La visionaria de Medjugorje, Maija Pavlovic, viajó a la Unión Soviética en octubre de 1990 para transmitir el mensaje de la Virgen. A continuación presentamos el viaje descrito por el padre René Laurentin.
El padre Leonard Orec y Mons. Hnilica, obispo checo y hombre de confianza del papa, llevaron a Marija a la Unión en octubre del ‘90. El viaje, aunque estuvo lleno de impedimentos, permitió a los viajeros ver la Rusia real.
Para empezar, tuvieron que ir en coche para llegar a las fronteras rusas debido a la cancelación de un vuelo de Bratislava a Moscú: esto permitió a Marija visitar a un médico eslovaco, víctima de encarcelamiento durante 18 años. La vidente tuvo una aparición en su casa.
Para cruzar la frontera de la URRS el sábado 19 de octubre, Mons. Hnilica se puso la tradicional vestimenta episcopal con una cruz sobre el pecho, el fajín violeta y un casquete, que le permitió cruzarla delante de una larga caravana. Su equipaje, lleno de medallas e imágenes sagradas, fue inspeccionado de buen grado gracias a los regalos efectuados a los agentes de la aduana. Mientras tanto, el momento de la aparición se acercaba y para ello, entraron en la primera iglesia que encontraron. Estaba llena de gente valiente rezando el rosario. Marija les dijo: «Muchos vienen a Medjugorje de todos los rincones de la Tierra, pero de donde menos, Rusia. Esta es la razón por la que he venido aquí».
170 personas recibieron el sacramento de la confirmación a manos de Mons. Hnilica el 21 de octubre de 1990. Marija se emocionó al ver a una mujer pobre sin zapatos, así que se la llevó a una tienda a comprarle un par, pero no quedaba ninguno. Aquel mismo día en Mocasevo, los viajeros entraron en una iglesia dedicada a la Coronación de la Virgen. Había estado cerrada y abandonada durante mucho tiempo pero dos niñas la salvaron gracias a la inspiración divina y la oración diaria en ese lugar. Muchos más las siguieron.
El lunes 22, un cura polaco les hospedó en su humilde hogar en Uzhorrod, capital de la provincia que está al sur de los Cárpatos. Marija, que tiene dotes, entendió la mayor parte de la conversación ya que el croata es también una lengua eslava.
Al final llegaron a Moscú el miércoles 23 de octubre. Michel, padre de cuatro hijos, acogió a los viajeros en su casa. Él se encargaba de la parroquia ya que había pocos curas. Tenían misa a las 6 de la mañana en la única iglesia católica abierta en Moscú, San Luís de Francia.
«La suerte del mundo no se decide ni en Moscú ni en Nueva York, sino en los santuarios, donde se reza», predicó el padre Leonard.
La aparición de Marija tuvo lugar después de la misa en la capilla de Nuestra Señora de Lourdes, a la derecha del altar principal y, como siempre, a la misma hora y con las mismas oraciones que en Medjugorje.
«Este es el momento de la Virgen María», explicó Marija. «Incluso aquí se puede ver el fruto de la sangre derramada por los mártires y sus plegarias. La Gospa (la Virgen) asumió la dirección espiritual de la Iglesia mediante la oración».
Ese mismo día visitaron el mausoleo de Lenin. Los guardias obligaron al obispo a quitarse el hábito, que le impidió dejar una medalla milagrosa cerca de las luces que enfocaban al deificado Lenin. Tanto es así, que cualquiera dudaría si hacer lo mismo que hicieron con Stalingrado: renombrarla.
Tuvieron una segunda misa en San Luís de Francia el viernes 25, donde había adoración perpetua. El padre Leonard Orec invitó a los feligreses a visitar Medjuorje y prometió encontrarles alojamiento.
Marija y sus amigas habían pasado una noche horrible: un carterista le robó el monedero con el pasaporte y los billetes de avión dentro el día anterior. Corrieron para hacerle fotos, preparar otro pasaporte y todos los trámites necesarios para volar ese mismo día, el día del mensaje hacia el mundo. Lo recibió en el avión desde Belgrado: la palabra «paz» apareció seis veces en un momento de la historia en que la guerra estaba prolongándose eternamente.
