Estos jóvenes hermanos pertenecen junto a su familia, que dejó todo para ser misionera, a una nueva realidad eclesial llamada Casa de María, totalmente mariana como indica su nombre. Se criaron en Lourdes y después en Roma con unas vidas entregadas completamente a la evangelización. El fruto ha sido su vocación sacerdotal en la Fraternidad de los Hijos de la Cruz, vinculado al grupo en el que han crecido. Gracias a CARF (Centro Académico Romano Fundación) estos hermanos han recibido una beca para poder formarse para poder desarrollar su vocación futura.
Hace tres años que los conozco y aún no me doy cuenta de quién es Carlo y quién es Andrea. A menudo, pues, me pasa de hablar con uno pensando dirigirme al otro, pero es algo muy divertido. Y aquí podemos conocerlos en profundidad:
-A ver… ¿Quién eres tú?, le pregunto a uno de los dos…
-Carlo: ¡Pues yo soy Carlo! Tengo 23 años y estoy cursando el primer año de la licenciatura en Historia de la Iglesia en la Universidad de la Santa Cruz.
Andrea: …Y yo soy Andrea. Vamos a cumplir 24 años en pocos días (en realidad los cumplen hoy sábado). Yo estoy cursando el primer año de la licenciatura en Teología Moral. Estamos muy contentos de poder contar nuestra historia, pues ¡contar tu vida siempre se convierte en una oportunidad para agradecer!
– Me encuentro con ellos en la misa que, como cada día, se celebra en nuestra capilla universitaria al mediodía y, como siempre, me equivoco al hablar con Carlos pensando que es Andrea y viceversa. Al final, al tomar unas fotos junto al altar, donde se encuentran las velas del Adviento, decidimos hablar un poco sobre su historia, y justo unos días antes de su cumpleaños. ¿Pues, es en estos días, verdad?
-Carlo: Sí, nacimos el 12 de diciembre de 1996 en Roma, día en el que se festeja Nuestra Señora de Guadalupe. Fuimos bautizados en la Basílica de San Pedro por el Cardenal Andrzej Maria Descur, amigo de San Juan Pablo II, figuras a las que nos sentimos muy apegados. Nuestros nombres son, de hecho, los mismos que los de estos dos grandes amigos y “gemelos” en el vínculo espiritual que los unía, ambos consagrados a María: “Karol” y “Andrzej”.
-¡Qué pasada! Así que nacisteis en un hogar católico…
-Andrea: Sí, en nuestra familia la fe siempre ha tenido un papel fundamental… Y fíjate que, unos meses después de nuestro nacimiento, en abril de 1997, junto con nuestros padres Francesco y Chiara, y nuestros hermanos mayores Veronica (4 años) y Giuseppe (2 años), nos fuimos a vivir a Lourdes en Francia.
-¿Y eso?
-Andrea: Bueno, para contestar a esta pregunta hay que dar un pequeño paso atrás…
-Carlo: El año antes de nuestro nacimiento, el 31 de mayo de 1995, nuestros padres decidieron seguir a Jesús de manera radical, dejando los bienes y propiedades que tenían, el trabajo, la familia y la ciudad (Legnano, cerca de Milán) para unirse al grupo de oración y posteriormente a la comunidad “Casa di Maria” – nacida como una forma de vida estable del mismo grupo de oración – que se había asentado en Roma durante algunos años.
-¿Y cómo fue eso?
– Andrea: Pues, pasó que en Medjugorje nació un grupo de oración, fundado y dirigido por los mismos fundadores de la comunidad “Casa di Maria”. Este grupo nació como una necesidad para continuar la experiencia que muchos jóvenes, liderados por Don Giacomo Martinelli y Sor Nicoletta, habían vivido en Medjugorje: ¡el encuentro con Nuestra Señora, que percibieron como una presencia viva!
Carlo y Andrea, junto a sus padres, hermanos y otros hermanos de la comunidad en Lourdes
-Y al final el mismo grupo, y la comunidad recién nacida, se volvieron en algo misionero…
-Carlo: Sí, y por eso nuestros padres fueron enviados al Santuario Mariano de Lourdes, donde la misión de nuestra Asociación es acompañar a los peregrinos al Santuario. En ese lugar sagrado, Andrea y yo asistimos a la escuela primaria. Estos son los años en los cuales el don de la Fe nos es transmitido por nuestros padres y por otras familias de la comunidad, en particular Mauro y Grazia, Nedo y Paola. De hecho, durante estos años compartimos el mismo hogar con otras familias y niños con los que pasábamos cada momento del día. Poco a poco nuestra familia creció: con nuestros hermanos carnales Nicoletta, quien nació en 1999; luego con Michele, en 2001; y finalmente María en 2006. Pero no solamente consideramos como hermanos a nuestros hermanos carnales: también a nuestros hermanos en el espíritu que nacieron en las familias de la comunidad. ¡Todos juntos en alegría!
-Una maravilla, de verdad: Iglesia y familia al mismo tiempo
-Andrea: ¡Totalmente! Y esta primera experiencia de la Iglesia como “familia” se hizo aún más fuerte en Roma, donde vivimos los años de secundaria y bachillerato. En Roma, junto con nuestros Superiores, con las “Hijas de la Cruz” y con los demás jóvenes, ¡se puede respirar una vida familiar! El cuidado especial, paciente, paterno y materno de nuestros fundadores nos ayuda a redescubrir el valor de la Fe que nos fue transmitida por nuestros padres: una Fe que se basa en el encuentro vivo y real con Jesús y María.
