1 – Laurence es una dinámica joven que vive en una gran metrópolis holandesa. Viene todos los años a Medjugorje y transita el camino del Señor… Vive sola y difunde profusamente los mensajes de la Virgen, y está siempre a sus órdenes para servirla. El testimonio que nos comparte aquí, puede inspirarnos y ayudarnos a hacer buen uso de nuestra libertad:
“Durante 15 años no miré televisión. Sin embargo, cuatro meses atrás decidí tomar un abono. Quería estar al tanto de las actualidades. Y ahora después de estos cuatro meses anulé mi suscripción, firmemente convencida de estar tomando la decisión correcta. ¿Por qué? Porque cuando miraba televisión por la noche, me sentía vacía. Aún cuando se tratara de un programa informativo que me ponía al tanto de las novedades a nivel mundial, para poder luego orar por esas intenciones, en mi caso, no funcionaba. Cada vez me ocurría lo mismo: después de haber mirado una hora de televisión, no podía rezar porque mi corazón estaba endurecido y algo en mí se había cortado de Dios, de mi fuente. Por lo tanto no podía rezar por esos acontecimientos porque mi espíritu estaba turbado. Me cuestionaba cuál sería la causa, hasta que encontré la respuesta: cuando miro la televisión, el espíritu del mundo se apodera de mi corazón. En el momento en que oprimo el botón de encendido, me conecto voluntariamente con el espíritu del mundo, le digo conscientemente que “sí”. Luego este espíritu carcome en mí lo que me une a Dios y me siento cada vez más vacía.
Inmediatamente después de haber tomado la decisión de suprimir la televisión, la puse en obra cancelando mi abono al día siguiente. Al franquear la carta, sentí que una gran alegría inundaba mi corazón. Percibí la sensación de estar sumergida en luz y que el Cielo aprobaba mi decisión. Le dije entonces a María: “Esa hora que no voy a utilizar más para ver el informativo, la voy a emplear para rezar el rosario. Efectivamente a partir de ese día, rezo el rosario entero todas las noches, y ¡siento que es tiempo muy bien aprovechado! Estaba perdiendo mi tiempo y mi vida en el Espíritu mirando la tele. Al rezar el rosario, comencé a experimentar un gran deseo de ayunar. Me doy cuenta que cuando uno es consecuente en un aspecto, tiene fuerzas para crecer y poder ser consecuente otros también. El hecho de rezar el rosario todas las noches me ha dado la fuerza y el espacio necesario para ayunar a pan y agua como lo pide la Virgen.
No quiero generalizar, puedo tan sólo decir que esta fue mi manera personal de colocar a Dios en primer lugar en ese aspecto particular de mi vida. Discerní que era lo que el Señor me estaba pidiendo: que dejara de ver televisión, ¡al menos tal como está en la actualidad! Si se elige ver televisión, me parece que es necesario estar muy vigilantes para protegerse del Maligno, especialmente activo a través de determinadas emisiones.”
2 – Durante los años 80, la Gospa ha hablado sobre la televisión, no la ha prohibido, ni nos ha pedido de deshacernos de nuestros televisores. Como buena madre, sabe muy bien que esto sería demasiado duro para algunos de sus hijos. (¡Aquellos que sufren de depresión o de soledad excesiva a veces sólo a través de la televisión pueden ver y escuchar otras personas!) Por otra parte, algunas emisiones son muy bellas, ¡es tarea nuestra que se multipliquen! Pero para los días de ayuno la Gospa dijo:
“Si no tienen fuerza para ayunar a pan y agua, pueden renunciar a ciertas cosas. Sería bueno que renunciaran a la televisión, porque luego de haber mirado ciertos programas, están distraídos y no son capaces de orar…” (Dic. 1981)
–“Si miran los programas, si leen los diarios, tienen la cabeza llena de noticias y entonces no hay más lugar para mí en sus corazones (17 de abril de 1986)
A los jóvenes del grupo de oración que ella guió y formó en Medjugorje durante siete años les dijo:
- “Renuncien a todas las pasiones y deseos desordenados. Eviten la televisión, sobre todo los programas perjudiciales, los deportes excesivos, la ingesta irracional de alimentos y bebidas, de alcohol, el cigarrillo…” (primer punto de su regla de vida comunicada a Jelena Vasilj, el 16 de junio de 1983)
- María nos pide que apaguemos el televisor durante los nueve días que preceden las grandes festividades como Pascua, Pentecostés o Navidad; desea que la familia se reúna y que, Biblia en mano, comparta los textos relativos a esa festividad (como lo hacen los judíos)
Para concluir, les transcribo el final del relato de Laurence:
“Por la noche, independientemente de la hora que sea, rezo en silencio durante una hora antes de acostarme. En ese momento experimento una gran alegría y todo se ordena. Por supuesto, es importante tener contactos con otras personas para crecer en la vida espiritual, a través de llamadas telefónicas por ejemplo, pero me doy cuenta que esto no es posible si uno no se sumerge antes en la presencia de Dios a través de la oración. Primero está la oración, y el resto viene luego!
