Los resultados del trabajo de la comisión internacional sobre Medjugorje, presidida por el cardenal Camillo Ruini, fueron entregados personalmente por el purpurado italiano a Papa Francisco. El informe (top secret) se encuentra depositado en la Congregación para la Doctrina de la Fe, en la que hay mucho material sobre el fenómeno que comenzó hace más de 30 años en el pueblito de Bosnia-Herzegovina que se ha convertido en meta de las peregrinaciones de millones de personas.
El prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el neo-cardenal Gerhard Müller, hace algunos meses envió, mediante la Nunciatura apostólica, una carta a los obispos estadounidenses para advertirles que no apoyaran «reuniones, conferencias o celebraciones públicas» en las que se diera por cierta la credibilidad de las apariciones de Medjugorje. Como en el caso de los encuentros de oración con uno de los videntes, anunciados con todo y la indicación del horario de las apariciones, transformadas en una cita fija. La iniciativa fue interpretada por diferentes observadores como indicación para comprender las ideas de Müller al respecto. Y así se creó la hipótesis de una postura negativa por parte del prefecto de la Congregación doctrinal.
Y también causaron sensación las expresiones que usó Papa Francisco durante la misa en Santa Marta del 14 de noviembre de 2013, cuando dijo que la Virgen «es Madre, no empleado de correos» que se ocupa de enviar «mensajes todos los días». Palabras dirigidas a todos los que viven persiguiendo mensajes y profecías sobre el futuro.
La comisión de Ruini entregó varios testimonios al ex-Santo Oficio: no se encontraron las pruebas de fraudes o estafas, aunque algunos de los comisarios siguan teniendo dudas. Y luego está también la cuestión relacionada con los frutos espirituales, con todas esas personas que en ese lugar (de por sí tan poco atractivo), vuelven a encontrar la fe y se acercan de nuevo a la Iglesia. La plenaria de la Congregación para la Doctrina de la fe examinará y discutirá las conclusiones de la comisión en una reunión que se llevará a cabo en los próximos meses. Después la decisión final será sometida al examen de Papa Francisco.
Así que todas las posibilidades siguen abiertas. El hecho de que el fenómeno se manifieste todavía hace poco probable una declaración que ateste su carácter sobrenatural. Pero también es posible que todos los que esperan un juicio negativo queden desilusionados. De hecho, puede ser útil lo que ha sucedido durante los últimos treinta años en Argentina, en relación con dos apariciones que tuvieron lugar en San Nicolás, a 250 kilómetros de Buenos Aires (pero no en la diócesis de la capital), y en Salta.
Las apariciones en San Nicolás comenzaron en 1983 y no han terminado (cada año, en el aniversario, se reúnen a rezar 250 mil fieles); la vidente estigmatizada Gladys Quiroga de Motta, una mujer muy sencilla, siempre se ha sometido a las autoridades eclesiásticas y vive en silencio y oración la mayor parte de sus días. El actual obispo, Héctor Sabatino Cardelli, ha celebrado misas y presidido procesiones al lugar en el que se construyó, a orillas del Paraná, el gran sanruario exigido por la aparición. Las autoridades eclesiásticas también aprobaron el escapulario blanco para los que sufren particularmente en el cuerpo y en el alma. El Padre Carlos Pérez, director espiritual de la vidente, se declara convencido de la autenticidad del fenómeno. Se han publicado más de 1800 mensajes atribuidos a la aparición, con una edición autorizada por el entonces obispo de San Nicolás, Domingo Salvador Castagna, que, en su momento, declaró: «Creo firmemente que este es un advenimiento de la Virgen».
Un segundo caso con el que Jorge Mario Bergoglio tuvo que ver, aunque a distancia, en cuanto obispo argentino, es el de las apariciones de Salta, una provincia a 1500 kilómetros de Buenos Aires. En este caso, el arzobispo del lugar, Mario Carniello, se ha mostrado bastante crítico. En cambio, quien defiende el fenómeno de Salta es el mariólogo francés René Laurentin: «es todo muy positivo», declaró el estudioso durante su séptima visita, en diciembre de 2011. La vidente es María Livia de Obeid. Las apariciones y las oraciones se verifican cada año en el santuario de La Virgen del Cerro. Más de un millón de personas asisten cada año para rezar con la vidente. Cada sábado, entre marzo y diciembre, alrededor de 40 mil personas suben al santuario que ella mandó construir en el año 2000 en la cima de una colina de 300 metros de altura. También este caso la peregrinación al Cerro acerca a muchos a la confesión y a la vida espiritual.
Después de tres años de estudio, el arzobispo declaró en 2006 que «no existe prueba o testimonio objetivo que apoye una explicación sobrenatural de las presuntas apariciones de la Virgen». Se trata, pues, de un juicio que equivale a un «non constat de supernaturalitate», es decir el mismo que los obispos yugoslavos dieron sobre Medjugorge en la famosa “delcaración de Zara” (de 1991).
El cardenal Bergoglio también se expresó sobre el caso de Salta, invitando a sus sacerdotes a la prudencia, a ponerse de acuerdo con el clero local y a seguir las indicaciones del arzobispo del lugar. Pero en los hechos, a pesar de que en este segundo caso las autoridades eclesiásticas no creen en el carácter sobrenatural de la aparición, no se han prohibido las peregrinaciones y siempre se ha tratado de garantizar cuidado pastoral a los peregrinos.
En la exhortación “Evangelii gaudium” se lee: «En la piedad popular puede percibirse el modo en que la fe recibida se encarnó en una cultura y se sigue transmitiendo. En algún tiempo mirada con desconfianza, ha sido objeto de revalorización en las décadas posteriores al Concilio. Fue Pablo VI en su Exhortación apostólica Evangelii Nuntiandiquien dio un impulso decisivo en ese sentido. Allí explica que la piedad popular “refleja una sed de Dios que solamente los pobres y sencillos pueden conocer”» (123).
« Es “una manera legítima de vivir la fe, un modo de sentirse parte de la Iglesia, y una forma de ser misioneros”; conlleva la gracia de la misionariedad, del salir de sí y del peregrinar: “El caminar juntos hacia los santuarios y el participar en otras manifestaciones de la piedad popular, también llevando a los hijos o invitando a otros, es en sí mismo un gesto evangelizador”. ¡No coartemos ni pretendamos controlar esa fuerza misionera! Para entender esta realidad hace falta acercarse a ella con la mirada del Buen Pastor, que no busca juzgar sino amar» (124-125).
Obviamente esto no significa que no se requiera la supervisión del obispo para que no se engañe la fe de los simples, para que no haya fraudes o estafas y para que no se manifieste una atención patológica por los secretos y los mensajes apocalípticos. Pero también es posible distinguir el pronunciamiento y el reconocimiento del fenómeno en sí y de su naturaleza, del acompañamiento pastoral de los fieles, sobre todo si se constata que hay frutos espirituales positivos.
Fuente: https://vaticaninsider.lastampa.it/es/