-¿Os acordáis dónde y cuándo tuvo lugar este encuentro para vosotros?
-Carlo: ¡Por supuesto: en Medjugorje! También para nosotros, los niños, por así decirlo de la “segunda generación” de la comunidad, la presencia de María es tan viva que tiene la fuerza de marcar profundamente nuestra vida. De ahí nació mi deseo, Andrea y otros jóvenes de responder a la llamada de María con total entrega dentro de la comunidad, iniciando, aunque en diferentes momentos, el camino de verificación para entrar en la fraternidad de los “Hijos de la Cruz”.
-Andrea: Sí, hay que decir que en Roma tuvimos la oportunidad de continuar la experiencia vivida en Medjugorje. Vivimos junto a muchos amigos a quienes consideramos hermanos y hermanas, tanto como somos hermanos nosotros. Con ellos compartimos nuestra Fe y la vida diaria. Estos son los años que nos unieron en vínculos hermosos y profundos. El 2 de febrero de 2016 nos consagramos a Nuestra Señora: un paso fundamental para ser parte de la Vida de la “Casa de María”. Este paso fue una decisión nuestra, libre y consciente, que se sitúa en la herencia de nuestros padres, pero que a la vez nosotros confirmamos personalmente.
-¿Y qué es que os convenció a cada uno de vosotros en particular a tomar esta decisión?
-Carlo: Lo que más me convenció y persuadió para iniciar el camino de verificación para ser Hijo de la Cruz fue el ejemplo de muchos niños y niñas mayores que yo, quienes han elegido el camino de la entrega total con alegría y entusiasmo como Hijos e Hijas de la Cruz. Estoy convencido de que solo con mis fuerzas es imposible ser fiel en la entrega a Cristo... ¡pero con la ayuda de María sí que lo es!
-Andrea: Pues, a mi lo que me colocó de una manera más seria y profunda frente a esta elección vocacional no fue tanto un discurso o una catequesis… No, fue el ser acogido, querido y amado por quien soy. Por eso mi vocación maduró durante todo un año, cuando tenía 17 años: en este año lo que más me llamó la atención fue este amor puro y agradecido que veía alrededor mío. Esto me impulsó a querer consagrarme a Nuestra Señora y a poner toda mi vida en sus manos. Sin duda, en Medjugorje viví más experiencias que me fortalecieron en esta vocación”.
-Es muy fuerte en ambos vuestros testimonios esta dimensión de la comunidad, del pertenecer a un cuerpo de hermanos y hermanas unidos en Cristo…
-Carlo: Así es, nuestras vidas, la mía y la de Andrea, están llena de dones, señales y testimonios. Ciertamente entre ellos está el testimonio de las “Hijas de la Cruz” y los “Hijos de la Cruz” y de muchos niños y niñas un poco mayores que nosotros que respondieron con alegría en la entrega total. No podemos dejar de mencionar el ofrecimiento de Cecilia, una niña de la comunidad de 3 años mayor que nosotros, quien falleció a los 16 de cáncer. Andrea y yo tuvimos la gracia de conocer a Cecilia durante los años que vivimos en Lourdes. Además, pasamos con ella algunos días en Fátima en diciembre de 2005. ¡Qué alegría estar con Cecilia! ¡Todo el mundo, pues, se sentía amado por ella de una manera especial! Para ella, el mayor sufrimiento fue no poder vivir en Roma con sus amigos. Cecilia nos consideraba hermanos menores. Y esto fue evidente por la forma en que nos trató y por los consejos que nos dio (incluida su última despedida en julio de 2009 en el santuario de Betharram, cerca de Lourdes).
-Es muy importante que dos chicos como vosotros compartan con nosotros su testimonio, especialmente porque hoy en día los ojos de muchos jóvenes de vuestra edad están como apagados, sin vida, sin esperanza, especialmente con todo eso de la pandemia, del miedo al futuro, de la incertidumbre…
-Andrea: Sí, y mucha gente, a menudo gente de nuestra edad, nos pregunta: “¿Por qué ambos tomaron este camino?”. Pues, esto lo sabe el Señor que nos llamó y ambos estamos entusiasmados de responderle. ¡Ciertamente los dos hemos recibido tanto y queremos dar tanto! ¡Nuestra vida, como la de todos, es un regalo y un misterio!
-…¡Y eso uno lo percibe escuchando vuestro testimonio! El agradecimiento es una parte importante de vuestra vida.
-Carlo: ¿Y cómo no estar agradecidos? Claro que hay que agradecer: ante todo a Jesús y a María, quienes se hicieron tan presentes en nuestras vidas, en particular a través de nuestros Fundadores y hermanos y hermanas de la Casa de María; y luego a nuestra Universidad (compañeros, profesores, benefactores y personal universitario) por el ambiente que respiramos y por las oportunidades que se nos brindan a nivel educativo y formativo.
Juntos, queremos aprovechar para desearles a nuestros benefactores y a toda la gente que va a leer esta entrevista ¡Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo!
*Gerardo Ferrara es escritor, historiador y representante del CARF en la Universidad de la Santa Cruz de Roma.
Fuente: www.religionenlibertad.com