Concretamente, si tengo que elegir entre hablar con alguien u orar, le doy la prioridad a la oración. Y así recibo la libertad interior necesaria para dejarme conducir por el Espíritu Santo. El es quien me muestra si debo o no contactar determinada persona”.
Querida Gospa, como Madre, ¡introdúcenos en la comunión con Dios!
y como Reina, ¡ven a reinar sobre nuestros medios de comunicación!
Sr. Emmanuel
© Children of Medjugorje 2004
PS1 El viernes 21 de mayo comienza la novena a Pentecostés. Aquí hay una oración compuesta por el P. Slavko que puede servir para ser rezada todos los días:
Oh Espíritu Santo, oro a ti con María que me ha invitado a invocarte y te pido que vengas a mí y derrames sobre mí todos tus dones.
Derrama sobre mí el don de la sabiduría, para que en todo momento, en cualquier cosa que haga, piense, sienta o decida esté siempre dispuesto a actuar bajo tu luz.
Oh Espíritu de consejo, desciende sobre mí, para que por medio del conocimiento y palabras de amor, sea siempre capaz de ayudar a todos aquellos que piden mi consejo. Que cada palabra mía sea luz para otros.
Espíritu de Jesús, concédeme el don de tu fortaleza para que pueda soportar toda prueba y haga siempre la voluntad del Padre, ¡especialmente en los momentos difíciles! Espíritu de fortaleza sosténme en mis horas de fragilidad.
Oh Espíritu de vida, desarrolla en mí la vida divina que ya me fue dada por ti en el seno de mi madre y en mi bautismo.
Fuego divino, inflama mi corazón con el fuego del amor, para que desaparezcan de él el hielo del pecado y la oscuridad.
Espíritu de sanación, cura en mí todo lo que está herido y haz crecer lo que aún no ha crecido.
Desciende sobre mí con toda tu fuerza, para que siempre esté dispuesto a dar gracias, aún por las cosas pequeñas. Ilumíname, oh Espíritu Santo, para que aprenda a agradecer las cruces y las dificultades.
Oh Espíritu de la verdad, ilumíname con tu verdad, para que viva en todo momento la verdad del amor, de la paz y de la justicia. Ayúdame para que mi vida diaria, mis hechos y mis palabras proclamen la luz de la Palabra Divina en toda su plenitud.
Espíritu Santo guía a nuestro Papa, a nuestros obispos, sacerdotes y a todos aquellos que proclaman la palabra de Dios.
Espíritu de oración, enséñanos a orar. Purifica nuestros corazones para que nuestra oración sea siempre escuchada y para que siempre encontremos tiempo para hacer oración. Espíritu Santo ora en mí y hazme exclamar: “¡Abba, Padre!. Concédeme la gracia de orar con el corazón.
Espíritu Santo aparta en mi toda carga, para que mi corazón pueda ser como una flor que crece y se desarrolla produciendo fruto abundante. María que el Espíritu Santo comience y prosiga en mi interior la tarea que inició en ti, para que a través de su acción amorosa el Verbo Divino crezca en mí.
¡Oh Espíritu Santo, por medio de María yo te escojo en este día como amo de todo mi ser. Lleno de confianza y de esperanza en tu amor infinito, que se manifestó de manera admirable en la Virgen María, hoy me decido por ti y por tus dones. Renuncio a cualquier espíritu del mal y a su acción y te acepto a ti, Espíritu de paz, de amor y de orden. Te consagro todas mis facultades y deseo actuar siempre al amparo de tu luz. Te entrego todos los derechos sobre mi vida. ¡Protégeme y guíame hacia el Padre! Oro a ti con María, en nombre de Jesucristo. Amén.