Chiara es una jovencita de diecisiete años, como muchas otras. Cursa el bachillerato clásico y vive en el vicentino. ¡Vive!… porque una fea enfermedad quería llevársela.
Mariano y Patrizia explicaron la historia de Chiara, conmoviendo a todos los presentes en el encuentro de Monticello di Fara, el domingo 23 de septiembre.
Se casaron jóvenes y ambos provenían de familias creyentes, cuyos padres “sembraron” en ellos la semilla de la fe cristiana. Pero esta fe “impuesta” les alejó de Dios: les parecía más un Padre severo, que amoroso. En la nueva casa, recién casados, Jesús no encontró sitio. Querían divertirse, evadirse de todo aquello que hasta entonces les había sido impuesto.
Después de Michela, su hija mayor, tuvieron a Chiara, con algunas dificultades desde su nacimiento. Pero ni siquiera esto les hizo volver a Dios: ningún fallecimiento en la familia, ninguna enfermedad grave, todo funcionaba con normalidad… aparentemente. En 2005 Chiara cae enferma. El diagnóstico es devastador: tumor en la hipófisis, la desesperación es total. Un día se encontraron arrodillados rezando: aquella semilla que sembraron sus padres no llegó a morir y ahora estaba germinando.
«Nos sentimos despojados de todo, porque en los momentos de necesidad, las cosas materiales no sirven de nada». Ingresan a Chiara en la Città della Speranza di Padua, mientras ellos se quedan cerca de la Basílica de San Antonio, rezando y llorando. La petición al santo es explícita: “hacemos un cambio, ¡toma nuestras vidas!”. El Señor se lo concede pero no como ellos se lo piden. Una amiga les presenta un diácono que a menudo organiza peregrinaciones: « ¿Por qué, apenas Chiara pueda ponerse en pie, no la llevamos a Medjugorje?». «¿Y por qué no a Lourdes?» pregunta Patrizia. «No, la llevamos a Medjugorje, porque allí la Virgen todavía se aparece.»
El libro de Antonio Socci, Misterio en Medjugorje, les ayudó en su “vuelta” a Dios, y les hizo entender lo que está sucediendo en ese pueblecito. Descubrieron los mensajes, particularmente uno: “¡Queridos hijos! Abrid vuestros corazones a mi Hijo, porque yo intercedo por cada uno de vosotros” (y más trozos de diferentes mensajes – ndr). Esta ha sido su fuerza, su esperanza. Empezaron con la confesión, dándose cuenta de que su vida estaba completamente equivocada. Todo lo que habían hecho hasta ese momento, estaba equivocado: ahora querían cambiar de vida.
Fueron a Medjugorje a finales de 2005. Conocieron al padre Jozo, que impuso las manos a Chiara. El 2 de enero asistieron a la aparición de Mirjana, en la nave amarilla detrás de la iglesia. Chiara estaba en la primera fila. Una señora que se hizo cargo de su situación, convenció al padre Ljubo para que permaneciera allí al lado de la niña. Después de la aparición, Mirjana explicó a la señora que estaba en contacto con Patrizia, que la Virgen había tomado en brazos a aquella niña.
Al cabo de un mes, el 2 de febrero, fiesta de la Candelaria, Chiara se hizo una resonancia magnética: la doctora, con los resultados en la mano y una gran sonrisa exclamó: « ¡Ha desaparecido todo, ya no está!». Incluso el pelo, que a causa de la radioterapia no debería haber crecido más, fue un signo tangible de la Gracia de Dios: ahora Chiara tiene un pelo largo y fuerte. El diácono, comentando este hecho les dijo: « Pero, ¿os parece que la Virgen puede hacer las cosas a medias? »
«Ahora todo ha cambiado, nuestras vidas han cambiado», concluye Patrizia. «Con la ayuda de los mensajes, que son Evangelio, la Virgen nos ha llevado a Jesús. Finalmente nuestra vida tiene un sentido. Es una vida bonita, que no hay que confundir con una buena vida. Una vida llena de amor, de paz, de amigos verdaderos». El verdadero milagro, afirma Patrizia, ha sido la conversión, «encontrar el rostro de Dios, que Jesús nos cuenta en el Evangelio». Ahora el Padre Celestial ya no es juez sino Padre amoroso.
Un conmovedor testimonio de amor, una espléndida experiencia de fe, espléndida como la familia de Chiara Zoccante.
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Traducción del italiano a cargo del equipo de www.virgendemedjugorje.org