas a condición de que no se consideren como una autenticación de los eventos en curso, los cuales aún requieren ser investigados por parte de la Iglesia”.
Aquí vemos nuevamente la aprobación de las peregrinaciones privadas, sin ningún tipo de prohibición en base a la creencia personal en las apariciones, con la única salvedad de que la peregrinación no sea malinterpretada como una “autenticación” de las apariciones, mientras estas todavía estén bajo investigación. También es importante hacer notar que la reciente carta del Nuncio papal en EEUU no prohíbe las peregrinaciones privadas a Medjugorje que hayan sido aprobadas bajo las condiciones especificadas tanto por la declaración de Bosnia de 1991 como por la aclaración de la Congregación para la Doctrina de la Fe de 1998.
No obstante, bajo este punto de vista, podemos entender por qué las nuevas restricciones relativas a las conferencias o reuniones públicas que presuponen la credibilidad de Medjugorje, como figuran en la carta del 21 de octubre del Nuncio papal, podrían causar sorpresa e incluso confusión a aquellos que han seguido fielmente hasta hoy las directrices disciplinarias de la Iglesia en relación a Medjugorje.
Con todo, la sorpresa o la confusión no justifican la desobediencia.
A los seguidores de Medjugorje en el mundo entero, yo les diría: Obedezcan y oren. Según lo especificado por el Nuncio atendiendo a las directrices de la Congregación para la Doctrina de la Fe, cualesquiera “reuniones, conferencias o celebraciones” de Medjugorje en las que se dé por hecha la credibilidad de dichas ‘apariciones’ deberán ser canceladas hasta nuevo aviso o modificación de la política por parte de la autoridad eclesiástica legítima.
Los devotos de Medjugorje deben seguir el ejemplo excelente de san Pío de Pietrelcina, durante sus casi diez años de prohibición por parte de la Iglesia, de celebrar públicamente la Misa a la luz del rechazo vaticano y diocesano de sus presuntos fenómenos místicos. Durante su época de prohibición, el padre Pío nunca negó la autenticidad de sus estigmas, la bilocación u otros prodigios auténticamente sobrenaturales (¿cómo podría? — ¡eran auténticos!).
Él simplemente obedeció.
Recordemos también el rechazo de la Iglesia, tanto de la diócesis local como de la Congregación para la Doctrina de la Fe, a las apariciones de Jesús a santa Faustina, que ahora constituyen la devoción de la Divina Misericordia universalmente aprobada y celebrada. Tal es el proceso a veces imperfecto de la Iglesia en la difícil tarea de evaluar lo que el beato Juan XXIII llamó “esas luces sobrenaturales”. Esta prohibición se levantó finalmente en 1978 por la intervención del beato Juan Pablo II, pero solo después de muchos años durante los que los devotos de la Divina Misericordia tuvieron que abstenerse obedientemente de la celebración pública y la distribución del mensaje divino de la misericordia infinita de Dios.
También ellos obedecieron.
Esta nueva restricción (que nada tiene que ver con una prohibición formal) puede, de hecho, ser una ocasión providencial para mostrar al mundo que la gran mayoría de los seguidores de Medjugorje viven y respiran en el corazón de la Iglesia, en plena obediencia a la Iglesia, y no son “fanáticos marginales” cuya fe depende únicamente de una presunta aparición, como muchos críticos a veces afirman.
La prueba es la obediencia.
Al público general, yo le diría: Que les quede claro y tengan cuidado de no tomar la nueva restricción por lo que no es: una declaración definitiva de la Iglesia en contra de la autenticidad de Medjugorje. La Congregación para la Doctrina de la Fe tiene el derecho, por cualquier razón, de aplicar más restricciones, en tanto la Comisión del Vaticano en curso concluya su estudio, el cual, en última instancia, llegará ante el papa Francisco para un juicio final.
Pero el hecho prevalece, el proceso de la Iglesia no ha terminado. Medjugorje no ha sido declarado “constat de non” por la carta del Nuncio en EEUU, y cualquier conclusión o promulgación en este momento acerca de que Medjugorje haya sido oficialmente condenado sería su propia forma de desobediencia a la autoridad de la Iglesia. Hacerlo sería tanto como usurpar el papel de la Congregación para la Doctrina de la Fe y, en última instancia, del propio papa Francisco, de hacer el discernimiento final de la autenticidad de Medjugorje, un discernimiento crítico e histórico que pertenece únicamente al Magisterio de la Iglesia.
Gamaliel tenía razón: “… si este designio o esta obra procede de hombres se disolverá; pero si es obra de Dios no podréis acabar con ellos; no sea que os encontréis luchando contra Dios”. (Hechos 5,38-39)
Dr. Mark Miravalle
El Dr. Mark Miravalle es profesor de Teología y Mariología en la Universidad Franciscana de Steuvenville. Es un prolífico escritor sobre temas relacionados con la Virgen Santísima y es frecuentemente consultado sobre supuestas apariciones marianas. Para leer más sobre este tema, visite
Publicado el 8 de noviembre de 2013 por el Dr. Mark Miravalle en Marian Private Revelation.
Fuente: www.motherofallpeoples.com/store y www.markmiravalle.com