«Ofrece tus sacrificios y buenas obras para la paz del mundo» dijo la Virgen.
Presentamos las siguientes charlas que fueron improvisadas por Marija en cada una de sus paradas:
«Hace nueve años, la Virgen vino a nuestra parroquia como la Reina de la Paz. Nos pidió que rezáramos para alcanzar la paz, que viene sólo de Dios, primero en nuestros corazones y después en la oración familiar. Cuando hay paz en nuestro corazón y familia podemos pedir por la paz del mundo. La Gospa nos pide que vivamos cada vez más como cristianos y que nunca dejemos al Santísimo solo. Pidió que formáramos grupos de oración y desde entonces muchos han sido creados».
Marija explicó su experiencia espiritual:
«Éramos niños que no rezábamos mucho, éramos como el resto, pero escuchamos a la Virgen y empezamos a rezar. La Gospa nos guía, pidiendo siempre que pongamos a Dios como el primero en nuestras vidas. Medjugorje es una escuela de oración».
Hizo hincapié en la sencillez de esta enseñanza:
«Tened cuidado, porque cuando estamos en la iglesia somos buenos y santos, pero fuera nos convertimos de nuevo en paganos. Tenemos que dar testimonio adondequiera que vayamos, incluso en el colegio. Cuando empezamos a cambiar, todo a nuestro alrededor cambia y la Virgen nos enseña que el demonio también existe. Nunca nos dijo “Haced esto o aquello otro” sino “Decidid vosotros mismos entre el bien y el mal”. Respeta nuestra libertad. Nos guía como una profesora, pero nos quiere como una madre. Los ojos de la Gospa, que vemos cada día, nos ayudan a entrar en nuestra profundidad ya que son azules y penetrantes como el mar. Una vez le preguntamos: — ¿Cómo es que eres tan guapa? —y ella nos contestó— Soy hermosa porque amo».
«Entonces decidimos amar más. Nos llama a escoger el camino de la santidad. Nos ha enseñado que existe otro tipo de vida y que lo único que debemos llevarnos a la vida eterna es esta santidad. Nos ha dicho varias veces: “Este es el momento de la gracia”».
Marija resumió lo que más le había impactado al volver de la peregrinación:
«Los rusos aman muchísimo a la Virgen: muchos lloraron durante la aparición. En contraste con los peregrinos de Medjugorje, no piden sanaciones físicas, sino sólo espirituales. Es una lástima que muchos vengan aquí como turistas que únicamente quieren curiosear. No he conocido a gente extraña en la URSS, sino aquellos congregados en el nombre de Dios y de la Virgen María, ansiosos por el encuentro y el mensaje. También es necesario pedir por los que nos reconocen esta gracia. He conocido a muchos que habían oído hablar de Medjugorje pero no pudieron ir. Este viaje ha sido encaminado por Dios, empezando por Checoslovaquia, donde muchos curas han pasado 20 y hasta 30 años encarcelados: la oración les salvó. La Virgen siempre estaba a su lado.
Los católicos en Ucrania han recuperado varias iglesias que habían sido confiscadas: las había convertido algunas en almacenes, otras en oficinas y muchas en museos. Estaban desfiguradas, pero las limpiaron, purificaron y decoraron. Son gente humilde, que sólo tiene los muebles más esenciales, pero dieron alfombras y pequeños tesoros que poseían para revivir estas iglesias. Como no había ningún otro lugar, se reunían allí e incluso, donde comían.
Cada semana se bautiza a un gran número de personas. Son muy activos y piden más libertad y poder organizativo. Estas personas, a las que se les ha restringido durante mucho tiempo, tienen sed de Dios: Él es el primero en sus vidas. A veces siento fatiga y distracción cuando hablo con peregrinos en Medjugorje, pero en Rusia el deseo de Dios es asombroso: “Señor, haz que siempre tengamos sed de Ti, nosotros que no sabemos tenerte en el primer lugar de nuestras vidas”».